La crisis económica mundial llevó a China a un callejón sin salida: el viejo modelo de crecimiento de la reserva de mano de obra del mundo, basado en exportaciones masivas, ya no funciona. Los consumidores estadounidenses tienen por primera vez que ponerse a ahorrar de verdad tras el colapso financiero y ya no pueden comprar tantos productos a China.
También la demanda de Europa está cayendo y el consumo privado interno no es capaz de absorber los productos sobrantes destinados a la exportación.
Con una cuota de sólo el 36% del producto bruto interno (PBI), el consumo en China es demasiado pequeño, la mitad del de Estados Unidos. "Es difícil impulsar la demanda interna de forma decisiva", reconoce el primer ministro chino Wen Jiabao.
Mientras en el extranjero la tasa de crecimiento en China en el segundo trimestre del 7,9% se percibe con una admiración sin críticas, el primer ministro advierte en contra de un "optimismo ciego". La situación no es tan rosa como podría parecer desde un punto de vista europeo por sus altas cifras de expansión.
El programa coyuntural masivo de cuatro billones de yuanes (568.000 millones de dólares) y sobre todo la violenta concesión crediticia de los bancos desde comienzos de año de casi ocho billones de yuanes (1,136 billones de dólares) proporcionó a China sólo una solución provisional capaz únicamente de superar las repercusiones actuales de la crisis.
Fluyó mucho dinero en especulaciones a la Bolsa de acciones de China, que pudo disfrutar de subidas en el curso de los valores. Pero no puede hablarse de la vuelta a una fuerte confianza en la economía. Más bien surgió una burbuja de acciones que amenaza con explotar mientras el grifo de los créditos se vuelve a cerrar poco apoco.
De forma similar crece la burbuja inmobiliaria: los precios de las viviendas guardan ya relaciones imposibles con los ingresos.
Los especuladores confían en que el gobierno evitará que el curso de los valores inmobiliarios se desplome y arrastre a todo el país hacia una crisis, o al menos antes del 60º aniversario de la fundación de la república popular que se cumple el 1 de octubre.
El primer ministro chino reconoce que a la economía le falta "vitalidad interna" y que el problema central de China es cómo puede impulsarse la demanda interna para manejar la crisis. "No es algo que pueda cambiarse de la noche a la mañana", dice Norbert Walter, economista jefe del banco alemán Deutsche Bank, durante una visita a Pekín. El experto cree que la economía china seguirá siendo impulsada en el futuro por las exportaciones, aunque no de forma tan fuerte.
China no tiene otra elección que impulsar su consumo interno. Y aquí está el dilema: los chinos, los campeones del mundo en ahorrar, no van a abrir sus alcancías porque China no dispone de una red social. Faltan seguros suficientes de jubilación y enfermedad y el país sufre un envejecimiento. Además, la educación de los hijos absorbe sumas enormes. A corto plazo nada cambiará y a largo plazo las repercusiones de las mejoras sociales en el consumo interno podrían sobreestimarse, advierten los expertos.
Debido a que los salarios en China crecen mucho más lentamente que la economía, el remedio radical que queda es elevar los ingresos, argumenta el economista Michael Pettis, profesor en la Universidad de Pekín.
El experto recomienda también eliminar las subvenciones a la economía exportadora, así como revalorizar la divisa china y liberalizar la política de tipos de interés. Las tasas deben subir para que los chinos reciban más por su dinero ahorrado y en vez de apoyar sobre todo a las empresas estatales habría que subvencionar a las pequeñas y medianas del sector servicios.
Ya que los estadounidenses no podrán volver a su orgía de consumo anterior, a China no le queda más que pasar de ser una economía orientada en la producción a una economía que impulse el consumo, opina el profesor estadounidense.
ANDREAS LANDWEHR
DPA