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Decía Helvétius | ||
Claude Helvétius, también conocido como Helvecio (1715-1771), fue un pensador de la Ilustración inclinado al "utilitarismo". Esa doctrina dice, en esencia, que los hombres buscan por necesidad la satisfacción de sus intereses, y les resulta bueno todo aquello útil para tal fin. Por esa razón es la ley la que debe equilibrar la diversidad de tales demandas y sus contradic-ciones. A este buen francés se le atribuye una frase que cuaja por estas tierras: "Son tan insensatos los hombres, que una violencia respetada (temida) acaba por parecerles un derecho...". A tono con lo que ocurre en los grandes centros políticos y económicos del país, en esta región, habitualmente más tranquila, también vienen sobrando ejemplos de una crispación que, por tristemente repetida, se naturaliza. Conviene recordar que la violencia no es sólo la agresión a la integridad de personas o cosas. Hay violencia del lenguaje, de los gestos, de las actitudes... En esta materia es ilustrativa la reciente confirmación de que el incendio del archivo municipal de San Martín de los Andes, ocurrido el cinco de agosto, fue un atentado. La intendente Sapag dejó entrever una vinculación del hecho con el paro de los municipales de julio pasado, y la decisión de su gobierno de descontar los días no trabajados. Los agremiados a ATE respondieron acusando a Sapag de imputar sin fundamentos, obrar de mala fe e ignorar a los que más necesitan. Haya sido quien haya sido su autor, ese fuego, que podría haber acabado con el centro cívico, es un acto deleznable, que intimida desde la oscuridad. Lo mismo puede decirse de los tajos a cubiertas o las pedradas a las casas de algunos funcionarios. Pero antes de estos episodios, incluso antes y durante el conflicto salarial, que mantuvo ocupada por dos semanas la intendencia, hubo imputaciones de hostigamientos a un lado y otro de la raya. Hubo funcionarios que acusaban a los municipales más exaltados de aprietes, y gremialistas que acusaban a los funcionarios de hacer intentos por colocar rompehuelgas, con amenazas de represalias y otras lindezas. Básicamente, existen cuatro alternativas para un cruce semejante. Una es que el gobierno diga la verdad y el gremio mienta. La segunda es la contraria de la primera. La tercera es que ambas partes mientan. La cuarta es que todos digan verdades, al menos algunas. Ahora bien, cualquiera fuere la opción siempre hay violencia en el resultado, pues no cambia el hecho de que unos les endilgan aprietes a otros. ¿Alguien investigó aquellos episodios, anteriores al atentado contra el archivo? ¿Alguien fue sancionado por actuar o decir con violencia? ¿Alguien fue siquiera sumariado entre los sobresaltados, ya sean éstos trabajadores o funcionarios? El caso es que casi nunca se llega a nada en las pesquisas sobre líos de este tenor, más que a alguna frase célebre del estilo de "investigaremos hasta las últimas consecuencias". Así, la violencia hecha, dicha o sugerida, se convierte en un ejercicio. Y el ejercicio en un método. Luego, el método genera una costumbre y la costumbre termina por asumirse como un derecho para el violento. Un derecho insensato, como marcaba Helvétius, pero derecho para quien lo siente suyo por arrebato y con desprecio por los demás. La impunidad tiene estos efectos. | ||
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