Le llegó la excusa perfecta. La silla que ocupaba en soledad, ahora desde el otro bando en el Deliberante roquense, desde hace rato le resultaba incómoda. Casi desde el mismo momento en que supo que iba a ocupar la única banca no oficialista.
Es que nunca más se sintió a gusto, tras abandonar las filas del PJ, como edil "de la Concertación". Tal vez desde el vamos, inicialmente, intentó diferenciarse y mostrarse "crítico" de la gestión que -cuatro años antes- había acompañado desde la primera fila. Pero poco le duró. El resto de los concejales, brazos extendidos del poder central, le ofrecieron menos que nada.
Así, sus escasas iniciativas -la mayoría adhesiones a leyes provinciales, nacionales o proyectos de declaraciones de interés- prácticamente cayeron en saco roto. En casi dos años de gestión presentó 18 iniciativas, se precisó desde el Deliberante, entre ellas, varias por designaciones de personal y pedidos de declaración. Una buena parte pasó a archivo, sin más trámites.
Así, el escribano de cuna justicialista, optó por cambiar de estilo. Ser más participativo y llegar al consenso.
Desde allí, sus "votos no positivos" inundaron el recinto. Era cuestión de tiempo. Lo sabía. Porque la promesa existía: su abrupto cambio partidario tenía que ser recompensado. Esperaba el "salvavidas" que Saiz había prometido tenderle.
Su última participación fue para aprobar, sin chistar, el polémico Fondo Fiduciario. (Agencia Roca)