El turismo rural, cuyo boom se produjo en la última década en la Argentina y es visto como un interesante negocio por muchos operadores del sector, tendrá que abordarse como "estrategia de conservación de la naturaleza" para evitar que se convierta en una amenaza para el desarrollo de los pueblos y sus habitantes, advirtió la Universidad de Buenos Aires (UBA).
El director del Area de Turismo Rural de la Facultad de Agronomía de la UBA, Ernesto Barrera, consideró que esta actividad debe verse como "una nueva manera de valorizar la naturaleza y la cultura del mundo agropecuario". Barrera explicó a DyN que "pese a la globalización, la mirada sobre la naturaleza también varía según el grado de desarrollo de las sociedades: son más propensas a invertir en su conservación las que ostentan un mayor grado de desarrollo que las más empobrecidas".
Destacó que "la flora y la fauna son junto a la cultura los principales recursos sobre los que se desarrolla la actividad turística", y señaló que "es por eso que los pastizales naturales adquieren un valor que hasta hace poco no era tomado en cuenta, pero al ser ecosistemas biodiversos son un soporte para el desarrollo turístico". Remarcó que "la fauna que vive en el pastizal es un sustento valioso del turismo rural", y añadió que esta actividad "es una de las vías en las que la naturaleza paga su parte convirtiéndose así en un instrumento de desarrollo económico a la vez que de conservación".
Por lo tanto, indicó que "el turismo rural también favorece el encuentro y las coincidencias de las diferentes posturas sobre los ecosistemas". Precisó que "más de 90 por ciento del territorio nacional está administrado por productores rurales", y consideró que "si estos no están motivados a conservar la naturaleza, el esfuerzo que se haga en la reducida superficie de parques nacionales y reservas de naturaleza se disipa".
Así, subrayó que "el turismo basado en la naturaleza no es una moda", porque puntualizó que "se basa en un recurso crecientemente escaso y en nuevas demandas de la sociedad fundadas en la búsqueda de una mejor calidad de vida". A su criterio, "es una tendencia que llegó para quedarse", pero advirtió que "sin embargo nadie puede asegurar que serán los actuales habitantes de las zonas rurales quienes se beneficien con él".
Señaló que "los inversores externos y los 'neorurales', gente que se muda a la ruralidad buscando una mejor calidad de vida, suelen ser los más exitosos emprendedores de turismo rural". "No objetamos, ni a la inversión externa, ni a la de los habitantes de las ciudades que descubren en el campo una oportunidad de negocios y de vida, sin embargo estamos comprometidos con el desarrollo de las zonas rurales y con quienes la habitan", afirmó Barrera.
Opinó que "allí debe estar la prioridad para los proyectos turísticos con objetivos territoriales". En consecuencia, indicó que "para tener éxito, tanto en la conservación de los recursos como en una estrategia de desarrollo que privilegia a la población rural se requieren políticas activas". Sostuvo que "aunque el Programa Nacional de Turismo Rural (PRONATUR) indica que en los estamentos del Estado existe una preocupación por el tema, falta mucho por hacer".
"El turismo rural para ser un efectivo instrumento de valoración de la naturaleza y promotor del desarrollo de los territorios rurales requiere una legislación que considere a la actividad como una modalidad más de las que adopta la producción agropecuaria", afirmó Barrera. Consideró que "para ello se necesita una desregulación de las normativas de comercialización que movilice las iniciativas de los emprendedores; la coordinación de acciones y políticas de los organismos con competencia en la temática rural, agraria, de conservación de la naturaleza y de la cultura; y una política de promoción que mire el mercado interno".