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La británica Imogen Heap revoluciona el negocio de la música virtual | ||
Sus aficionados han podido asistir al proceso creativo de su nuevo disco, a través de las redes sociales como MySpace, Twitter y blogs de toda índole | La cantante empezó su éxito componiendo canciones en su portátil para internet | ||
Una muestra más de los derroteros por los que vira la industria musical en el último lustro. Ahora es el momento de Imogen Heap, que arrasa en la lista de éxitos pop-rock de Gran Bretaña. La cantante, natural del condado de Essex, voz dulce y presencia física agradable, acaba de sacar un nuevo disco –Ellipse– en formato convencional. Su llegada al gran público puede ser debido a valores artísticos de su arte, pero la gran acogida de esta artista es debido en buena medida a la interactividad. Se trata de una historia y un proceso ya suficientemente conocidos: sus aficionados, a través de internet, a través de las redes sociales como MySpace, a través de los blogs de toda índole y, en los últimos tiempos, mediante Twitter, no sólo han podido asistir al proceso creativo del disco sino incluso a tomar parte en la fase compositiva. La clave del proceso reside en la existencia de una comunidad de usuarios y aficionados on line. Heap es una artista que seguramente pasaría desapercibida por las calles de Londres o Nueva York, pese a sus cientos de miles de seguidores: hace una semana tenía contabilizados a tres cuartos de millón de fans en Twitter y en MySpace sus visitas ya rondan los 40 millones. Gran Bretaña ha producido en los últimos años fenómenos similares, como los de Dido y Lily Allen, compositoras e intérpretes bastante más aventajadas que ella, según la opinión mayoritaria de la crítica. Pero en el caso de Imogen Heap se trata de la reina on line de la música, la diva de un nuevo universo industrial desde que el antiguo colapsó hace diez años. Fue precisamente hace una década cuando Napster era el rey del universo virtual musical, un nombre propio que encarnó el final de una era, aquella en la que las grandes corporaciones hacían y deshacían a su antojo, aquella de las grandes promociones... Napster marcó el punto final de la perdurabilidad infinita de un negocio sólo a través de la venta de copias físicas de los discos (hipercaros, todo dicho sea de paso). Y comenzó el intercambio musical de archivos en la red, y algo después la venta en tiendas virtuales de canciones sueltas –la eclosión del fenómeno iPod y de su tienda correspondiente iTunes–, y en fin, el descenso en picado de la venta de unidades de CD, con un promedio del 30 por ciento anual. Se conocen algunos de los aspectos más llamativos de esta transformación: la grabación de las obras musicales puede realizarse en el ámbito más doméstico; la distribución de los mismos no necesita de los encarecedores intermediarios ni de onerosos tratos sangrantes con los comerciantes mayoristas. En teoría se puede aplicar la fórmula del small is beautiful, aunque a la hora de la verdad son muy pocos los que sobreviven a este tipo de iniciativas quijotescas. Imogen Heap sabe de qué va el negocio; a sus 31 años, licenciada en Arte y con una formación instrumental que incluye el piano, el chelo o el clarinete. De hecho, ella debutó en formato convencional a los 18 años con un álbum con el que se la llegó a comparar con estrellas consagradas como Kate Bush o Annie Lennox (Eurythmics). Pero con el paso de los años inmediatos se volcó en las posibilidades que le ofrece la tecnología de último nivel: las canciones las compuso en su portátil empleando el programa Garage-Band, y las canciones resultantes fueron girando por el espacio virtual durante dos años (realizó no menos de cuarenta vídeo blogs visibles en YouTube) donde mantenía informados a sus seguidores de este novedoso work in progress. El feedback resultó altamente productivo porque no menos de 350.000 fans accedieron a su web en MySpace donde aportaron ideas. En marzo, se podía contribuir a su biografía a través de Twitter. Los ya mencionados tres cuartos de millón de seguidores que accedieron a su petición no dejan de suponer un público comprador potencialmente similar. ¿Son estas redes interactivas de diálogo la alternativa a las formas tradicionales de creación, promoción y distribución? El cambio de modelo de negocio ya es una realidad desde hace casi un decenio. Ya no se trata como hasta hace unos años de una cuestión de distribución y consumo –desde el legal al intercambio libre de archivos P2P–, sino del propio proceso creativo, un proceso global y más colectivo. Lily Allen fue una pionera. Radiohead ofreció su último disco a través de internet a la voluntad de los seguidores. Beck propone grabar versiones de clásicos del pop-rock en tiempo real y comercializar vídeos de las sesiones. El mundo gira sin parar. FUENTE: LA VANGUARDIA | ||
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