Por estos días se discute, con frenesí mediático, la intromisión del estado en el salvataje del fútbol. Al asunto se llega tras hacerle pito catalán a un grupo privado, corrido del fabuloso y algo oscuro negocio de la exclusividad televisiva de la pelota. Lejos de esa disputa se cuecen otras asociaciones, más humildes pero de efecto similar: la incursión estatal en rubros otrora reservados al sector privado.
En pliegues del empresariado local provocó sorpresa la firma de un convenio de obra delegada entre la municipalidad de San Martín de los Andes y el Instituto de Seguridad Social del Neuquén. Se trata de la pintura y zinguería exterior del hotel local del ISSN, con terminación llave en mano por 474.153 pesos, y plazo de ejecución de 120 días corridos.
La delegación de obras a las comunas no es para nada extraña. Al cabo, se hace algo parecido con el mantenimiento de escuelas, pero sí es novedosa entre una obra social y caja de empleados públicos y un municipio. Al menos por aquí.
La cláusula quinta del convenio dice que la municipalidad no podrá transferir, total o parcialmente, la ejecución de la obra sin el consentimiento expreso del instituto. La cláusula séptima agrega: el personal "idóneo y suficiente" afectado a los trabajos deberá estar vinculado al municipio por contrato laboral y en "exclusiva relación de dependencia y subordinación". En pocas palabras, el municipio no podrá subcontratar tareas. Tiene que hacerlas con su personal, aunque no con su plantilla permanente. Y allí está la clave.
Una alta fuente del gobierno municipal, consultada por este diario, confió que el objetivo es -al tiempo de acercar recursos- proveer de trabajo a las decenas de contratados de los que se hizo cargo la comuna.
Ahora bien, el mismo municipio ha venido bregando históricamente para que las obras, públicas o privadas, se hagan con trabajadores radicados en la ciudad y tomados por las empresas, ya sean locales o foráneas.
Más allá del enojo empresario, por quedarse fuera de un negocio proveyendo aquí los mismos servicios con los que ahora compite el municipio, el dato es que los contratados comunales tendrán algo que hacer a despecho de obreros insertos en el mercado laboral, y que los privados contratarían con el mismo fin. Entonces, la suma dará cero.
Dicho de otro modo: el municipio otorgará labores concretas a la legión de sus propios contratados, pero en materia de generación de empleo y bienestar sólo se habrá desplazado el trabajo de un lado a otro.
Quizá debería pensarse en desafectar progresivamente y sin traumas a los contratados que desequilibran la nómina municipal, y promover su organización en cooperativas de trabajo, junto con otros que así lo quisieran (la presidenta anunció algo similar, el viernes, también en relación con la obra pública).
Luego, con su gente debidamente formada y en regla, esas cooperativas serían capaces de hacer su propia gestión con ayuda, llamado o incluso aportes del estado si persistiesen las condiciones de vulnerabilidad social.
Pero a la vez, también podrían ofrecerse como alternativa al sector privado cuando éste lo necesitase. No es nada novedoso, en verdad.
La cooperativa Cotrasmal, entre otras muchas en el país, se ocupa de la limpieza y desinfección del hospital sanmartinense. El único problema es que lleva meses sin cobrar una moneda del estado neuquino.
Contra eso no hay ingenio que alcance.