"No me quiero ir más de acá. Yo me quedó acá", dicen que dijo ayer a la mañana, muy temprano, el presidente paraguayo Fernando Lugo, luego de dar una vuelta corta por los jardines del Llao Llao y mirar alternativamente los lagos Huapi y Moreno casi queriendo definir con cuál quedarse.
Minutos antes, mirando el paisaje desde un inmenso ventanal de la planta baja del hotel, el colombiano Álvaro Uribe le comentó a un diplomático argentino: "¡Cuánta belleza hay acá!... ¡qué lugar!".
Y el peruano Alan García, cuyo aprecio por la Argentina se forjó hace muchísimos años al enamorarse de la Reforma Universitaria, y casándose con una cordobesa con la que tiene una catarata de pibes, se deshizo de admiraciones para con Bariloche a la hora de su discurso.
Luego, bajo dictado de sus esfínteres, dejó por un momento la sala de deliberaciones. Y de paso pegó una voltereta por varios ventanales para pispear nuevamente el paisaje.
Cuentan también que el ecuatoriano Rafael Correa deslizó ganas de quedarse hasta el sábado "para conocer algo de todo esto tan increíble que es Bariloche".
Si hasta bajo la lluvia, condicionados en sus movimientos, Bariloche sedujo a los mandatarios sudamericanos que participaron de la Cumbre de Unasur. Todos, a la hora de sus discursos, comenzaron agradeciendo a la anfitriona Cristina de Kirchner haber elegido este lugar para el complejo encuentro.
Piropos para una Bariloche con historia larga de piropos.