Jueves 13 de Agosto de 2009 Edicion impresa pag. 44 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: Para decir adiós

A mi madre la guían los astros. No puedo ser tan tajante, la guían su instinto, los astros y las cartas del tarot.

Últimamente la runas también tienen algo que decir acerca de su existencia y, por prolongación, de la mía.

Horas atrás me ha explicado lo que la bruja dictaminó: "para decir definitivo adiós a tu padre, debes desacerte de sus objetos íntimos que aun conservas. De ese modo saldrá de tus sueños para siempre".

En el entretecho de mi casa conservo unos pocos y preciados recuerdos. Una fotografía en la que se lo observa sonriendo arriba de un bote en Puerto Montt. Lejos de la estética marina, viste riguroso saco y corbata.

Por lo demás, tengo traspapelados tres poemas que escribió en distintos momentos. Uno que hizo por encargo dedicado a una escuela rural (la idea era que él mismo lo leyera durante un acto oficial), otro muy elogioso y no demasiado romántico dedicado a su última pareja, y el tercero, referido al drama de los niños en Africa.

Tenía unas grabaciones suyas pero se fueron junto con varios kilos de basura en el proceso de una mudanza. Y eso sería todo.

Tal vez deba resignarme a que mi padre se me aparezca vivo en los sueños recriminándome, cual fantasma de Shakespeare, por haber vendido su casa en la que ya no puede dormir, su incómodo sillón y su cocina de seis platos.

Hay una obviedad en todo esto que he pasado de largo. Mi padre me dejó miles de libros. O sea, no. La bruja debería saber que el objeto más íntimo que me heredó fueron esas miles de páginas pobladas por fantásticas, maravillosas, eruditas o aburridas historias.

Debo reconocer que asumí por años que su violencia y una parte de su dolor, eran míos. Estaba en un error.

Sin romper una fotografía, sin quemar una sóla línea fugada de su mano, me siento en condiciones de decirle adiós, viejo, vete en paz.

Sin embargo, parece que despedirse es una forma de entender la vida. O, dicho de otra manera, sino entiendes que desvincularse de amigos, parejas o gatos, es un hecho natural y a veces necesario, pues, vas a sufrir más de la cuenta.

No sólo de los fantásmas nos alejamos silbando bajito. Las personas que respiran y hablan, aquellas que durante años nos acompañaron, encuentran sus propios caminos. Entonces, levantamos el pañuelo y nos quedamos un poco tristes pensando en aquello de que decir adios es morir un poco.

No deberíamos buscar aquí el principio de un drama aunque duela y mucho.

Humphrey Bogard empuja a Ingrid Bergman al último avión que sale de Casablanca. Los enamorados (los que están locos por ella) de Mary gimen y la dejan a solas con su novio ideal. Un joven Neruda asegura que el "Poema 20" será el último que le escriba a su amada. El cine y la literatura como metáforas de lo real.

Será una discusión donde escupiremos veneno por la boca, será una flor, un vaso de champagne que apuraremos por todo lo vivido, será una canción o un simple "nos vemos" en el teléfono, tarde o temprano se encuentra la forma. Cada cual sigue su ruta. Su Dharma.

Mi hipótesis es que un día ubicado aun en un futuro que permanece en sombras, seremos capaces de sacar mejores y más profundas conclusiones.

Sentados junto al fuego, en una noche a solas con las estrellas, sabremos que antes que nada hemos transcurrido. Que amamos. Y que, especulando con un dulce acto del destino, probablemente alguien sintió lo mismo por nosotros.

 

CLAUDIO ANDRADE
candrade@rionegro.com.ar

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