Se abrieron las puertas de Ezeiza: que Nicolás Burdisso quedó furioso porque de titular ante Rusia no fue siquiera al banco ante Brasil, que Licha López también está enojado, que los propios jugadores pidieron "más trabajo" a Diego Maradona, que la charla del DT en el entretiempo del partido ante Brasil duró un minuto y cuarenta segundos y que la AFA presionará al entrenador para que renuncie en caso de nueva derrota hoy ante Paraguay.
El mito Maradona es hoy objeto de críticas y burlas, como se linchó también al predecesor Alfio Basile en sus últimas semanas de selección, un deporte nacional que sube al pedestal omitiendo datos y luego procede al fusilamiento exagerando otros. Diego, es cierto, contribuyó a esta situación: no sólo rechazó ayudas que compensaran sus carencias como entrenador, sino que, peor aún, tomó decisiones de riesgo, desnudó poco apego al trabajo y exhibió una característica bien argentina, esa que nos considera los mejores del mundo sin siquiera haber salido a la cancha.
¿Acaso no había periodistas que, horas antes del partido ante Brasil, preguntaban a los jugadores rivales si no tenían miedo de enfrentar a Argentina en Rosario? Que quede claro, el Brasil de Dunga fue puro pragmatismo, se refugió en defensa y en sus únicos dos tiros al arco en la primera media hora se puso 2-0. Le bastó un rival asustado, sin poder de reacción, sin plan y apelando a las desordenadas corridas de Lionel Messi como única posibilidad de desequilibrio.
¿Se puede esperar algo distinto para hoy? No hay modo de inventar en 48 horas lo que no se hizo en meses. Los numerosos cambios en la formación, igual que las últimas convocatorias, son un síntoma más de la desorientación. A los jugadores no los sorprendió la carencia de elementos tácticos en el discurso de Diego. Los defraudó que todo se hiciera tan evidente. Que no haya plan B y que se hagan cambios drásticos de un partido a otro, supuestamente "rompiendo códigos" del fútbol.
Paraguay es un rival hoy por hoy más que accesible. Venía mal y ganó jugando mal 1-0 a una Bolivia ya eliminada. Pero la Argentina de hoy, por más que duela, aparece excesivamente frágil, dispuesta a "agrandar" casi a cualquier rival, como le ocurrió meses atrás contra Perú en Lima, cuando el DT no era Maradona, sino Basile. Porque lo otro que cuesta asumir es que Argentina ha hecho muy poco para merecer su clasificación a Sudáfrica. Cuesta encontrar sólo un partido satisfactorio. Y eso es demasiado en una eliminatoria cuyo sistema de disputa y fixture suelen estar armados para que Brasil y Argentina tengan un fácil camino al Mundial.
El sábado pasado, el día del partido ante Brasil, dos entrenadores argentinos desnudaban el momento: Angel Cappa diciendo que los jugadores precisaban un DT y no un mito y José Pekerman afirmando que se ha destruído el sistema de formación de futbolistas, acosado por la urgencia y el negociado que obliga a vender a un jugador con apenas un puñado de partidos en Primera. Los diarios argentinos dedicaron ese día páginas y páginas al duelo ante Brasil. Pero ambas advertencias, compartidas por muchos entrenadores de base, fueron publicadas en un diario español.
EZEQUIEL FERNÁNDEZ MOORES