"Río Negro" recorrió parte de la frontera que controla la Gendarmería de Salvador Mazza y observó las dificultades con que los efectivos de la fuerza se encuentran diariamente para cumplir con la tarea. "La sociedad te juega en contra, nos ven con malos ojos, por eso casi siempre trabajamos de civil. Si uno viene con este vehículo -por la camioneta de patrulla blanca y verde identificada como de la Gendarmería- y uniformado, nos miran mal y podemos tener problemas", reconoce el subalférez Matías Cogorno.
"Uno hace prevención, pero no hay tanta gente para poner un gendarme cada diez metros en la quebrada. Lo que hacemos es ver si se agarra algo, algún vehículo, alguna carga irregular", agrega. Un puente sobre la quebrada separa Salvador Mazza de Pocitos boliviano. Allí está instalado todo el control de Gendarmería, Aduana y Migraciones. En tanto, las patrullas recorren día y noche los barrios aledaños que dan a las dos quebradas que se unen en un punto cercano al puente.
Por sinuosas calles, escarpadas y repletas de pozos, la camioneta de Gendarmería transita lento, hacia un sector conocido como "El Chorro". Varias casas dan la espalda a la quebrada y, por lo tanto, a Bolivia. Entre ellas, por semiocultos pasadizos, transitan jóvenes y niños que van a la escuela, mujeres llevando mercadería para la venta, hombres que buscan garrafas más baratas en Bolivia que en Argentina, entre otros lugareños para quienes el paso de un país al otro es tan frecuente como ir de compras al kiosco de la esquina.
"Tienen lo que se llama TVF -tránsito vecinal fronterizo- que les permite circular sin restricciones", explica el gendarme que de civil controla lo que ocurre en el lugar. No obstante, el paso habilitado es el puente y está prohibido el traslado de cualquier mercadería de uno a otro lado, porque se evaden impuestos.
El uso puede más que la norma, por lo que en pequeños carros, se observa el transporte de verdura, alimentos y diferente mercadería que en pocas cantidades pasan los bolivianos para revender en Argentina, obteniendo a cambio unos pocos pesos por día.
Pero más allá de esta rutina que poco afecta a los intereses nacionales, esos pasos barriales creados a partir del enorme desarrollo urbano de ambas ciudades, son el espacio ideal para actividades ilícitas más complejas. "Hace algunos años se inhabilitaron un par de puestos que teníamos junto a las quebradas, pero ahora vamos a volver a instalarlos", dice el subalférez. La intención es controlar, además del narcotráfico, el contrabando de vehículos.
"Hemos descubierto muchos autos robados que ingresan a Bolivia. Algunos, hasta simulan los robos, cobran el seguro y además los venden allá, obteniendo dobles beneficios", explica el gendarme.
En el vecino país, lo mayoría de los automóviles son de origen japonés ya que no hay industria automotriz local. "Si ves un Ford, un Renault, un Fiat o un Chevrolet, es muy probable que sea robado", sugiere Cogorno.
El Sector 5, un cruce ubicado al este del puente, se ha transformado en el barrio más peligroso de Salvador Mazza en los últimos años. Por allí, en las noches circulan vehículos sin luces, motocicletas oscuras y personas en sospechosas actitudes que los gendarmes intentan controlar, a riesgo de ser enfrentados hasta con disparos.
La zona de Mazza y Pocitos sigue siendo una frontera caliente. Permeable para el contrabando y cada vez más riesgosa para quienes trabajan por evitarlo.