| "Tanto la actividad policial como judicial distraen esfuerzos que, con sano criterio político criminal, deberían dedicarse a combatir el tráfico de tóxicos". Esta frase fue uno de los argumentos esgrimidos por el juez de la Corte Suprema de la Nación, Eugenio Zaffaroni, en su reciente fallo que consideró que el consumo personal y privado de marihuana no es delito. En la actualidad, hay claros ejemplos de que la prevención y represión del narcotráfico en las fronteras argentinas no alcanza a evitar el ingreso de enormes cantidades de sustancias prohibidas destinadas a la comercialización dentro del país y en especial al norte de la Patagonia y por esa vía a Chile. Uno de los casos más complejos de controlar es el paso salteño Salvador Mazza - Pocitos. Allí estuvo "Río Negro" la semana pasada y recorrió junto a Gendarmería la parte más sensible de las quebradas que separan ambos países. "Esta es una frontera permeable", manifiestan eufemísticamente los gendarmes del lugar para describir que mucho se requisa, pero mucho pasa. Los poros en el sistema de control son más evidentes en las zonas de monte, mientras que existe mayor eficacia en el puente en el que se asienta todo el sistema de control de Gendarmería, Migraciones y Aduana. "Aquí decomisamos en los operativos algo más de un kilo cuando son cápsulas ingeridas y unos 4 kilos cuando van adosados al cuerpo. En el monte, cuando intentan pasar caminando, en mulas o a caballo hemos llegado a encontrar hasta 50 kilos", relata el comandante Freddy Rolando Vitale, segundo jefe del escuadrón 54 de Salvador Mazza. En lo que va del año, en los diferentes controles realizados por el Escuadrón 54 se incautaron unos 300 kilos de cocaína. Pero unos 50 kilómetros al sur, por la misma ruta 34 que conduce a la frontera, el Escuadrón 52 de Tartagal realizó decomisos de mucha mayor trascendencia. Los gendarmes admiten que el paso fronterizo es vulnerable, pero que luego en las rutas, se logran secuestros de consideración y que se intenta dificultar la llegada de la droga a los grandes centros urbanos. Además de los pasos terrestres no habilitados que se han creado mediante el cotidiano uso vecinal entre ambas jurisdicciones y que son a veces utilizados para el contrabando, existen otros más infrecuentes, pero mucho más efectivos para el narcotráfico. En los últimos tiempos, la vía aérea se ha consolidado como uno de los mecanismos más difíciles de controlar. "La droga nos pasa sobre nuestras cabezas", aseguran fuentes de la fuerza nacional que saben que la modalidad se transformó en una constante casi imposible de resolver. Meses atrás, circunstancialmente, un policía que caminaba por los campos de Metán notificando gente acerca de causas judiciales vio que desde una avioneta llovían bultos sospechosos. Puso en conocimiento a sus superiores y espontáneamente se montó un operativo que dio con cientos de kilos de cocaína, desarticuló una banda y apresó a un ex jefe de Gendarmería, presuntamente implicado. Mientras este medio recorría los caminos bolivianos cercanos a la frontera observó, en menos de tres horas, tres avionetas que sobrevolaban el lugar. El chofer de la camioneta y el guía que acompañaban a estos cronistas se miraron y coincidieron: "éstas cada vez se ven más seguido", sin ocultar una sonrisa. Tal vez fueran simples viajeros del aire, o tal vez no. Lo cierto que es que hoy todos comentan en el lugar que esa es la vía más eficaz para traficar droga y cada vez más pistas clandestinas se encuentran en los campos bolivianos, salteños, jujeños, santiagueños y hasta del norte santafesino. Una alternativa actual para los contrabandistas es, no obstante, despegar en el vecino país con el cargamento ilegal y, sin necesidad de aterrizar, lanzar los bultos desde el aire, aprovechando su autonomía y las cortas distancias, para regresar al lugar de origen. "Acá no hay radares y eso lo aprovechan los narcos", nos cuentan dos periodistas locales. Textos: Pedro Caram pcaram@rionegro.com.ar Fotos: Martín Brunella mbrunella@rionegro.com.ar Enviados especiales Ingeniosos modus operandi Los perros entrenados y la perspicacia de los gendarmes para observar actitudes extrañas son las dos herramientas clave para la detección del narcotráfico en la frontera. "Todo lo que hayan visto y se imaginen hemos tenido acá como modus operandi para pasar la droga", describe el comandante Vitale. Mujeres embarazadas con droga adosada a sus