Tras meses de espera interminable para los lectores que habían quedado fascinados con las dos primeras entregas de la trilogía del escritor sueco Stieg Larsson (1955-2004), se publicó "La reina en el palacio de las corrientes de aire", que cierra el fenómeno que lleva vendidos más de diez millones de ejemplares en todo el mundo.
Como sus antecesoras, la nueva obra ahonda en conflictos y situaciones que sirven de telón de fondo para unos personajes bien definidos psicológicamente e impulsados por una escritura concisa pero llena de matices con la que el autor logra derribar los mitos del estilo de vida perfecto y del estricto sentido moral de la sociedad sueca.
El relato de los hechos envuelve al lector en una espiral de entramados jurídicos y políticos sorprendentemente documentados, donde la corrupción y la vulneración de los derechos civiles chocan entre sí para dejar al descubierto una sociedad con fisuras y desigualdades.
"La reina en el palacio de las corrientes de aire" -lanzada por el sello Destino- atrapa al lector desde la primera página porque retoma una escena decisiva del anterior volumen, "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", donde la acción culminaba con el personaje de Lisbeth Salander desangrada tras recibir una bala en la cabeza.
Como se esperaba, en la obra que cierra la trilogía Millennium la joven no está muerta, aunque no hay muchas razones para celebrar, ya que no sólo necesita el milagro de un habilidoso cirujano para salvar su vida sino que además está alojada en el mismo hospital que su enemigo, Alexander Zalachenko.
Celebrada como una de las heroínas más impactantes de la literatura de los últimos años, el personaje de Lisbeth fue una pieza clave en toda la saga para sostener el ritmo trepidante de la historia, pero además se convirtió en el arquetipo de las adolescentes de medio mundo por su lucha hacia las inconveniencias de la existencia y por su fuerza para seguir adelante pese a su desgracia natal.
La trama también propicia el reencuentro con los otros clásicos personajes de la trilogía, como Erika Berger -ahora alejada de la redacción del Millennium y dedicada a la dirección de un nuevo periódico- y Mikael Blomkvist, quien sabe que no puede dejar en manos de la Justicia y del Estado la vida y la libertad de Lisbeth, ya que pesan sobre ella durísimas acusaciones que hacen que la policía mantenga la orden de aislamiento.
No es hasta el tercer libro cuando se atan todos los cabos y se entiende lo que ha ocurrido. Pero hay algo más. En las novelas de detectives corrientes nunca aparecen las consecuencias de lo que ocurre en las historias del libro siguiente. En las mías, sí", había señalado Larsson en la única entrevista que concedió y que fue publicada en 2004 en la revista sueca Svensk Bokhandel.
Especialista en urdir argumentos de literatura negra de la más clásica intriga adornada de las últimas tendencias -que le permiten otorgarle a su protagonista las más modernas herramientas para combatir el mal- el escritor ha construido en este caso una trama que no tiene una historia paralela como en la primera entrega y que está concentrada en el instinto de superviviencia que deben poner en práctica todos los personajes ya desarrollados.Y es que Larsson, un ávido lector de novela de misterio que empezó a escribir por pura diversión, estaba tan obsesionado con la historia que podía llegar a beberse veinte tazas de café en una noche y, acompañado únicamente de una caja de cigarrillos, dar forma a las aventuras de Salander y Blomkvist, los Holmes y Watson del siglo XXI según sus fans, que ya se cuentan por millones.
De sus libros se han vendido cerca de diez millones de ejemplares en todo el mundo, tres y medio de ellos en Suecia, dato curioso para una población adulta que no supera los seis millones de habitantes y que no está acostumbrada a que una novela de detectives logre radiografiar un siglo en la vida de un país poco acostumbrado a las radiografías literarias. La exitosa trilogía arrancó con "Los hombres que no amaban a sus mujeres", un tratado sobre la violencia machista que sigue imperando en la aparentemente pacífica Suecia, a pesar de que el propio Larsson deja caer un dato escalofriante al respecto antes del arranque de cada parte de la novela cuando asegura que en Suecia "el cuarenta y seis por ciento de las mujeres han sufrido violencia por parte de algún hombre".
Luego llegó "La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina", en la que los rasgos particulares de la escritura de Larsson siguen presentes, en especial el compromiso social y la defensa de los marginados, aunque en este caso la trama original dedicada a la trata de blancas decae en detrimento del enredo tras la biografía de Lisbeth Salander.
Larsson planeaba escribir 10 capítulos de la serie llamada Millennium, pero su ritmo de vida frenético lo empujó a un ataque cardíaco fulminante apenas cumplidos los 50. Sus amigos y conocidos, han sostenido en entrevistas que era un tipo muy complicado pero increíblemente talentoso, dedicado a la escritura durante las noches y con muchos planes para esta serie de novela negra.
El éxito de su finalmente obligada trilogía fue tan resonante que se ha organizado una gira turística por las calles de Estocolmo donde transcurren las tres historias: el recorrido consta de 90 minutos de caminata, entre el lugar donde Lisbeth frecuentaba para tomar bebidas, Kvarnen en S"dermalm y la oficina de Mikael en Gotgatan.