Viernes 21 de Agosto de 2009 > Sociedad
Adolescentes autistas logran hacer amigos 
Socializar es algo que no se les da en forma natural. Pero con asistencia adecuada pueden lograrlo.

Andrea Levy, de 13 años, recordó una lista mental de normas a seguir cuando llegara su invitada: saludarla en la puerta, presentarla a la familia y ofrecerle una bebida fría. Sobre todo, hacerla sentir bienvenida al permitirle elegir qué hacer. ``¿Quieres hacer pizza ahora o después?'', ensayaba la espigada adolescente en la cocina, mientras su madre sacaba masa y diversos ingredientes para ponerle a la pizza. Este era un momento crucial para Andrea, una chica que sólo invitó a una conocida a su bat mitzvah, una ceremonia judía en la que se festeja que un adolescente llega a la mayoría de edad y se vuelve responsable de sus actos.

Andrea tiene autismo, y socializar es algo que no se le da en forma natural. Durante las últimas semanas ha asistido a clases que enseñan los delicados pasos para hacer amigos, normas de etiqueta para adolescentes autistas. Para Andrea, la cita para comer pizza es una gran prueba. Suena el timbre. La puerta se abre. ¿Podrá ella recordar lo que tiene que hacer? Y aún más importante, ¿logrará tener una amistad nueva? Incluso para jóvenes con facilidades sociales, los años de la adolescencia, llenos de angustia y presión de los compañeros, pueden ser un reto.

 Es una época especialmente difícil para chicos con enfermedades dentro del espectro autista, un término amplio para un rango de problemas cerebrales poco comprendidos, desde el síndrome de Asperger, menos severo, hasta el autismo más intenso marcado por la falta de contacto visual, mala comunicación y comportamientos repetitivos como el azotar la cabeza. Aproximadamente uno de cada 150 niños estadounidenses padece alguna forma de autismo, problema para el cual no se conoce una cura. Algunas investigaciones sugieren que los chicos autistas que reciben ayuda en una edad temprana pueden superar algunas de sus carencias, aunque las habilidades sociales que aprenden cuando niños pueden no ser tan útiles al llegar a la adolescencia.

``Muchos de nuestros chicos requieren una afinación (de sus habilidades sociales). Necesitan nuevas habilidades para ayudarles a sobrevivir en su nuevo mundo social'', dijo la psicóloga clínica Elizabeth Laugeson de la Universidad de California, plantel Los Angeles, que opera un programa de tres meses y medio de duración enfocado en amistades para adolescentes autistas con mayor grado de funcionamiento social, como Andrea. Cuando crecía, ella prácticamente no tenía amigos. O se mudaban de casa o se cansaban de su incapacidad para vincularse emocionalmente.

 A sus 18 meses de edad, los padres notaron que no tenía deseos de jugar, ni siquiera con su hermano mayor. Tras consultar a expertos, éstos les informaron que se trataba de autismo. Pronto la familia inscribió a Andrea en una terapia especial de juegos. ``Tratamos de ayudarla a que haga amigos, pero siempre está un paso atrás de sus compañeros'', dijo su madre, Gina Levy. En algunos aspectos, Andrea es la típica adolescente a la que le encantan las revistas de chismes de celebridades, las novelas románticas y los coros.

Pero puede ser introvertida y no siempre capta las sutilidades del lenguaje corporal y otras señales no verbales. ``Sé que soy extraña y sé que no soy normal'', afirmó. ``Siempre he sabido que no soy normal''. A pesar de ello, la reunión con su amiga para preparar pizza salió bastante bien. Tras intercambiar cumplidos, ambas se reunieron en la cocina. Andrea recordó sus obligaciones como anfitriona y le preguntó a su compañera de clase si ella quería agregar los ingredientes primero, a lo que su invitada le respondió amablemente que prefería que Andrea lo hiciera.

Tras la pizza, ambas fueron a la habitación de Andrea a ver una película, y luego jugaron videojuegos en la sala, donde la anfitriona venció casi todas las veces a su invitada, pero siempre procuró animarla en su desempeño. Posteriormente, tras enterarse que sus compañeras de clase estaban en la página de redes sociales Facebook, Andrea convenció a su madre para que le permitiera crear un perfil. Luego envió una solicitud de amigos, con la esperanza de que algunos la contactaran. Ya tiene 33 amigos, y la lista sigue aumentando. (AP)

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