| Para muchos empresarios, el que incluso Néstor Kirchner haya declarado que al país le convendría reconectarse con los mercados financieros internacionales es una señal muy positiva, pero entienden que no será del todo fácil dejar de depender de la voluntad de personajes como el venezolano Hugo Chávez de comprar bonos argentinos a tasas de interés usureras. Además de convencer a los inversores en potencia de que, las apariencias no obstante, en la Argentina sí hay seguridad jurídica, se respetan los contratos, la política económica del gobierno es relativamente previsible y las estadísticas oficiales reflejan fielmente la evolución de la economía, el gobierno tendría que encontrar el modo de mantener alejado al Fondo Monetario Internacional que actúa como cancerbero de dichos mercados. Puesto que los Kirchner creen que liberar al país de las inspecciones periódicas de los despreciados técnicos del Fondo fue un triunfo de importancia histórica, la mera idea de permitirles hurgar en las enrevesadas cuentas nacionales les parece inaceptable. Para que cambiaran de opinión sería necesario que la situación fiscal se deteriorara mucho más, lo que los dejaría sin más opción que acudir al FMI ya que la alternativa sería que antes de fines del 2011 el país protagonizara un nuevo default. Parecería que el ministro de Economía, Amado Boudou, lo comprende muy bien y que, de no ser por la actitud del ex presidente y su sucesora, no vacilaría un solo minuto en pactar con quienes fueron blanco de una serie de diatribas iracundas vociferadas por sus jefes, pero hasta que le den el visto bueno se sentirá constreñido a insistir en que él también cree que el desmoronamiento más reciente de la economía nacional fue obra casi exclusiva del Fondo. El gobierno kirchnerista podría atenuar el impacto de una eventual reconciliación con el FMI afirmando que el organismo ha cambiado mucho desde el 2003 y que, merced a la crisis financiera mundial que estalló el año pasado, ha adoptado principios largamente reivindicados por el matrimonio. Se trataría de una fantasía, ya que el FMI sigue comprometido con la teoría reaccionaria de que si el gasto público es insostenible es preciso "ajustarlo" y se ha negado a abandonar sus prejuicios a favor del capitalismo liberal y de la flexibilización laboral, pero por lo menos serviría para posibilitar una salida del aislamiento que tanto nos ha costado. Según los críticos del FMI, su negativa ya tradicional a reconocer que, por ser tan grandes los costos sociales y políticos de los ajustes, debería prestar cantidades cada vez mayores de dinero a países en apuros sin preocuparse por nimiedades como los déficits colosales resultantes, constituye la razón por la que se ha desprestigiado, pero sucede que a pesar de que los gobiernos de las naciones más ricas juran compartir los sentimientos de los indignados por "la dureza" de quienes lo manejan, hace algunos meses optaron por aumentar drásticamente sus recursos. En otras palabras, "los ricos" entienden que por motivos políticos les es mejor agregar sus voces al coro crítico tercermundista e izquierdista que responsabiliza al FMI de desastres socioeconómicos como el experimentado por nuestro país en el 2001 y el 2002 pero no creen que le corresponda al organismo que depende de los aportes de sus propios contribuyentes subsidiar sin condiciones a países pésimamente administrados. Una de las funciones más valiosas que cumple el FMI es servir de chivo expiatorio a gobiernos despilfarradores cuando les llega la hora de "ajustar" sus gastos. Pueden decir -y siempre lo dicen- que el único motivo por el que están procurando hacer gala de cierta disciplina fiscal consiste en las presiones irresistibles del Fondo que, como todos saben, es un reducto de neoliberales ortodoxos despiadados que no entienden nada de la realidad local. Al romper con el FMI, los Kirchner se privaron de la posibilidad de culparlo por las consecuencias de una política económica inviable, pero puesto que el conjunto caótico de subsidios y otros parches que improvisaron en un intento desesperado por perpetuar el crecimiento está cayendo en pedazos, de ahí el tarifazo energético pasajeramente suspendido y el embrollo grotesco del Indec, tienen motivos de sobra para lamentar la ausencia de los "inspectores". | |