Ahora, los hechos, las conductas. El saber, por caso, cómo manejarán Colombia y Venezuela la creciente tensión que signa sus vínculos. Éste es quizá el único punto interesante que, de cara al tiempo por venir, arroja la cumbre en Bariloche.
Porque por lo demás en el encuentro pasó lo que estaba previsto que pasara: Colombia ratificó su decisión de aceptar bases de los Estados Unidos en su territorio. Y con desigual énfasis y argumentos, el resto de las naciones sudamericanas dejó sentadas sus inquietudes por la determinación. Veamos:
* Colombia no vino a Bariloche a rendir cuentas. Tampoco a dejar abierta la posibilidad de que se entendiera que puede revi-sar su decisión. Munido de una lógica impecable para respaldar las razones de seguridad que motivaron la determinación, el presidente Álvaro Uribe demostró que, en materia de poder, su gobierno no está para aprender sino para ejercer. No habló desde percepciones sino de política de realidad. Es más, sin duda asqueado de tanta sobredosis de demagogia que nutre al discurso en América Latina, conminó a sus pares a definir sin eufemismos la naturaleza de los problemas que en el campo de la seguridad sobrelleva el continente. "¡Cuando hablamos de terrorismos, hablamos de sangre, muerte, dolor! ¡Cuando hablamos de narcotráfico, hablamos de sangre, muerte, dolor! ¡No hablemos de ellos sin nombrar los que significan!", dijo. En ese marco de aplicación firme de lógica, en su momento podó, con sólida organización de datos, el intento del ecuatoriano Correa de colocar a la administración Uribe como responsable excluyente de la tensión que embarga a la región norte de Sudamérica.
* Otro dato positivo que emerge de la cumbre hace a la estabilidad de la Unasur. Si podrá consolidarse como espacio eficiente en el tratamiento de políticas de conjunto, lo dirá el tiempo. Toda reflexión sobre esta cuestión merece ser referenciada con la cuota de poder y sus limitaciones en la organización. Unasur, por caso, difícilmente pueda evitar incidentes bélicos en la caliente frontera colombiano-venezolana. Pero puede, sí, suavizar tensiones ayudando a mudar percepciones y estableciendo vasos comunicantes. Desde esta perspectiva, la cumbre de ayer fue un paso interesante para abonar el terreno en función de aquel rol.
* Otra cuestión interesante que deja la cumbre de ayer radica en que no se intoxicó con protagonismos excluyentes ni personalismos asfixiantes. Lo demuestra claramente el papel que cumplió el verborrágico Hugo Chávez. Hizo, sí, un deshonesto manejo de un documento académico sobre política de defensa de los Estados Unidos. Mintió al acreditarle la autoría del trabajo a Washington. Una maniobra que entusiasmó al ecuatoriano Correa, que a partir de ese momento repitió y machacó con estar "muy preocupado, alarmado" por el documento. Y una vez más fue el sobrio Uribe el que puso el tema en caja: "¡Esas hojas no tienen nada de nuevo, se consiguen por internet y no pertenecen al gobierno de los Estados Unidos!". Pero por primera vez en muchas cumbres, ayer Chávez no gritó. No agredió. No amenazó. Y en saludable aporte al buen estilo, sólo se deslizó por la vulgaridad en una sola oportunidad. No es poco tratándose de él. Una conducta que tiene su explicación en la fuerte presión que ejercieron sobre él Argentina y Brasil para que no estropeara lo que todavía está nonato: la Unasur.
Una cumbre que anoche ya era historia en la linda Bariloche.
CARLOS TORRENGO
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