En todas partes es normal que los dirigentes políticos peleen con vigor por sus ideas y por los intereses de las agrupaciones en que militan, pero también lo es que las diferencias así supuestas no afecten mayormente las relaciones personales. Como nos enseña el viejo refrán, "lo cortés no quita lo valiente", no es una cuestión de hipocresía sino de la conciencia de que para una sociedad democrática la convivencia pacífica es fundamental y que siempre es necesario comprender que la palabra "adversario" no es sinónimo de "enemigo". Por desgracia, abundan las señales de que en nuestro país muchos han olvidado este principio básico y que como resultado el clima político está envenenándose con rapidez. Se habla cada vez más del "odio" mutuo que sienten los kirchneristas y quienes se les oponen. En la raíz de este fenómeno alarmante está la negativa tajante del marido de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a tomar en cuenta el resultado de las elecciones del 28 de junio. Como es natural, la actitud asumida por el ciudadano privado que actúa como si aún fuera presidente de la República ha molestado sumamente a los líderes opositores. Saben que no les conviene en absoluto brindar una impresión de debilidad frente a las repetidas embestidas kirchneristas, pero temen que si reaccionan con virulencia equiparable podrían dar pie a una crisis institucional inmanejable.

A pesar de los esfuerzos kirchneristas por movilizar a sus partidarios con pegatinas callejeras, hasta ahora la sociedad en su conjunto no se ha visto contagiada por el clima imperante en el mundillo político, pero no hay garantía alguna de que esta situación se prolongue. A esta altura, la mayoría no puede sino entender que el desenlace del drama político que está representándose incidirá en la vida de cada uno y que es muy poco probable que las pasiones desatadas por los enfrentamientos entre el Poder Ejecutivo actual y un amplio arco ideológico que incluye a una parte ya sustancial del movimiento peronista sigan limitándose a varios centenares de dirigentes. Al difundirse la sensación de que demasiados dirigentes, en especial los Kirchner y sus simpatizantes más entusiastas, toman el país por un teatro de operaciones para sus guerras sin preocuparse del todo por los daños colaterales, la violencia verbal que se ha hecho rutinaria en los círculos políticos podría provocar estallidos de violencia física. Los focos más peligrosos en tal sentido son, desde luego, el campo, donde muchos chacareros se han convencido de que les será necesario adoptar una postura mucho más agresiva porque de lo contrario el gobierno no los escuchará, razón por la que el entrerriano Alfredo de Angeli quiere organizar un tractorazo en Plaza de Mayo, y el conurbano bonaerense, donde no todos los intendentes estarían dispuestos a jugarse para asegurar la paz social.

Debido en parte a la ofensiva furibunda contra los medios de difusión más influyentes que ha emprendido el gobierno, está propagándose la idea de que el problema principal del país, uno que le impide encontrar "soluciones", consiste en la resistencia de los Kirchner a respetar el veredicto de las urnas. Para defenderse contra los ataques que ya le han costado miles de millones de dólares -en menos de un mes sus acciones perdieron el 30% de su valor en la bolsa-, el Grupo Clarín ha elegido concentrarse en el talón de Aquiles de los Kirchner: sus nada cristalinas finanzas personales. Puesto que a esta altura muy pocos pueden creer que haya sido lícito el aumento espectacular del patrimonio de la pareja, la información que está difundiéndose sobre la evolución de su propia fortuna y las de sus amigos no sólo está desprestigiándola, privándola de lo que le queda de autoridad moral, sino que también está trasladando el debate político a un terreno pantanoso en que los santacruceños podrían hundirse en cualquier momento. Si bien la ciudadanía se ha acostumbrado a ser informada de que el gobierno de turno es "el más corrupto de la historia", aún es capaz de sentir indignación por la conducta de personajes que se suponen omnipotentes y por lo tanto por encima de la ley. Sorprendería, pues, que resultaran ser políticamente innocuas las denuncias que están formulando día tras día el Grupo Clarín y otros medios importantes.