Es imposible hacer un análisis sobre la realidad política nacional sin tomar en cuenta primero que el iceberg tiene siempre por debajo una montaña de hielo que es mucho más voluminosa que aquello que se observa sobre la superficie.
Mientras la realidad sobrevuela por el pedazo de hielo que flota en el mar a la vista de todos, Néstor y Cristina Kirchner se han dedicado allí abajo a elaborar el duelo de las elecciones perdidas el 28 de junio y desde esa oscuridad han construido una visión propia de las cosas que, a la vez que niega lo sucedido, los ha sacado de aquel letargo y les ha retemplado mágicamente el ánimo.
Estas nuevas ínfulas le han dado al gobierno en los últimos días suficiente aire para ejecutar un amplio viraje estratégico y retomar nuevamente el centro del ring, mientras la oposición se distraía con el diálogo, los analistas económicos con el desquicio del Indec, las facturas de los servicios públicos y los cuellos de botella del Fisco y la opinión pública, con los titulares referidos a la crisis del fútbol. El cambio hacia posiciones más radicalizadas que se terminó de desplegar durante la última semana involucra una fuerte ofensiva contra la oposición y los medios, tal su elección a partir de esa realidad tan personal que se han sabido construir en las últimas siete semanas.
La mayor parte de las veces, los mensajes aparecen, a modo de crípticas pistas, en los discursos y en las acciones u omisiones de los dos integrantes del matrimonio, sobre todo, a la hora de elegir las compañías. Todas estas señales están marcando de algún modo cómo los habitantes de Olivos transmiten su pensamiento y señalan a quienes consideran leales y a quienes, traidores. Durante la última semana hubo varios casos al respecto, como por ejemplo el lugar elegido para la reaparición pública y sobre todo las presencias que acompañaron a Kirchner en su visita al barrio que están construyendo las Madres de Plaza de Mayo en la Villa 15.
La sorpresiva aparición del ex presidente fue toda una definición de toma de partido por Hebe de Bonafini como defensora de sus banderas, junto a la presencia del director técnico del Indec, Norberto Itzcovich, un "morenista" de ley que a regañadientes ha tenido que pasar a depender de Amado Boudou; el viceministro de Planificación, José López, en medio de una puja con Julio de Vido, y el jefe de la SIDE, Héctor Icazuriaga. Ahora, Itzcovich dice que van a cambiar el método de medición para que los pobres no queden únicamente medidos por la variable del ingreso.
Pero, además, se avanzó con este plan para contrarrestar la apropiación que otros han hecho de la cuestión (la Iglesia, la oposición por izquierda y la Sociedad Rural, nada menos) y, sobre todo, para cicatrizar algo el estigma que un gobierno que se dice progresista ha contribuido a cristalizar, quizá no tanto desde los números en relación con 2001/02 sino desde la situación estructural que ha desesperanzado aún más a los desesperanzados.
Quizá por eso en el discurso de puesta en marcha de estos planes Cristina la emprendió contra los ricos cuando sugirió la confección de un padrón para conocer cuál es la brecha real entre los que más y los que menos tienen, un modo de decir que podría ir a buscar allí los recursos de que hoy no dispone para distribuir. También señaló la presidenta que "todos quieren saber quiénes son los pobres, pero está prohibido saber quiénes son los ricos" y con esta frase parecería legítimo pensar que alude a su propio patrimonio, mostrado de modo recurrente en estos días por los diarios, mientras otros ricos se esconden y son escondidos.
De allí la frase posterior del "fusilamiento mediático", referida a Manuel Dorrego, un héroe de raigambre populista del siglo XIX reivindicado por el revisionismo, quien fue fusilado por la oligarquía de entonces.
Sin embargo, esos dichos llevan inevitablemente a otra pista sobre el futuro que tendrá el avance del gobierno sobre los medios a partir de la discusión de la nueva Ley de Radiodifusión, frase que hay que emparentar con la arenga de Agustín Rossi en la Cámara de Diputados la noche en que el Frente para la Victoria consiguió renovar por un año las facultades extraordinarias destinadas al Ejecutivo: "Espero que (cuando se trate la Ley de Contenidos Audiovisuales) todos los señores diputados tengamos la misma dignidad que los presidentes de los clubes argentinos que le dijeron ´no´ al monopolio", dijo el titular de la bancada oficialista bajando un mensaje de Olivos en relación con el Grupo Clarín.
Es que el fútbol y la resolución de ese episodio que dejó fuera del juego a Torneos y Competencias con la complicidad de Julio Grondona y los dirigentes que fundieron a los clubes es lo que más ha enfervorizado a los Kirchner en el pasaje a la ofensiva, aun a costa de no saber qué se puede hacer y de qué manera para cumplir con la palabra de la gratuidad tan promocionada. En ese mismo acto de la Villa 15, Néstor volvió a hablar de fútbol gratis y esa misma noche el jefe de Gabinete Aníbal Fernández aseguró que lo que se busca es "un acuerdo en el que el Estado no tenga que poner un centavo para sostener el fútbol". Bien al estilo argentino, las encuestas dicen que la mayoría quiere que el fútbol sea gratuito pero que el Estado no se haga cargo de su costo. Y ésta es otra de las características del estilo tan personalista del matrimonio presidencial, propio de buscar siempre un rédito político pero que sea otro el que se encargue de las soluciones.
Con la oposición a la espera de que en diciembre varíe la composición de las cámaras, el matrimonio presidencial ha preferido ir por más y redoblar la apuesta con lo más radical de su repertorio. Todo parece indicar que han decidido morir con las botas puestas, aunque no puede descartarse tampoco que sea una táctica para forzar una salida si cambian los vientos.