La política de salarios elevados en un sector como el de los rurales y actividades conexas, que ostenta niveles históricos, es un paso más hacia la destrucción del pequeño y mediano productor del Alto Valle y, simultáneamente, hacia la concentración de grandes empresas o extensiones. En estas horas, Uatre está convencida de que logrará la incorporación del 20% de zona desfavorable a su salario. Aun cuando Trabajo no le dio definiciones, ya lo ha festejado por anticipado, antes de liberar las rutas que bloqueó en 17 tramos para presionar, a costa de afectar los derechos de los demás.
Así, el poder político se ve desbordado por la amenaza de los gremios, una patria gremialista forjada gracias al guiño cómplice del gobierno nacional, la pasividad del gobierno provincial y, en cierta medida, la dificultad de la Justicia para encausar medidas. No extrañaría entonces que la Comisión Nacional de Trabajo Agrario dé luz verde al reclamo. Hay antecedentes. Pero se trataría de una concesión de naturaleza coactiva y no bajo análisis del impacto en el conjunto de los factores de producción.
Una suba de estos niveles sobre la mano de obra elevaría el costo de producción de la fruta, dejando fuera de mercado a aquellos que luchan para sostener la rentabilidad de sus chacras.
El pequeño o mediano productor tiene dos ejes bien definidos a la hora de trabajar sobre su matriz de ingresos y gastos:
- Tranqueras adentro, arma sus costos de producción independientemente de los futuros ingresos que percibirá. La mano de obra representa un tercio de éstos, los que ya se ubican, en dólares, muy por encima de la convertibilidad. Un aumento sobre una variable que tiene tan importante participación en la estructura de costos es algo en el mediano plazo difícil de revertir.
- Tranqueras afuera, los ingresos. Los pequeños y medianos productores perciben estos recursos en forma escalonada (en cuotas) y conforme al ánimo que muestran los mercados cada temporada. El mecanismo comercial sobre el cobro por lo producido se denomina "residual". Se toma el valor promedio de venta de la fruta en los distintos mercados y se van descargando todos los gastos hasta llegar a la puerta de la chacra. Lo que queda de esta ecuación va al productor. Si este valor es inferior a los costos, el chacarero contablemente entra en quebranto.
Se puede creer que este esquema se da en todos los actores de la cadena del sistema frutícola. Pero no es así. Algunos tienen más posibilidades que otros para sobrevivir a los escenarios negativos que se presentan en determinadas temporadas.
Una empresa integrada -con actividades de exportación, empaque y frío- puede soportar mejor la reducción a cero de su ganancia, o hasta padecer pérdidas, porque las compensa con ganancias en otras áreas. Tiene espaldas financieras, la posibilidad de maniobrar con los fletes internacionales o, sencillamente, mejorar su posición vendedora frente a determinadas circunstancias que el mercado les permite.
Desde luego las empresas tienen mayores riesgos económicos, pero éstos son compensados por la flexibilidad que muestra el negocio cuando se analiza un ciclo de cinco temporadas. El pequeño y mediano productor no tiene estas chances. Está más expuesto a la rigidez de un esquema que depende, por lo general, más de factores externos que de los propios.
De modo que la concentración de la actividad está ligada a este escenario comercial negativo para el pequeño y mediano productor. Y los costos de producción inciden exponencialmente en esta ecuación. De ahí los efectos no deseados de un nuevo incremento sobre los salarios. Consecuencia: los chacareros terminan por dejar sus tierras, que son adquiridas, en el mejor de los casos, por firmas solventes que necesitan ampliar su escala para ser más competitivas. El resto entra en abandono. La tendencia en tal sentido avala estos conceptos.
Además, el segmento del productor cumple un rol que va mucho más allá de lo productivo. Es un eslabón clave para sostener el esquema social que rige en el Valle.
No es bueno para la salud económica de la provincia que el productor desaparezca. Socialmente, es el sector de clase media más desarrollado, sostén de ese segmento rionegrino, por su eficiencia y por la estabilidad y prudencia en sus decisiones. El efecto de su desaparición sería preocupante. Un intangible que no es tenido en cuenta por las frías estadísticas comerciales.
JAVIER LOJO
jlojo@rionegro.com.ar