Martes 25 de Agosto de 2009 Edicion impresa pag. 44 > Cultura y Espectaculos
La soledad y la carencia atravesadas por el humor
Se presentó "Días eternos" en la Ciudad de las Artes de Roca. La obra de Carlos Pais fue recibida por un público que llenó la sala. Se estrenó como parte de un convenio con el Teatro Cervantes.

La realidad de un país puede ser sintetizada en los diálogos cómicos aunque cotidianos de dos ilustres desconocidos.

Dos vecinos. Dos amigos a la antigua. Dos tristes perdedores en un mundo donde no hay espacio para la gloria. Apenas capaces de sobrevivir y ocupar su tiempo, mientras, claro, el tiempo pasa. La vida convertida es un motivo de espera sin redención.

"Días eternos", una de las últimas obras del fallecido autor Carlos Pais, puede entenderse también como una radiografía de la Argentina actual en clave humorística. El humor sirve a modo de vino dulce para digerir una comida amarga.

Tres personajes se encuentran asociados y, en cierto modo, atrapados en una situación compleja donde confluyen la desocupación, la falta de dinero y la ancianidad.

La obra cuenta la historia de dos amigos (Marcelo Mazzarello y Ernesto Claudio) unidos malamente por la soledad y la falta de recursos que se ven, uno primero, el otro después, obligados cuidar de un anciano (Max Berliner) quien permanece en una silla de ruedas y en silencio.

Las cosas toman un pequeño e inesperado giro cuando descubren que el anciano balbucea un bello poema.

Entre el patetismo y la necesidad, entre el misterio de un lenguaje cifrado y la intención de resolverlo con fines probablemente mínimos, entre la soledad compartida y la falta de horizontes, avanzan a lo largo de un día que parece no tener fin.

Años de trabajo actoral

 

El abuelo no habla pero se expresa. Mastica vocablos, extiende con comicidad y sentido sus manos, se orina encima, se caga. En definitiva, lucha por un gramo de dignidad y por expresar algo en sus días finales.

El trabajo actoral es eficiente y sin sobresaltos. Marcelo Mazzarello y Ernesto Claudio saben al dedillo cuál es el tono y el ritmo que deben sostener durante su actuación.

Se nota, y mucho, que ambos tienen años escenario sobre sus hombros. Hasta cierto punto es como si la obra no tuviera personajes, puesto que cada cual se interpreta a sí mismo.

En cuanto a Max Berliner, es para él otro salto mortal en la escena del teatro, uno más de aquel que ha sido históricamente un artista en pleno uso de sus facultades.

De la obra teatral seria y profunda, al cine nacional pasando por la tira televisiva de media tarde. La determinación es su justo premio y su camino.

En verdad, el texto de País (que incluso podría ser más breve de lo que resulta porque los motivos de su desarrollo se acaban a los 40 minutos), no es una reflexión sesuda acerca de la vejez, ni siquiera sobre la cultura popular aquejada por la sombra de una recesión económica.

Es más bien un pantallazo, una mirada, un juego dialéctico que se escucha en las esquinas.

 

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

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