"Aquí nací yo, en el corazón de la ciudad, en la calle Tucumán, entre las calles Suipacha y Esmeralda, en una casa (como todas las de ese tiempo) pequeña y sin pretensiones, que pertenecía a mis abuelos maternos", relataba Jorge Luis Borges sobre su llegada al mundo un 24 de agosto de 1899.
Poco queda de esa Buenos Aires que albergaba su solar natal hace 110 años, pero lo que sí persiste es su obra, que le permitió atravesar fronteras y ganar un enorme reconocimiento internacional como una de las figuras más prominentes de la letras del siglo XX.
El autor de "El Aleph" trazó un particular universo literario habitado por espejos, laberintos, bibliotecas y tiempos circulares, donde también abundan la manipulación de la memoria y la identidad. A la vez, apeló a la erudición y las citas de libros reales e imaginarios, con un estilo deslumbrante por su precisión.
Se confesaba gran lector de cuentos, pero no así de novelas, género en el que no incursionó. Y comentaba: "No veo una literatura sin cuento o sin poesía, en tanto que una novela de cuatrocientas, quinientas páginas puede muy bien desaparecer". Borges también admitía: "Mis amigos me dicen que mis cuentos son muy superiores a mis poesías".
Pasó su infancia en el barrio porteño de Palermo, donde conoció las andanzas de compadritos y cuchilleros que luego habitarían sus ficciones. El precoz Georgie -así lo llamaban en casa- aprendió a leer en inglés antes que en castellano por influencia de su abuela paterna británica.
Tenía apenas nueve años cuando realizó su primera traducción del inglés al castellano: "El príncipe feliz", de Oscar Wilde. En 1914 viajó con su familia a Europa y se instaló en Ginebra, donde cursó el bachillerato. En su posterior paso por España, entre 1919 y 1921, tomó contacto con el ultraísmo.
A su vuelta redescubrió su ciudad natal, que lo inspiró para su primer libro de poemas, "Fervor de Buenos Aires" (1923). Este primer ciclo poético se completó con "Luna de enfrente" (1925) y "Cuaderno San Martín" (1929). Por entonces gestó también sus primeros ensayos, "Inquisiciones" (1925), "El tamaño de mi esperanza" (1926) y "El idioma de los argentinos" (1928).
En la década del 30 inició una larga y entrañable amistad con Adolfo Bioy Casares. Compartieron numerosas aventuras literarias, como la compilación de antologías de la literatura fantástica y policial y la creación de un escritor imaginario, H. Bustos Domecq, seudónimo con el que publicaron entre otros "Seis problemas para don Isidro Parodi" (1942).
En 1937 Borges se empleó en una biblioteca municipal. En la década siguiente fue testigo de una experiencia histórica crucial en la Argentina, la del peronismo, a la que siempre se opuso. No casualmente el gobierno de Juan Domingo Perón lo degradó en 1946 al cargo de inspector de ferias municipales.
Por esos años, el escritor erudito, irónico y polémico se consagró con la publicación de los libros de cuentos "El jardín de los senderos que se bifurcan" (1941), "Ficciones" (1944) y "El Aleph" (1949).
Como consecuencia de una enfermedad congénita, la ceguera le sobrevino en la década del 50, aunque lo había ido alcanzando gradualmente desde la infancia. "Fue como un lento atardecer de verano", explicaba, que sin embargo no le impidió seguir dictando sus obras.
En 1955, el gobierno militar que derrocó a Perón designó a Borges director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñaría hasta 1973.
Fue nombrado profesor de literatura inglesa en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires en 1956, tras afirmar: "Sin darme cuenta me estuve preparando para este puesto toda mi vida".
De hecho, el escritor contaba que la primera vez que emprendió la lectura del Quijote lo hizo en la lengua de Shakespeare. "Borges deja entrever así que desde el principio leyó con la misma irreverencia y los mismos desplazamientos con que más tarde escribiría sus obras", apunta Sergio Waisman en su libro "Borges y la traducción".
En la década del 60 comenzó a extenderse el reconocimiento a su obra. Fue galardonado con el Premio Formentor en 1961, compartido con Samuel Beckett, y el Cervantes en 1979, con Gerardo Diego. Pese a que su prestigio no paraba de crecer, no logró adueñarse del Nobel. Muchos lo adjudicaron a sus posturas políticas, que desagradaban a la Academia Sueca.
En 1967 se casó con Elsa Astete, pero luego se separó y regresó a vivir con su madre, Leonor Acevedo, con quien mantuvo siempre un vínculo muy estrecho. Contrajo matrimonio con María Kodama, su acompañante de los últimos años, poco antes de morir el 14 de junio de 1986 en Ginebra. Allí se encuentra su tumba, en el cementerio de Plainpalais.
En su vejez concedió numerosas entrevistas, en las que sorprendía con sus réplicas ingeniosas. Como por ejemplo cuando en un estudio de televisión parisino le preguntaron: "¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores del siglo?" Borges respondió: "Es que éste ha sido un siglo muy mediocre". (DPA)