Que un negro -Barack Obama- sea presidente de los EE. UU. es casi un milagro. No hace tantos años un presidente negro era un absurdo, una idea ridícula. Mas helo aquí. Cuánto será el poder que ha de ejercer está por verse.
Obama publicó una autobiografía en 1995, cuando era un trabajador social en Chicago y estudiante de derecho en Harvard. El libro es conmovedor: relata, en un tono muy personal e íntimo, sus experiencias como negro -con o sin el eufemismo de "afroamericano"-, como trabajador social y como hijo de un abogado de Kenia que abandonó a su familia para volver a su país para luchar por su independencia. Obama trata de encontrar sus raíces africanas, y encuentra muchas. Eso le da derecho, dicho sea de paso, a retar a los africanos como lo hizo en su reciente discurso en Accra, Ghana. El libro se llama "Los sueños de mi padre: una historia de raza y herencia" (en inglés Dreams from my father: a story of race and inheritance).
Barack Obama nació en 1961 en Hawaii, de padre keniano, de la etnia luo, y de Anna, su madre blanca, antropóloga que después del regreso de su marido a Kenia se casó con un indonesio y se fue al país de éste: de modo que parte de la infancia de Barack transcurrió allí. Hasta que su padrastro se vendió a la dictadura de Suharto y Anna volvió a Hawaii.
Los padres blancos de Anna mostraban claramente la ambigüedad de los liberales blancos, que creían que no eran racistas, pero: ¿qué dijeron cuando su hija se casó con un negro? Brava y amorosamente aceptaron al yerno keniano y al nieto mulato, que estuvo mucho tiempo con ellos. Mientras vivió, el yerno -llamado también Barack- aparecía de cuando en cuando y alborotaba toda la sensación de pertenencia de Barack.
Hawaii es un crisol de razas, pero allí hay más asiáticos que negros. Barack no logró, en ese ambiente, superar su "negritud". Cuando le tocó ir a la universidad, -los Obama no eran una familia pobre- fue a la de Columbia en Nueva York y en esa ciudad se relacionó con el ambiente de los negros pobres, maltratados, segregados y enojados. Luego, obtuvo un puesto bien pagado de asesor financiero en Los Ángeles y cuando ya estaba incorporado a la satisfecha burguesía negra, tomó conciencia de que no era ése el futuro que deseaba. Renunció y se fue a Chicago a hacer trabajo social entre los deprimidos y desocupados negros del "South Side", ex gran ciudad industrial donde casi todas las fábricas habían cerrado y donde el ambiente de fines de los años 80 que Obama describe es indistinguible de cualquiera de las "villas" del gran Buenos Aires: barrios deteriorados, violencia, resentimiento, una juventud que no trabaja ni estudia, desorientación, alcoholismo, droga. Desde entonces, buena parte de la zona ha sido reurbanizada. Nada se ha oído de la vivienda de los negros pobres que la habitaban.
En aquel medio hostil, sin embargo, hay un movimiento de recuperación, de recreación de la solidaridad, encabezado por algunas iglesias. Obama no pertenece a ninguna, pero, además, aun entre éstas no hay colaboración sino desconfianza, como la hay entre negros y blancos igualmente pobres. Existe, además, un autodesprecio de los negros, que se ven retratados en el espejo deformante de la publicidad blanca -quisieran ser blancos pero no pueden, aunque se planchen el crespo cabello y se lo tiñan de rubio-. Obama se sumergió en todo esto y, como tiene carisma y liderazgo, se relacionó con los dirigentes de una iglesia especialmente activa y algo consiguió. Finalmente reconoció sus propios talentos y se presentó como estudiante a hacer un doctorado en leyes -especializado en legislación social- y fue aceptado nada menos que en Harvard, donde se recibió con los máximos honores. Volvió, sin embargo, a su trabajo social en Chicago, aunque esta vez lo combinó con un puesto de profesor en la Universidad de Chicago, mundialmente famosa pero está ubicada en pleno y deteriorado barrio negro.
