Capítulo 1
Resulta que tengo una hija llamada Clarita. Como su nombre lo indica, desde chiquita le gustaron las cosas claras, rectas y honestas; consecuentemente, como las cosas las hacen las personas, respeta a las personas transparentes y honestas.
Por ese sentido de justicia que le da a su vida, desde su época de estudiante se inscribió en la lucha por la promoción de los derechos de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad: hogar, empleo, sindicato, política, etcétera. Ello no le fue suficiente y se enroló en el sindicato de los maestros y profesores a la par de seguir desarrollando su actividad laboral de docente. De este modo une consecuentemente la loable labor de formar a adolescentes para que sean personas con instrucción y capacidad de pensar, razonar y criticar, con la justicia de abogar por mejores condiciones de trabajo para sus compañeros y por mejores y mayores recursos para la educación.
Con la fuerza de su juventud y su convicción creyó que en el sindicato podía reunir todos estos aspectos que la motivaban a actuar por una vida mejor. Se enroló en una agrupación que decía promover en su programa de acción la defensa del género femenino junto a las cuestiones gremiales de rigor. Y ganaron con esa propuesta.
Feliz, Clarita comenzó su actividad junto a sus compañeros. En el ínterin conoció a una compañera de lucha y ambas, junto a otros, organizaron actividades de capacitación: conferencias sobre la situación económica y un curso sobre la situación de las mujeres, entre otras.
Pero un día ese Azul claro de su agrupación gremial se tornó borroso y oscuro. Un dato llamó su ATENción. Esa compañera es una mujer separada que vive con sus dos hijas y que fue golpeada por su ex esposo, al cual denunció oportunamente. Esta situación le impidió formar parte de la lista electoral de la agrupación porque? ¡oh casualidad!, tal cual la mejor de las ficciones, el líder de la misma es precisamente su ex esposo y los compañeros le dijeron que ella no podía participar de la nómina ¡para no incomodarlo con su presencia!
Capítulo 2
Clarita decidió dar su batalla de coherencia y consecuencia de actitudes frente a la vida donde debía hacerlo: en la propia organización gremial. Planteó el debate a sus compañeros cuestionando la incoherencia e incorrección de llevar adelante un programa de acción con el liderazgo de personas que, por lo menos en materia de derechos de género, los han violado. Porque no sólo se trata de que está mal abusar de la fuerza golpeando mujeres: también lo está encubrir a un golpeador, y este encubrimiento toma ribetes grotescos cuando hay compañeras que participaron del último Congreso de la Mujer y comparten dicho encubrimiento.
Finalmente se le planteó la renuncia a Clarita. Algunos pocos defendieron su posición, otros se diluyeron en la tibieza y la mayoría de la Comisión Directiva se abroqueló corporativamente en la defensa irracional de un golpeador y de prácticas aberrantes de dirección política.
Conclusión: golpeador y encubridores se quedaron en sus puestos, la víctima y quien pide actitudes justas debieron marcharse (¿hicieron algo malo o incorrecto?).
Parece cuento pero no lo es y chisme tampoco fue; una triste realidad parece ser. ¿Qué nos pasa? ¿Podremos cambiar alguna vez, darnos una oportunidad de escuchar al prójimo en sus argumentos, sobre todo cuando ese próximo es un compañero o una compañera; entender sus razones en vez de agredir, echar y amenazar?
Indudablemente los argentinos -en todos los niveles- padecemos de déficit de apertura mental y tenemos superávit de actitudes corporativas para defender a cualquier precio mezquinos intereses de cargos y posiciones.
Por este camino un país y una sociedad mejores y más justos parecen ser un objetivo lejano.
Oscar Contreras, DNI 12.360.135
Cutral Co