Sábado 15 de Agosto de 2009 18 > Carta de Lectores
Bases polémicas

Según el mandatario venezolano Hugo Chávez, merced a la voluntad del gobierno de Colombia de profundizar su alianza con Estados Unidos contra el narcotráfico y el terrorismo de retórica izquierdista, "empezaron a soplar vientos de guerra" en la región. Aunque la voluntad del presidente colombiano Álvaro Uribe de permitir a los norteamericanos tener bases militares en su país cambia poco, ya que desde hace años Colombia ha contado con la colaboración estrecha de la superpotencia en su lucha contra los cárteles narcotraficantes y agrupaciones "revolucionarias" como las FARC, el anuncio en tal sentido brindó a Chávez una oportunidad irresistible para acusarlo de planear, con la complicidad del presidente estadounidense Barack Obama, una invasión de Venezuela y Ecuador. Puesto que los gobiernos de dichos países han apoyado activamente a las FARC, a Uribe y Obama, no les faltarían motivos para emprender una ofensiva, pero la verdad es que resulta muy escasa la posibilidad de que hayan pensado en hacerlo. Como ambos entenderán, las consecuencias de un intento de solucionar manu militari los muchos problemas planteados por la agresividad de personajes como Chávez y su homólogo ecuatoriano, Rafael Correa, serían con toda seguridad sumamente negativas.

Si bien la idea de que haya bases norteamericanas permanentes en suelo colombiano molesta a casi todos los líderes latinoamericanos, ya que por razones evidentes quieren que la región se mantenga alejada de los conflictos entre la superpotencia y quienes sueñan con debilitarla, con pocas excepciones comprenden que el responsable de provocar la tensión actual no es Uribe sino Chávez. Incluso la presidenta Cristina Fernández de Kirchner criticó indirectamente al venezolano al afirmar que sería mejor debatir el tema "sin discursos estridentes, flamígeros". Puesto que el único que habla de tal modo es precisamente Chávez, se trató de una forma de acusarlo de estar más interesado en agravar la situación que en encontrar una solución aceptable a una crisis que tiene su raíz en la simpatía no oculta que sienten Chávez y Correa por una organización guerrillera agonizante.

De todos modos, la renovada beligerancia de Chávez tendrá menos que ver con su presunto temor a que el aguerrido ejército colombiano, con el respaldo de Estados Unidos, se haya preparado para una invasión de dos vecinos problemáticos, que con la alarma que siente por las crecientes dificultades internas enfrentadas por la "revolución bolivariana". Parecería que para el venezolano, mover piezas en el tablero internacional, hablando de guerras y baños de sangre no sólo en la frontera entre su país y Colombia sino también en Honduras, es una forma de distraer la atención de sus compatriotas del deterioro alarmante de una economía nacional cuyas vicisitudes dependen de la evolución del precio internacional del petróleo, ya que no cuenta con otras fuentes de ingresos. A menos que la eventual recuperación de la economía mundial -en especial de la cuarta parte conformada por la estadounidense- haga subir dicho precio a los niveles alcanzados antes de iniciarse la crisis, una proporción creciente de la población venezolana seguirá hundiéndose en la pobreza más absoluta. Y como si esto no fuera suficiente, se ha convertido en uno de los países más violentos del planeta, con tasas de delincuencia en ciudades como Caracas que son muy superiores a las registradas en las peores zonas del conurbano bonaerense. La reacción de caudillos como Chávez ante los desafíos planteados por una situación socioeconómica que no están en condiciones de mejorar es casi siempre la misma: procuran exportarlos, imputándolos a sus enemigos externos, los que en su caso son Colombia y Estados Unidos, y a los internos encabezados, claro está, por los medios de difusión independientes. Huelga decir que Obama, Uribe y los líderes de los demás países americanos no podrían hacer nada para atenuar los problemas internos de Venezuela aun cuando quisieran ayudar a un autoritario ambicioso que ha sucedido al dictador cubano Fidel Castro en el papel de alborotador en jefe regional, de suerte que es de prever que sigan soplando aquellos "vientos de guerra" que según Chávez fueron desatados por el acuerdo militar que están negociando Washington y Bogotá.

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