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En este año se cumple el 50º aniversario de la muy citada conferencia que pronunció C. P. Snow en Cambridge, en 1959, con el título de "La dos culturas y la revolución científica" que planteó el problema de un cisma en Occidente, la existencia de una cultura representada por los intelectuales literarios, hegemónica y sin embargo obsoleta, y otra, legítima y vigorosa pero ignorada por aquéllos, la de los científicos y pensadores empíricos. No había vasos comunicantes entre las dos debido, sobre todo, a "la supina ignorancia de los intelectuales literarios sobre los hechos de la ciencia". El proyecto moderno desde la Segunda Guerra era principalmente científico-tecnológico y, sin embargo, una gran proporción de la sociedad seguía habitando un mundo cultural libresco. Esta postura del escritor inglés se constituyó en referencia obligada de muchas discusiones sobre el tema desde entonces y popularizó la demanda de un cambio en el sentido de una extensión cultural de la ciencia. Aceptado esto, el remedio más ampliamente propuesto fue un cambio significativo en la educación. Se trataba de incorporar temas tanto interesantes cuanto formativos especialmente en el nivel preuniversitario. El propio Snow propuso primeramente como tema de estudio de la innovación educativa la Segunda Ley de la Termodinámica y luego, ante objeciones de que se trataba de algo demasiado complejo, el de la entonces novedosa cuestión de la estructura del ADN. Sobre esta idea y al poco tiempo, Francis Crick -precisamente uno de los héroes del descubrimiento del entonces visto como "código de la vida"- se pronunció por un tema bien distinto: la etología animal. Lo consideró un asunto fascinante para la educación general. Sus razones eran varias. Que es fácil de aprender y los conceptos no son demasiado extraños para nosotros. Que el comportamiento animal se ha convertido en una ciencia -esto es, pueden ser planteadas hipótesis sujetas a refutación por experimentos-. Que está en un período de crecimiento que probablemente continúe por muchos años, de modo que los estudiantes podrían tener la ventaja de aprender una ciencia viva y en desarrollo. Que enseña una de las grandes lecciones de la ciencia en una forma en cierto modo personal. Es notable, advertía, que tantas personas han tenido por tantos siglos gatos y perros y sin embargo hayan aprendido tan poco sobre ellos, a no ser algunas dudosas intuiciones basadas en ideas tradicionales sobre el comportamiento humano. Este aniversario de la conferencia sobre "Las dos culturas" ha dado lugar a manifestaciones diversas. Un científico inglés hizo, al evocarla, declaraciones interesantes. A. C. Grayling, profesor de Filosofía del Birbick College de Londres, apuntó al hecho de que la brecha entre los representantes de la cultura científica y los exponentes de la literaria se ha venido agrandando y ello por culpa sobre todo de los últimos. Hay un problema adicional, enfatiza: el hecho de que tantas personas en posiciones de autoridad pública -como parlamentarios y ministros del gobierno- hayan sido formados desde las humanidades y, como carecen en absoluto de background científico, no entendieron realmente lo que ha estado pasando en la ciencia. Piensan, como expresa un viejo dicho de la cultura, que hay que tener a los expertos abajo, no arriba. No quieren recibir a los científicos en el sistema de gobierno o el servicio civil, salvo que sean más o menos reconocibles dentro de su propio sector. El profesor Grayling se alarma de que a 50 años desde aquella conferencia, la brecha se haya ensanchado, y mucho. Se da el caso de que la gente que toma decisiones sobre políticas de financiamiento científico tienden a ser personas provenientes del derecho o las humanidades. Razona que la ciencia es el mayor logro de la historia humana y, siendo así, se pregunta cómo se puede hacer para que la gente participe de ella. Y halla que el único camino para tender un puente en esta división es el consabido: incrementar el alfabetismo científico. La real urgencia está en aumentar el conocimiento sobre ciencia en el sector de las humanidades pero, en rigor, se trata de una calle de doble mano. Y esto es así porque los científicos también necesitan cultura humanística y deben advertir que sus responsabilidades hacia la sociedad amplia los obliga a hablar sobre lo que están haciendo, a explicar lo que investigan, a informar a la sociedad sobre sus trabajos y su búsqueda. Debería haber interacción. Es el único modo en que la brecha puede al menos ser disminuida, aunque por supuesto en última instancia debería ser borrada. Otra de las muchas manifestaciones que ha suscitado el aniversario de aquella conferencia de 1959 sobre "La dos culturas" es la que contiene un manifiesto de amplia circulación en la red que se titula "The New Humanists". Su autor es John Brockman, un escritor, editor y agente de muchos de los best sellers sobre materia científica de los últimos años, quien viene postulando desde hace dos decenios la emergencia de una "Tercera Cultura". Ésta, que es, dice algo radicalmente nuevo que está en el aire, vendría a llenar el lugar que desde el Renacimiento ocuparon las disciplinas humanistas, hoy en gran parte según él "cultura fósil". (Pero admite que hay signos de una creciente atención de estudiosos humanistas que ya piensan del modo como lo hacen los científicos). La idea-fuerza que difunde desde la activísima Edge Foundation reside en la convicción de que los grandes científicos creativos de la revolución en curso han tomado el lugar de líderes de la cultura, algo que patentiza el mundo real con el fortísimo interés con que el público alienta y recibe las novedades en materia científica. El último párrafo de su manifiesto -que hace cabeza a una encuesta sobre sus tesis entre una veintena de científicos relevantes- expresa como conclusión que la nueva cultura emergente está caracterizada por una manera nueva de pensar sobre ideas que ponen en cuestión muchas de nuestras asunciones básicas sobre quiénes y qué somos, sobre qué significa ser humano. Pero en cuanto al asunto de las dos culturas se inclina finalmente por un particular eclecticismo. Escribe: "Las artes y las ciencias están otra vez juntándose en una sola cultura, la tercera cultura. Aquellos que se involucran en este esfuerzo en uno u otro sector de la vieja división de Snow están en el centro de la actividad intelectual de nuestros días. Ellos son los nuevos humanistas". HÉCTOR CIAPUSCIO (*) Especial para "Río Negro" (*) Doctor en Filosofía
HÉCTOR CIAPUSCIO |
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