NEUQUÉN (AN).- Hace casi tres años Abel Calzetta aterrizaba en el Viejo Mundo, acaso con la necesidad de aventurarse a lo imprevisto, o dejarse llevar por la excitación que provoca la partitura en blanco. Él mismo lo reconoce: "Necesitaba cambiar un poco de aire y estar en un lugar donde haya un poco más de movimiento. España era un lugar que tenía muchísimas ganas de conocer y ver cómo estaba la historia con la música".
Entusiasmado, el violero y compositor porteño-patagónico (que nació en Lanús y vivió un tiempo en San Martín de los Andes) llegó a Barcelona, pasó por Marruecos, se instaló en Madrid. Poco a poco, su viaje se transformó en la fiel comprobación de que el viaje es una metamorfosis. Que las melodías se tiñen de los colores que va cosechando en los caminos.
Con presentaciones en teatros y bares, abrazado a su último trabajo discográfico "Sísifo", con la complicidad de dos músicos españoles y un argentino, Abel reprodujo en los escenarios madrileños la dinámica cosmopolita de sus días. "Toqué con mucha gente. Grabé un disco con músicos cubanos, también estoy tocando en un proyecto de un guitarrista inglés y el baterista de Serrat, otro proyecto con gente de España, también con gente de África, porque lo lindo ahí es la posibilidad de tocar y compartir música con gente de muchas culturas", cuenta desde San Martín de los Andes, a poco de haber participado en el Festival de Jazz de Invierno de Valdivia, Chile, junto a Esteban Tereschuk en bajo y Javier Martínez en batería.
Pero ahora, respirando nuevamente el aire de la cordillera, reencontrándose con familia y amigos lejos y cerca de la Patagonia, con pasaje de vuelta a Madrid en diciembre, piensa en los recitales que el trío dará en la región a partir de mañana (ver aparte), y habla de su viaje.
-Imagino que la experiencia del viaje te cambió en muchas cosas. ¿Qué pasó con la música?
-Sí, sí... sobre todo Madrid que es un lugar muy cosmopolita y eso hace que la gente esté como abierta. Me pasó algo muy lindo que fue compartir escenario con gente de distintos países con diferentes historias. Lo que me tocó a la hora de viajar y andar por el norte de África es darme cuenta del poder que tiene la música, que es todo un idioma.
-¿Cambió tu mirada como compositor?
-También. El viaje me cambió un poquito. Estuve como en ´stand by´ con respecto a la composición. Creo que en algún momento van a salir todas las cosas que estoy viviendo y que viví.
-Demasiada vorágine para procesar...
-Claro, quise estar tranquilo, darle importancia a conocer y ver qué pasaba por ahí. Nunca pensé en mi vida que iba a conocer el pueblo de mi padre en Sicilia o pasar un par de noches en el desierto del Sáhara. Cosas que no tienen nada que ver con la música pero sí con las cosas del vivir. En algún momento eso va a aparecer.