| Si bien pocos negarían que al país le conviene contar con una ley de medios modernizada, aunque sólo fuera porque el progreso tecnológico de los años últimos ha revolucionado todo lo vinculado con las comunicaciones, sería difícil elegir un momento menos apropiado que el actual para celebrar un debate en torno de un tema tan complejo. Como todos entienden muy bien, el único motivo por el que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner optó por introducir el proyecto de ley correspondiente consistió en la voluntad de su marido, el ex presidente Néstor Kirchner, de castigar al Grupo Clarín por suponerlo responsable del colapso de su popularidad y la de su esposa. Dicho de otro modo, al gobierno le importaría muy poco que una nueva ley de medios fuera un mamarracho con tal de que le permitiera asestar golpes demoledores al "monopolio". Kirchner y sus partidarios más vehementes no han hecho ningún esfuerzo por ocultar su hostilidad hacia el grupo mediático, ya que desde hace meses están hostigándolo con métodos típicos de los habituados a las luchas callejeras, mientras que el jueves pasado el ex presidente lo desafió públicamente al afirmar no tenerle miedo y, como es su costumbre, acusarlo de haber "abrazado" a la dictadura militar y estar, ahora, tratando "de desgastar la democracia". Asimismo, aunque Kirchner y sus simpatizantes se han puesto a hablar con su estridencia característica de lo vergonzoso que sería seguir conviviendo con "una ley de la dictadura", llama la atención que, a pesar de haber estado en el poder desde hace más de seis años, durante todo aquel tiempo no se les ocurrió intentar reformarla, pero ahora creen que hacerlo es tan urgente que el Congreso debería darle su aprobación sin demora alguna. Tiene, pues, razón el vicepresidente y referente opositor Julio Cobos cuando dice que "el debate debería realizarse en diciembre, con el Congreso renovado". No es sólo que el surgido de las elecciones del 2007 ya es poco representativo, sino también que la batalla que se ha desatado entre los Kirchner y el Grupo Clarín hace imposible un debate racional sobre un asunto tan importante con una ley de medios que podría afectar de forma muy negativa la libertad de expresión. Por cierto, el que según el artículo 40 deberían revisarse cada dos años las licencias brindaría al Poder Ejecutivo de turno un arma muy eficaz con la que podría disciplinar a los medios audiovisuales díscolos, aunque, conforme a un vocero oficial, el gobierno lo modificará para que sólo aluda a "las reglas tecnológicas". El proyecto de ley de medios merece un tratamiento mucho más serio que el propuesto por el gobierno kirchnerista, el que a juzgar por la retórica que están empleando sus partidarios quiere hacer creer que el país se enfrenta con una emergencia mediática nacional y que por lo tanto no puede darse el lujo de perder un segundo más discutiendo detalles engorrosos. En el caso de que logre su propósito, no sorprendería del todo que la nueva ley, como tantas que se han aprobado últimamente, contuviera "errores" tan patentes como los que indujeron a la presidenta Cristina a vetar la suspensión de las retenciones en distritos de la provincia de Buenos Aires devastados por una larga sequía. Además de procurar solucionar los problemas planteados tanto por la concentración excesiva de medios de difusión en manos privadas como los aún más graves que ocasionaría el poder excesivo sobre los medios del gobierno nacional y los provinciales, una nueva ley tendría que ser lo bastante flexible para que la evolución vertiginosa de la tecnología no la desactualice muy pronto. En Estados Unidos, la internet está teniendo un impacto muy destructivo en el periodismo tradicional, ya que muchos medios regionales han tenido que abandonar las ediciones en papel e incluso un diario tan respetado como el "New York Times" está al borde de la bancarrota. Por ahora, los medios gráficos de nuestro país han resultado ser mucho menos vulnerables que los de Estados Unidos, pero esto no quiere decir que no sea grave la amenaza planteada por los cambios tecnológicos que están produciéndose, sobre todo si, además de tener que adaptarse a ellos, los grupos mediáticos también tienen que hacer frente a un gobierno vengativo de instintos decididamente autoritarios resuelto a obligarlos a militar a su favor. | |