Sábado 22 de Agosto de 2009 20 > Carta de Lectores
Obama retrocede

Aunque Estados Unidos gasta mucho más en salud -el 15,9% del producto bruto nacional- que cualquier otro país y cuenta con las instituciones médicas más avanzadas del mundo, la expectativa de vida de los norteamericanos es inferior a la de casi todos los europeos, los japoneses e incluso de los costarricenses y chilenos. La anomalía así supuesta no puede atribuirse sólo al estilo de vida poco sano favorecido por los estadounidenses, de los que según las estadísticas disponibles más del 30% son obesos. También es consecuencia de las deficiencias de un sistema sanitario que combina lo mejor con lo peor. El problema principal consiste en que aproximadamente 46 millones de personas no tienen cobertura médica, ya porque no están en condiciones de abonar las cuotas exigidas por las empresas de seguros, ya porque son jóvenes que creen no necesitarla, y por lo tanto dependen de servicios de emergencia que a menudo resultan inadecuados. En los años noventa, el gobierno del presidente demócrata Bill Clinton procuró reformar el sistema. Fracasó. Mal que bien, todo hace prever que los esfuerzos vigorosos del presidente actual, Barack Obama, por hacerlo tendrán un destino parecido. La propuesta de introducir un seguro médico universal ha provocado una reacción tan negativa por parte del grueso de los republicanos y muchos demócratas, que el gobierno se ha visto obligado a batirse en retirada, de suerte que lo más probable es que tenga que conformarse con una versión muy modesta del ambicioso plan original.

El debate furioso en torno del futuro del sistema de salud que se ha desatado en Estados Unidos ya ha puesto fin a la luna de miel de Obama: luego de siete meses en la Casa Rosada, disfruta de un nivel de aprobación que es levemente más bajo que el de su antecesor, George W. Bush, ocho años antes. Lo que debería ser aún más preocupante para Obama que su propia incapacidad para convencer a los escépticos de los méritos de su plan, es el tono exaltado que han adoptado tanto sus adversarios más vehementes como sus partidarios incondicionales. Según aquéllos, el gobierno quiere transformar Estados Unidos en una dictadura socialista; de acuerdo con éstos, encabezados por la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, los contrarios a las reformas son "antiamericanos", "ricos" sospechosamente bien vestidos y, desde luego, lobbistas empresariales. Se ha reproducido, pues, el clima rencoroso que imperaba cuando los críticos de Bush no vacilaban en colmarlo de insultos de todo tipo; a menos que los norteamericanos se tranquilicen pronto, seguirán profundizándose las divisiones políticas, sociales y raciales que según sus admiradores Obama ayudaría a superar.

Según el presidente, Estados Unidos no puede continuar negando a casi 46 millones de ciudadanos "una opción de cobertura accesible de alta calidad". En opinión de quienes se oponen a sus propuestas, los costos de la iniciativa que tiene en mente serían siderales. Los dos bandos tienen razón, pero desgraciadamente para Obama, a muchos de los más de 250 millones de norteamericanos que ya se suponen cubiertos no les hace ninguna gracia la idea de tener que pagar más en impuestos para un sistema más generoso que, temen, no tardaría en convertirse en una pesadilla burocrática. Por lo demás, los intentos de Obama de hacer pensar que en realidad las reformas costarían muy poco han planteado interrogantes en cuanto a su sinceridad, ya que no es necesario ser un economista para entender que en última instancia alguien tendría que pagar por las mejoras prometidas. Sea como fuere, aun cuando resulte imposible concretar los cambios impulsados por el presidente y sus simpatizantes, los costos de la maraña de programas que conforman el sistema sanitario norteamericano crecerán muchísimo en los años próximos, al jubilarse los productos de "la explosión de natalidad" que se dio en Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.

Los mayores de 65 años, además de los niños de familias pobres, ya tienen garantizada una cobertura médica estatal. La cantidad de personas así beneficiadas no podrá sino aumentar rápidamente en los años próximos, con el resultado de que el sistema de salud norteamericano, lo mismo que sus equivalentes de otros países, podría resultar insostenible incluso en su forma actual.

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