En mangas de camisa, micrófono en mano, explicando en asambleas comunitarias de toda la geografía sus planes para reformar el sistema de salud de Estados Unidos y firmando editoriales en los principales diarios. Si no fuera porque Barack Obama acaba de celebrar sus primeros seis meses como presidente, se podría pensar que el país vuelve a estar en plena campaña electoral.
No es así, pero por poco. Porque la reforma sanitaria, una de las principales promesas -y apuestas- de campaña del mandatario norteamericano, está en plena ebullición y, sobre todo, en duda en vista de las fuertes reacciones que provoca en un país en el que prácticamente cualquier cosa que suene a intervencionismo estatal es considerado tabú.
La prensa estadounidense afirmó este lunes que la Casa Blanca podría estar dando marcha atrás en uno de los principales puntos de la reforma: una "opción pública" para aquellos -y son más de 46 millones de estadounidenses- que no se pueden permitir un seguro de salud privado.
Ahora el propio Obama, secundado por algunos de sus principales implicados en la reforma, afirma que ese punto no es un "elemento esencial" de los planes gubernamentales, destacaron los medios este lunes.
Tanto la secretaria de Salud, Kathleen Sebelius, como el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijeron en debates televisados el domingo que la opción estatal no era lo más importante del debate. Ya Obama lo había dejado caer en su última reunión vecinal, el sábado en Colorado, cuando dijo que "la opción pública, la vayamos a tener o no, no constituye la totalidad de la reforma de la salud".
"Una concesión al realismo político y una gran victoria para las aseguradoras", consideraba la noticia el diario "Los Ángeles Times", para el que ésta sería la "segunda vez al menos que hace una gran concesión a los más poderosos en el debate sobre el sistema de salud", tras el acuerdo que realizara la Casa Blanca con el principal lobby farmacéutico en junio.
Analistas achacan esta "concesión" no sólo a la oposición republicana sino también a las fuertes reticencias que la propuesta encuentra entre los demócratas más conservadores.
Pero "The New York Times" alerta de que renunciar a la opción pública conllevaría para Obama tanto "recompensas" -rebatir el mantra republicano de que su reforma pretende "asumir el control gubernamental" de la salud- como "riesgos", al "alienar" a los demócratas más liberales cuyo apoyo también necesita para que sus planes tengan éxito en el Congreso.
Entre ellos se encuentra el senador John D. Rockefeller VI, quien según el rotativo consideró que la opción pública "es el único medio probado para garantizar que todos los consumidores cuenten con opciones costeables, significativas y responsables en el mercado de los seguros médicos".
También el influyente ex candidato presidencial demócrata Howard Dean alertó este lunes en la cadena CBS de que si la reforma no incluye una "opción pública" no será aprobada. "No puede haber una reforma sin una opción pública", sostuvo Dean, para quien si esta alternativa no está incluida en la propuesta "entonces sería mejor afrontar la reforma en otro momento".
Según el diario on-line "Político", el estratega James Carville se convirtió en el primer alto demócrata que sugiere públicamente que podría lograrse una mayor "ventaja política" si se deja que los republicanos "maten" la propuesta de reforma. "Saquemos una propuesta y que la saboteen (...) que la maten con el dinero de los grupos de interés, y luego vayamos contra ellos. Eso es lo que deberíamos hacer", sostuvo Carville, de acuerdo con el periódico.
Una estrategia que, sin embargo, también conllevaría fuertes riesgos para la administración de Obama. Aún resuenan en los más altos oídos de la Casa Blanca las palabras del senador republicano Jim DeMint proponiendo hace escasas semanas un fracaso de la reforma de salud porque eso se convertiría en el "Waterloo" del mandatario.
Según "Político", la Casa Blanca pretende ahora retrasar hasta finales de setiembre la votación sobre la reforma en el Senado, prevista inicialmente para antes del receso de agosto y después fechada para el 15 de setiembre.
El objetivo: "dar un período de enfriamiento tras las estridentes asambleas comunales y a los estrategas, un mejor entendimiento de hacia dónde se encamina el Senado", explica.
Un enfriamiento un tanto difícil sin embargo, teniendo en cuenta la intensa cobertura mediática y la oleada de anuncios televisados pagados por los grupos de interés en contra y a favor de la reforma, con un presupuesto de "decenas de millones de dólares no visto desde las elecciones", recordó la cadena CNN.
SILVIA AYUSO
DPA