Su Santidad habla de la pobreza. Es un escándalo, dice. Todos los obispos en todo el mundo repiten la consigna: la pobreza es un escándalo. Hasta que se escandalizara Benedicto XVI, la pobreza era invisible, salvo casos aislados como el de hace varios años, donde un periodista filmó a una nenita tucumana llorando de hambre. Y las eternas fotos de negritos llenos de moscas y con cada costilla a la vista. Un escándalo, y después seguimos comiendo nuestro asadito. Claro, hay numerosos sacerdotes y simples vecinos solidarios que se ocupan de los niños hambrientos, entre ellos hubo más de un obispo que pagaron con su vida -pero no la jerarquía como tal-.
La pobreza, ¿no será un don del Señor? De los pobres será el reino de los cielos; pero mientras, se les quita lo poco que tienen, se los expulsa de sus tierras hacia los basurales de los arrabales ciudadanos y, sobre todo, ni se menciona de que los ricos y los pobres forman un par dialéctico: no hay pobres sin ricos, como no hay ricos sin pobres.
El Papa no habló de los ricos ni de las grandes empresas -mal llamadas "multinacionales"- que concentran cada vez más la riqueza en un mundo en el que, si no hay un imprevisible cambio de tendencia, habrá cada vez más pobres y cada vez menos ricos. Ya ahora, los bienes de los tres o cuatro hombres más ricos del planeta equivalen al PBI de una centena de países.
Eso, ¿no es un escándalo?
¡Hay tantos escándalos! La pobreza es uno. La creciente prostitución, en especial la infantil, es otro. Hace poco, en Brasil, el Papa dijo que la evangelización de los indios de América "no comportó en ningún momento una alienación de las culturas precolombinas y no impuso una cultura extranjera". Es difícil de entender por qué -o para qué- un hombre culto e instruido como él diga semejante cosa. Claro, tuvo que pedir perdón: no quiso decir lo que dijo. Problema: se les traía la palabra del Señor en un idioma que no podían entender, se destruyó toda su cultura, se los masacró con tanta piedad cristiana como la que sufrió Túpac Amaru y los que lograron sobrevivir la viruela y la inhumana explotación en las minas -por lo menos en nuestro país- ahora son los más pobres de los pobres, que no tienen acceso al agua, a la comida, a una educación que los respete, a la tierra (que los ricos siguen acaparando para sembrar soja y ganar dinero, dinero, dinero). El Papa se desdijo de su incomprensible declaración brasileña, pero no afirmó que por fin se había logrado implantar en el mundo el monoteísmo absoluto; pero no el monoteísmo del que hablaba Jesús cuando decía que su Reino no era de este mundo, sino el monoteísmo del dinero (que sí es de este mundo y lo está destruyendo por codicia).
"Pobres hubo siempre". "Lo que pasa es que no quieren trabajar". "Están acostumbrados a vivir en la mugre". Ésos, y otros más, son los argumentos del escándalo. No poseían los títulos de las tierras que siembre habían sido de ellos desde antes de que inventaran los títulos de propiedad. Yo sí: por lo tanto ¡fuera! A hacer lugar para la soja, que no te necesita: un hombre basta para la labranza de 250 hectáreas. Las topadoras derriban el bosque -y, de paso, las casas de los pobladores- y hacen lugar para años de soja, hasta que queda el desierto. Mientras, los pobladores van a las villas miseria y después nos asombra y nos escandaliza su pobreza y, a partir de viejos pobladores del campo, criamos toda una generación de jóvenes que nunca han trabajado, que no tienen lugar en la sociedad, que carecen de educación, que están de más y sólo encuentran un alivio en las drogas que los matan en corto plazo. Eso, ¿no es un escándalo? Pero -eso sí lo dijo el Papa, y sobre eso insisten los curas de todos los niveles- el pecado más grave que existe no es el escándalo de la pobreza, ni siquiera la pederastia ni la homosexualidad -calificados ambos de aberraciones por la Biblia-, sino cualquier intento de colaborar a que no nazcan tantos niños -que serán desamparados, que no tendrán objetivos, ideales, razón de existir, comida, ni familia que los contenga. Sólo tendrán la droga y el sexo- para echar más niños desamparados al mundo. Y la educación sexual deberá correr por cuenta de las inexistentes familias. ¿Cuál es el escándalo?
El Papa no dijo nada sobre las razones de la pobreza, ni sobre cómo combatirla, si es que opina que eso siquiera vale la pena intentarlo.
Nada, sobre el hecho de que las grandes empresas ya son más poderosas que muchos Estados, a quienes imponen sus intereses, recurriendo a todas las mañas legales o ilegales imaginables. ¿Qué sentido tiene, en esas condiciones, la democracia? De hecho, el sistema democrático está en crisis, aun en los países desarrollados: cada vez vota menos gente. Y el resultado de la decadencia de la democracia está a la vista: las decisiones democráticas son fácilmente burladas por las grandes empresas, que se imponen a los gobiernos así como desplazan a los pequeños comerciantes o chacareros. El futuro, ése sí será un escándalo: luchas perpetuas entre oligopolios, corrupción de los gobiernos, una brecha creciente entre ricos y pobres, una eternización de la pobreza porque las grandes empresas sólo necesitan clientes, no ciudadanos. La democracia será sustituida por una tiranía de las grandes empresas y ya no importará si una vez cada tanto los pueblos sean convocados para elegir concejales o diputados, o si el presidente de la empresa más poderosa asumirá directamente el gobierno que, de todos modos, gobernará en su beneficio.
No en su nombre, claro. Porque la imagen pública será como ahora: todo es para bien de la sociedad; el derrame de la soja nos dará de comer a todos; el campo es la Patria como siempre lo fue. La autonomía alimentaria se podrá reemplazar con leche uruguaya y carne brasileña, si los eucaliptos y la soja allí dejan algún lugar para algunas vacas, así como la soja no la deja en nuestra zona lechera.
De paso: en la patria del maíz, México, las milenarias variedades locales están contaminadas con los transgénicos, y la pobreza mexicana empeora porque el TLC los obliga a importar maíz subsidiado de los Estados Unidos y también los campesinos mexicanos deben emigrar hacia las chabolas del DF. ¿Cuál es el escándalo?
TOMÁS BUCH (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Químico y tecnólogo