cuerpos henchidos de maternidad, en vagineras, en libros, en frascos de esmalte de uñas, en encomiendas, en tanques de GNC, en los paneles de los autos, ingeridos como cápsulas, todo lo imaginable para el transporte ilegal y disimulado de esas sustancias. "Hay una gran gama de modalidades, los operativos se dan a menudo, pero no todos los días", agrega el comandante. Otra forma que preocupa y que se hace difícil de controlar es el paso en mulas por el chaco salteño, "que es muy grande y muy duro, con vegetación que impide la acción rápida". La sustancia que en general encuentran es descripta por el comandante Vitale como "una pasta base que después llega a los grandes centros urbanos donde la procesan, la estiran. En Salvador Mazza es muy difícil que se encuentre una ´cocina´, ha habido años anteriores pero hoy no se da mucho porque pierden, es más fácil cocinarla del otro lado -en Bolivia- donde no tiene controles y después pasarla". Es riesgoso patrullar una zona limítrofe "caliente" "Río Negro" recorrió parte de la frontera que controla la Gendarmería de Salvador Mazza y observó las dificultades con que los efectivos de la fuerza se encuentran diariamente para cumplir con la tarea. "La sociedad te juega en contra, nos ven con malos ojos, por eso casi siempre trabajamos de civil. Si uno viene con este vehículo -por la camioneta de patrulla blanca y verde identificada como de la Gendarmería- y uniformado, nos miran mal y podemos tener problemas", reconoce el subalférez Matías Cogorno. "Uno hace prevención, pero no hay tanta gente para poner un gendarme cada diez metros en la quebrada. Lo que hacemos es ver si se agarra algo, algún vehículo, alguna carga irregular", agrega. Un puente sobre la quebrada separa Salvador Mazza de Pocitos boliviano. Allí está instalado todo el control de Gendarmería, Aduana y Migraciones. En tanto, las patrullas recorren día y noche los barrios aledaños que dan a las dos quebradas que se unen en un punto cercano al puente. Por sinuosas calles, escarpadas y repletas de pozos, la camioneta de Gendarmería transita lento, hacia un sector conocido como "El Chorro". Varias casas dan la espalda a la quebrada y, por lo tanto, a Bolivia. Entre ellas, por semiocultos pasadizos, transitan jóvenes y niños que van a la escuela, mujeres llevando mercadería para la venta, hombres que buscan garrafas más baratas en Bolivia que en Argentina, entre otros lugareños para quienes el paso de un país al otro es tan frecuente como ir de compras al kiosco de la esquina. "Tienen lo que se llama TVF -tránsito vecinal fronterizo- que les permite circular sin restricciones", explica el gendarme que de civil controla lo que ocurre en el lugar. No obstante, el paso habilitado es el puente y está prohibido el traslado de cualquier mercadería de uno a otro lado, porque se evaden impuestos. El uso puede más que la norma, por lo que en pequeños carros, se observa el transporte de verdura, alimentos y diferente mercadería que en pocas cantidades pasan los bolivianos para revender en Argentina, obteniendo a cambio unos pocos pesos por día. Pero más allá de esta rutina que poco afecta a los intereses nacionales, esos pasos barriales creados a partir del enorme desarrollo urbano de ambas ciudades, son el espacio ideal para actividades ilícitas más complejas. "Hace algunos años se inhabilitaron un par de puestos que teníamos junto a las quebradas, pero ahora vamos a volver a instalarlos", dice el subalférez. La intención es controlar, además del narcotráfico, el contrabando de vehículos. "Hemos descubierto muchos autos robados que ingresan a Bolivia. Algunos, hasta simulan los robos, cobran el seguro y además los venden allá, obteniendo dobles beneficios", explica el gendarme. En el vecino país, lo mayoría de los automóviles son de origen japonés ya que no hay industria automotriz local. "Si ves un Ford, un Renault, un Fiat o un Chevrolet, es muy probable que sea robado", sugiere Cogorno. El Sector 5, un cruce ubicado al este del puente, se ha transformado en el barrio más peligroso de Salvador Mazza en los últimos años. Por allí, en las noches circulan vehículos sin luces, motocicletas oscuras y personas en sospechosas actitudes que los gendarmes intentan controlar, a riesgo de ser enfrentados hasta con disparos. La zona de Mazza y Pocitos sigue siendo una frontera caliente. Permeable para el contrabando y cada vez más riesgosa para quienes trabajan por evitarlo. | |