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Los diferentes gobiernos de esta etapa democrática del país han tenido al frente de su Secretaría de Cultura variados funcionarios y, con ellos, distintos propósitos y estilos de conducción. Cada uno con sus propias ideas sobre la misión que le competía según su visión personal sobre el significado de "cultura", un concepto amplísimo, complejo y resbaladizo que los activistas del gremio entienden como referido sólo a manifestaciones artísticas. Cada uno hizo como que lo tenía claro, que sabía bien a qué asuntos tenía que servir, y actuó en consecuencia. El gobierno de la Alianza tuvo un secretario sushi que tenía como proyecto la música roquera, las actividades masivas, el aliento al "consumo cultural" en la juventud y la declaración por la Unesco del tango como "Patrimonio oral e intangible de la humanidad". Su sucesor, peronista, proclamó que el papel de la cultura es atraer turismo internacional, generar "marcas" argentinas y "vender bien" la imagen de un país maravilloso. A éste lo sucedió como cabeza de la burocracia cultural, ya en el kirchnerismo, un sociólogo chistoso que declaraba muy suelto de cuerpo que esa cosa (la cultura) no era para él "prioridad de ningún tipo" y que en eso era solidario con su presidente Néstor Kirchner, para quien la cultura era algo así "como el gallinero del fondo". Ilustraba su proyecto de funcionario diciendo que tenía como objetivo otras formas de arte y costumbres distintas de las tradicionales; por ejemplo, ubicar al frente de la Biblioteca Nacional "a un filósofo propuesto por la CGT de Moyano" y auspiciar "muestras de arte cartonero y piquetero en el Palais de Glâce". A partir del 2004 se abrió un interregno -discreto, aunque gris- que acaba de ser clausurado con la renuncia del titular y el nombramiento de un reemplazante, un cineasta que promete, vistos sus primeros pasos, ser una "continuación por otros medios" del proyecto esperpéntico del inefable Di Tella. Abrió públicamente su gestión para el país entonando a voz en cuello, a coro con un auditorio efervorizado, no el Himno Nacional sino la marcha peronista. "Tantos amigos... tanta cultura", cerró la música conmovido, añadiendo: "Agradezco que se haya cantado la marcha, que expresa un sentir profundo; soy parte de una generación que ha expuesto su ideología y luchado por la libertad de todos". Después, previniendo que "nadie se asuste cuando dé a conocer mis posturas", expuso una visión cultural sintetizada en la idea de que "hay que politizar la cultura y usar la política" porque "la cultura debe ser una herramienta indispensable en la construcción de un proyecto nacional". Y citó a los pensadores nacionales y populares que han dado fondo a sus ideas y que estarán presentes en las que orientarán la construcción del nuevo proyecto nacional que asume como una de sus tareas en estas vísperas del bicentenario de la República: Ramos, Jauretche, Scalabrini, Galasso, Spilimbergo. Curiosamente, completó la lista de sus inspiradores con el nombre de Juan Bautista Alberdi, opositor de Rosas (a quien como cineasta él dedicó en 1993 una película) y crítico acerbo del populismo (su propia ideología). Retrotrayendo la crónica al episodio de la Secretaría de Cultura de tiempos de Di Tella y su celebrada declaración admitiendo que la cultura no era prioridad en absoluto, queremos referirnos a una manifestación pública de intelectuales populistas que conforman el grupo ciudadano más interesado en los problemas culturales según una ideología política afín a la del gobierno. Asunto de coincidencia, que habla de continuidad de ciertas ideas a lo largo del tiempo, en la ceremonia de asunción de Coscia la crónica periodística identificó una masiva presencia de esta línea "Carta Abierta" en el auditorio, así como la del dirigente de la Federación por la Tierra y la Vivienda Luis D´Elía. Pocos días después tuvimos el episodio de un pronunciamiento judicial citando a ese líder piquetero en indagatoria por la toma con violencia de una comisaría de la Boca y declaraciones suyas de "odio a los ricos" y "odio a los blancos". Tras cartón se conoció una declaración de escritores y artistas de "Carta Abierta" -movimiento que integra en primera fila el flamante secretario de Cultura- en respaldo del inculpado y de la aceptabilidad de los modos de protesta social de su activismo. El título del diario expresaba: "Intelectuales kirchneristas defienden a D´Elía". Las razones aducidas en justificación de tal solidaridad fueron expuestas por uno de sus representantes manifestando que el dirigente piquetero "no es ni un terrorista ni un criminal" y, en alusión a las movilizaciones que motivaron los sectores agrarios, que "los líderes piqueteros han demostrado muchas veces más civilidad que otros dirigentes políticos y sociales". Volviendo al acto de asunción del nuevo secretario de Cultura, éste aseveró en su discurso: "Creo profundamente que hay que politizar la cultura y culturalizar la política; de esta dialéctica se nutre una concepción que pone a la cultura en la proa del proyecto político del cual formo parte". Pensando sobre esta metáfora naval, la movilidad de los intelectuales populistas y el auge de los piqueteros en los reñideros de nuestra política enferma, nos viene a la memoria un episodio de aquella fantasía moral que Quevedo puso bajo el título de "Sueño del infierno" que contaba, en burla de los chapuceros de la medicina: "Oí decir a mis espaldas: ´Dejen pasar a los boticarios´. ´¿Boticarios pasan?´, dije yo muy afligido. Al infierno vamos". HÉCTOR CIAPUSCIO (*) Especial para "Río Negro" (*) Doctor en Filosofía
HÉCTOR CIAPUSCIO |
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