Para regocijo de algunos bienpensantes, quienes han hecho de la cuestión del "monopolio" un tema de honor para justificar una presunta cruzada que llevó años, el modelo Torneos de televisación del fútbol ha llegado a su fin y, por lo tanto, para ellos este mismo fin de semana se terminará el tiempo de la ignominia y de la manipulación, basado en el dinero, que todo lo puede.
Durante muchos años, esos cultores del purismo ético hicieron campaña sobre los males que la televisión le acarreaba al fútbol, con la autoridad moral que les daba la valentía de haber dicho antes que otros, y con todas las letras, que el contrato con la tevé había sido un entongue de Julio Grondona, hecho a dedo, sin sorteo ni licitación.
La prédica incluía, claro está, denunciar la discrecionalidad, el autoritarismo y el chantaje que hacía la tevé, que por entonces tenía la manija del negocio, que los dirigentes toleraban por un mínimo puñado de dinero.
El gran argumento de los detractores de Grondona y de aquel contrato estaba centrado en lo económico, ya que se llegó a afirmar que mientras la tevé ganaba 9.000 millones de pesos al año (sic) porque se ruteaban los partidos por los cables, los clubes argentinos eran pobres carmelitas descalzas que pasaban privaciones, cosa que en Europa no se concebía.
Por supuesto que el gran caballito de batalla fue martillar de modo permanente sobre un hecho incontrastable, como ha sido que la televisión impedía que los goles pudieran ser observados hasta la cero hora del lunes, cuando finalizaba "Fútbol de primera", una cláusula que, por supuesto, y aunque ahora Ernesto Cherquis Bialo se maraville, había consentido Grondona.
¿Cómo vendrá la mano de ahora en más? ¿Qué ha cambiado? A ver: no habrá que esperar hasta el domingo para ver los goles. Eso está muy bien y es un gran logro. ¿Y qué más? O está bien escondido o no se habla siquiera del concepto licitación; en esta fecha todo se verá por Canal 7 y en adelante no se sabe aún con qué dedo se van a asignar los partidos. En un alarde de pluralidad parece que tampoco se permitirán cámaras de otros canales en las canchas, ni siquiera para grabar o para mostrar las tribunas y relatar los partidos al estilo radio. Pero hay más: los cables seguirán difundiendo (y cobrando) las señales que no llegan por aire a todo el país, porque la infraestructura estatal está devastada (¿quién conserva en condiciones su vieja antena de terraza?). Por último, ya no duelen los $ 9.000 millones, ni siquiera 3.000. Algún detractor del "monopolio" anterior ha dicho, sacando su dedo al viento, que, bueno, que quizás tampoco sean $ 600 millones, pero que le parece que se podría recaudar el doble. ¿De qué manera? ¿Quién lo pagará? La publicidad no, seguro, ya que la torta de todo el año es de algo más de $ 1.000 millones y al fútbol se destina sólo una parte.
Entonces, ¿cuál será el cambio de modelo? ¿Será el Estado una vez más, es decir los contribuyentes de toda condición (sobre todo los pobres que pagan impuestos al consumo), el socio-bobo de esta nueva historia envasada con ropaje de Robin Hood? ¿Les importará algo de todo esto a los críticos consuetudinarios, a partir de que ahora la televisación del fútbol se convierte en algo tan nacional y popular? En este nuevo esquema el Estado y la AFA ahora se dicen socios, pero como el dueño del nuevo "monopolio" es quien se ha hecho fuerte, porque lo han convencido de que tiene un producto exclusivo y por lo tanto poder y capacidad de presión, el mismo no ha pasado de un privado al Estado, sino directamente a la Asociación del Fútbol Argentino. Ahora, cuando el dinero en juego es mucho más jugoso, seguro que para cobrar su parte la AFA no va a esperar a que el Indec le cuente los porotos. "No avivés giles, que se te hacen contra", suelen decir las culatas de los camiones.
¿Cómo será la cosa bajo las nuevas reglas? Seguramente, el proceso de aquí en más quedará siempre al borde de otro chantaje, como lo contó sin dramas de conciencia una voz aguardentosa muy cercana a Grondona: "Si hay problemas, al gobierno le decís que le parás el fútbol y santo remedio", se sinceró.
HUGO GRIMALDI (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Director periodístico de la agencia DyN.