Como apuntan varios informes del FMI, del Banco Mundial y de la OCDE, la crisis actual tiene ya graves consecuencias sobre los países pobres, en particular los del África subsahariana. Los esfuerzos de desarrollo de los últimos 20 años pueden quedar aniquilados. Si concebimos el desarrollo no en un sentido exclusivamente económico y productivista sino como la capacidad de integración del conjunto de los elementos que constituyen el sistema social global para obtener la cohesión colectiva, entonces podemos decir que esta crisis generará aún más subdesarrollo, malestar, pobreza y, en definitiva, migraciones, ya que afecta los recursos financieros de esos países.
De forma totalmente pragmática, podemos definir el "codesarrollo" como un desarrollo que engendra desarrollo. Esa visión se opone al desarrollo capitalista clásico, que produce subdesarrollo o un mal o nulo desarrollo. Una situación de codesarrollo significa que el desarrollo de un sistema se apoya y viene favorecido por el desarrollo de otro sistema.
También hay que distinguir aquí entre el codesarrollo y la mera cooperación internacional. Se trata de dos modelos distintos. La cooperación significa la búsqueda de objetivos particulares que corresponden a intereses comerciales, diplomáticos o estratégicos de socios que no tienen una finalidad común; es por ello que es coyuntural y siempre específica.
El codesarrollo, en cambio, produce consecuencias estructurales que afectan la finalidad de las relaciones entre los dos socios. Un ejemplo significativo de esa finalidad nos lo proporciona el mecanismo de los fondos de cohesión europeos que pretenden crear, lejos de una relación de cooperación comercial clásica, la integración sistémica entre los socios afectados. Desde principios de los años 80 del siglo XX hasta hoy, España se ha beneficiado de considerables fondos europeos para nivelar su sistema económico y social con el objetivo de integrarse en el mercado europeo. Ésta es una situación clásica de codesarrollo macroeconómico.
El codesarrollo vinculado a los flujos migratorios es, a su vez, una especificación del codesarrollo en tanto que sistema macroeconómico. Es sabido que, debido a la pérdida de fuerza de trabajo y a la fuga de cerebros, la inmigración tiene un efecto de sustracción de las capacidades de desarrollo del país de origen y de enriquecimiento unilateral del país de acogida (llegada de fuerzas de trabajo a un precio económico y capacidad tecnocientífica de los emigrados).
El codesarrollo tiende a neutralizar esa reproducción de desigualdad convirtiendo la inmigración legalmente instalada en el país de acogida en un vector de desarrollo del país de origen. ¿Cómo lo hace?
Fundamentalmente, gestionando de forma privada o pública el ahorro de los inmigrantes para financiar proyectos (macro o micro) en los países de origen, organizando migraciones temporales y alternadas, propiciando la cooperación descentralizada entre las colectividades locales al servicio de los micro o macroproyectos de desarrollo, formando a los "profesionales del desarrollo", reforzando la cooperación interuniversitaria, movilizando a las empresas para que inviertan en formación en los países de origen y generando intercambios culturales entre países de origen y países de acogida.
El mecanismo para formalizar ese tipo de relación es el de los "convenios de codesarrollo" firmados entre las autoridades nacionales, locales y privadas de los respectivos socios.
Los protagonistas son, en primer lugar, los propios inmigrantes sobre la base del voluntariado, los movimientos asociativos, las ONG, las estructuras financieras (agencias de desarrollo, bancos) y las empresas privadas. El papel de los poderes públicos debe consistir en favorecer financieramente y, sobre todo, jurídicamente a esas organizaciones. Por último, debe ponerse en marcha una política abierta de "visados para el codesarrollo" que debe posibilitar la movilidad entre el país de origen y el país de acogida.
Concebido de ese modo, el codesarrollo no es y no puede ser de ninguna manera una estrategia para "expulsar" a los inmigrantes a sus países de origen. Está condicionado, al contrario, por la consolidación del derecho a la integración de los inmigrantes en el país de acogida. La existencia de diásporas de inmigrantes reconocidas y protegidas, tanto por el derecho de los extranjeros como por el derecho a acceder a la nacionalidad del país de acogida respetando las normas previstas a tal efecto, constituye la base de toda política de codesarrollo.
Hoy la inmigración, de forma desorganizada, constituye una de las principales fuentes de ingreso de los países en desarrollo, muchas veces gracias a las transferencias de fondos. Ahora bien, eso sólo es posible gracias al reconocimiento de los derechos de los inmigrantes legalmente instalados en los países de acogida. Hay que defender más que nunca, en estos tiempos de crisis, ese derecho a la integración, condición imprescindible para que los inmigrantes puedan seguir ayudando con sus transferencias de fondos a sus países de origen, tan fuertemente golpeados por la crisis.
SAMI NAïR (*)
El País Internacional
(*) Politólogo, filósofo y sociólogo argelino. Catedrático en España