La alianza de centro izquierda que gobierna Chile desde 1990 parece encaminada hoy a dejar el poder en medio de divisiones y peleas, que una también fragmentada derecha avanza a capitalizarlas en los comicios presidenciales de diciembre.
Hasta ahora de nada sirven la popularidad de la presidenta Michelle Bachelet y el reconocimiento, aun en la oposición, que el país avanzó como nunca hacia el desarrollo, desde el regreso a la democracia.
Ni los millones de personas que dejaron la pobreza desde 1990 o los millonarios planes de reactivación fiscal lanzados desde enero lograron aupar la candidatura del senador oficialista Eduardo Frei, quien gobernó el país entre 1994 y 2000.
El multimillonario Sebastián Piñera, quien tampoco despierta un apoyo mayoritario, asoma como el favorito para primera y eventualmente segunda vuelta, impulsado por una campaña que desborda recursos.
Ante la crisis, Bachelet abandonó su lejanía con la campaña y dio los últimos días un apoyo más claro a Frei. Voceó su respaldo en la prensa y programó giras conjuntas. "No me pidan neutralidad", sostuvo.
Desde la derecha, sabedores de la influencia y credibilidad de Bachelet, que goza una popularidad que bordea el 70%, acusaron a la mandataria de intervención electoral.
El propio Piñera, derrotado por Bachelet en la presidencial del 2006, dijo que la presidenta daba "respiración artificial" a Frei, que consigna un respaldo de un 20 a un 30% en los sondeos.
Frei retrucó poniendo el tema laboral sobre la mesa, el que siempre complica a la derecha y los empresarios. "Tenemos que darles más poder a los sindicatos", señaló ante dirigentes laborales.
La crisis además motivó el debate sobre la conveniencia de lograr acuerdos y reconciliaciones entre los partidos de gobierno y grupos descolgados del oficialismo, en especial el Partido Regionalista Independiente.
Esta organización es integrada por ex parlamentarios de la Democracia Cristiana, liderados por el senador Adolfo Zaldívar, primero aliado y luego crítico de Bachelet.
Dejar el poder es complejo, pero más para una coalición que suma cuatro mandatos en 20 años, período en el cual miles de personas pasaron a vivir de los sueldos de miles de dólares que son pagados a los funcionarios "de confianza" presidencial y/o ministerial.
Por ello, durante los últimos días hubo nuevas señales inciertas ante el ascenso del ex diputado socialista Marco Enríquez-Ominami, el tercer candidato con aspiraciones reales y también descolgado del gobierno. Tras semanas de ataques a Enríquez-Ominami, el ex presidente Ricardo Lagos (que gobernó en el período 2000-2006) deslizó que lo apoyaría en una eventual segunda vuelta entre él y Piñera. "Por la derecha no (voto)", afirmó.
Sin embargo, las sucesivas apariciones de Lagos en la prensa parecen develar una intención más profunda, una resucitación de su frustrado intento de ser abanderado del gobierno.
La campaña política, que transversalmente es criticada por su falta de ideas programáticas, sigue así un rumbo incierto, donde la pregunta es quién cometerá menos errores.
MAURICIO WEIBEL
DPA