Sábado 29 de Agosto de 2009 Edicion impresa pag. 42 > Cultura y Espectaculos
"En el escenario, el corazón va a mil"
Entrevista con Jairo, que hoy comienza sus presentaciones en Viedma y en Neuquén. Repasa sus comienzos en la música, su carrera y su relación con el público.

Una línea de amor une la selección de los textos, las melodías, el cuidado y tratamiento de su voz, su modo de moverse cotidianamente y en el escenario. No se entiende la vida de Jairo de otra forma que no sea en torno al amor por lo que hace, lo que elige y decide. "Es un elemento clave que uno ame y quiera lo que realiza. Está directamente relacionada una cosa con la otra. Es imposible desarrollar una labor artística si no existe ese sentimiento, y la pasión también. Es un elemento muy importante para mí y para cualquier otra persona".

-¿Cómo -desde tu niñez- fuiste entrando en la canción a través del amor?

-El desarrollo de mi carrera ha sido bastante normal. Una cosa fue trayendo a la otra. No ha habido prácticamente interrupciones, salvo entre los dieciocho y diecinueve años. El resto ha sido un ciclo único y de una evolución permanente. Yo componía canciones cuando tenía esa edad y lo hacía porque quería que las cantaran otros. Había perdido la ilusión de cantarlas. De esa manera de abordar las cosas surgió que me propusieran grabar un disco en España, de mis propios temas. Después se fueron encadenando las piezas como una especie de cadena de sucesos, extraordinaria, que me fue llevando de un lugar a otro casi sin que me diera cuenta.

-Estar en tantas partes del mundo conociendo otras culturas, otros climas, otros modos de vivir, compartiendo con otros creadores, se ve sumamente nutritivo para tu carrera.

-Importantísimo, impensado y asombroso para mí. Siempre me ha sorprendido que un cruce de caminos muy fuerte decidió sobre mi destino de artista. Se produjo en el 77? Yo había grabado cinco discos en España y tenía una cantidad de actuaciones; empezaba a recorrer una carrera más o menos sólida en la mayoría de los países latinoamericanos donde llegaban mis discos desde Europa. Incluida Argentina. Ya tenía tres o cuatro canciones exitosas, lo que auguraba un futuro bueno. Y una mujer que se llama Sandra Le Brocq, inglesa, coreógrafa de la televisión española, me habló porque me veía posibilidades de cantar en Inglaterra. Había trabajado muchísimo allí, tenía contactos. Me acuerdo que hicimos un demo, grabamos "El valle y el volcán" en inglés. Bueno, se lo llevó con un dossier, con fotografías, esto, lo otro? Y un productor muy importante de aquella época (los años 60), se interesó mucho. Eso requería un trabajo previo, un aprendizaje de idioma y una cantidad de cuestiones que iban a llevar un tiempo. Yo estaba dispuesto a hacerlo, me parecía algo fuera de lo común?

-Pero cambió...

-Sí. En ese momento, cuando estaba por aceptar el camino inglés, me llamaron para cantar en el Olympia de París. Allí cambió totalmente la historia. Fue como barajar y dar de nuevo. Cambió la orientación de mi trayectoria. Y en Francia fue una especie de explosión muy fuerte, que me posibilitó un gran desarrollo. Lo que sucede en París repercute de inmediato en muchos países, son destellos muy fuertes, es una ciudad muy importante desde el punto de vista cultural, en cuanto los espectáculos. Si algo funciona, tiene éxito allí, resuena en otros lugares.

-En el escenario, transmitís espiritualidad a tu gente.

-Ese lado mío está más relacionado con la infancia. De muy chico he tenido un acercamiento muy grande, una especie de fascinación extraordinaria por lo religioso. Entonces, cuando empecé a cantar profesionalmente, eso se fue mostrando, saliendo de una manera espontánea. Inconscientemente. Mi primer disco en Argentina se llamó "Cielos", después hubo otro que titulé "Estam- pitas". Y hay cuestiones mucho más concretas, por ejemplo, que cantara el "Ave María" (de Franz Schubert) y que se transformara de un modo por demás inesperado en una suerte de hit en muchos países. Es una canción que tengo que cantar sí o sí, es uno de los pilares de mi repertorio.

-Imagino que la enorme actividad que has desarrollado, esta secuencia ordenada de crecimiento y evolución, debe dejarte tranquilo interiormente?

-Sí? De todas formas, la vida de los artistas es bastantes tumultuosa. Quieras o no, tarde o temprano, eso te alcanza también. Personalmente, estoy muy sorprendido de que mi trabajo haya tenido tanta repercusión y me haya permitido construir una carrera como la que hice. En ese sentido hay momentos en los que me siento muy tranquilo y me encanta sentirme así. No podría ser un cantante que se dedicara sólo a grabar discos? Son una especie de inyección vigorizante de mi deseo de cantar, de seguir y continuar. Y luego de actuar, me siento? Estoy completamente vacío. Termino los espectáculos derrumbado en el camarín. Necesito descansar, tomarme diez minutos, para volver a la normalidad de mis pulsaciones y demás. En el escenario, el corazón va a mil por hora, se dan una cantidad de cosas tan fuertes como difíciles de describir para el público. Mientras él está recibiendo otras sensaciones, yo estoy sintiendo todo eso. Por eso me hace falta una buena concentración. Mientras tanto voy contando historias y para mí es muy importante cantar las canciones, aprenderlas, luego digerirlas y sacarlas a mi manera siempre distinta. Entonces, después tengo una gran serenidad, sí, me siento muy tranquilo. Y lo disfruto mucho.

 

PARA AGENDAR

Con un recital dedicado al folclore, Jairo actuará hoy a las 21 en el Centro Municipal de Cultura de Viedma.

Mañana, a la misma hora, el cantante estará en el Casino Magic de Neuquén Capital.

Las entradas en Viedma cuestan 80 pesos y están en venta en Saavedra 245. En Neuquén, se pueden adquirir en Saturno Hogar.

EDUARDO ROUILLET

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