Obama ayudó a sus hermanos de raza y buscó sus raíces en África. En Indonesia y en los EE. UU. -aún adolescente y adulto joven- entendió muy bien hacia dónde iba la economía de su país: comparó la economía tradicional pobre de Indonesia con los restos de una civilización occidental industrializada pero destruida, porque la industria se había ido a un lugar donde la mano de obra era más barata.
Con una modestia notable, Obama no nos relata sus éxitos académicos en su libro, escrito antes de que aspirara siquiera a una carrera política. La reedición del 2004 está precedida por un prólogo que tampoco menciona estos temas, aunque, para ese entonces, Obama ya era senador por el Estado de Illinois y fue miembro informante de la convención demócrata que consagró a Kerry como candidato en ese mismo año. No sabemos si entonces ya se le había pasado por la cabeza el que un negro pudiera aspirar a la máxima jerarquía -aunque tal vez no a la máxima autoridad- del país, la presidencia.
El presidencialismo estadounidense -que a veces se compara con el nuestro, que otorga al presidente poderes casi reales- tiene muy concretas limitaciones prácticas, además de las constitucionales: aquello que el presidente Dwight Eisenhower -que era militar, así que sabía de qué estaba hablando- designó con el término: "complejo industrial-militar". Un presidente negro y progresista -anti-Bush en casi todos los aspectos- está rodeado de trampas, personificado en los viejos funcionarios, y tendrá que cuidar cada uno de sus pasos, en el sentido metafórico de esta expresión y además en la muy real de su protección personal.
El "establishment" de las empresas multinacionales que dominan la economía estadounidense no impide que existan cientos de miles de pymes, como entre nosotros, pero su ideología está basada en ideas completamente contrarias a las de Obama. Completamente estamos viendo cómo una de las bases de su programa -el mejoramiento de la atención médica a los más pobres- choca con dificultades aun en un Congreso que tiene mayoría demócrata. A pesar de su liberalismo y su antiestatismo, el sistema hace lo contrario de lo que proclama y tolera que el gobierno los salve mediante billones de dólares de la quiebra en la que la ha sumido su propia irresponsabilidad o incompetencia. ¿Qué pasaría si Obama se enfrentara con esos que disponen del poder real, en los Estados Unidos y en el mundo? Hasta ahora, aun reafirmando su compromiso con la seguridad de Israel, Obama ha podido extender una mano -no amistosa, pero cortés- a Irán y retar a sus semicompatriotas africanos por su desunión y su corrupción. Sin embargo, la primera crisis internacional real que debió enfrentar Obama es la del golpe de Estado en Honduras. Los EE. UU. calificaron lo ocurrido como golpe de Estado y apoyaron el leve reto que significa la exclusión de la OEA. Sin embargo, y dada la larga historia de la injerencia de los EE. UU. en América Latina, hay sospechas y alguna evidencia del asesoramiento estadounidense a los golpistas. De hecho: ¿hubiera podido Hillary Clinton reemplazar limpiamente a todos los embajadores de Estados Unidos en América Latina, dado que la mayoría de ellos tiene alguna relación con la "Escuela de las Américas", la escuela militar donde todos los Pinochet y los Videla aprendieron las técnicas del golpe de Estado y las de la tortura? ¿Es posible que el de Honduras haya sido una especie de golpe de Estado contra Obama? El Congreso y la Suprema Corte de Honduras no tenían ninguna necesidad de que los militares sacaran a Zelaya del país en pijama en medio de la noche: podrían haberlo destituido legalmente en 24 horas mediante un juicio político. La opción elegida deja muchas dudas.
Y después están aquellos enemigos fanatizados de los negros, los Jim Crow, los autores de las leyes discriminatorias que reemplazaron a la esclavitud; aquellos que en otros tiempos no tan lejanos quemaban cruces ante las casas de los negros y linchaban a aquellos que les parecían que se portaban mal: los que no eran sumisos como el Tío Tom, prototipo del negro que agacha la cabeza y se somete a todas las humillaciones. Ahora Jim Crow tiene que soportar un presidente negro. ¿Quemarán cruces frente a la Casa Blanca?
TOMÁS BUCH (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Tecnólogo generalista
