Miércoles 12 de Agosto de 2009 20 > Carta de Lectores
Algo más que un símbolo

A muchos dirigentes opositores y a casi todos los empresarios les cuesta comprender los motivos por los que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner no sólo reivindica lo hecho hasta ahora por el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, sino que también insiste en darle cada vez más poder. Aun cuando se tratara de un funcionario eficaz injustamente criticado por los resueltos a debilitar todavía más al gobierno, a esta altura Cristina debería reconocer que los costos políticos y económicos de respaldarlo exceden por mucho el valor de sus servicios, pero sucede que, la presidenta y su marido todopoderoso aparte, virtualmente nadie lo cree capaz. Antes bien, hay consenso de que, como acaba de afirmar el ex ministro de Economía, Martín Lousteau, Moreno es "una persona que desde el punto de vista intelectual es un cavernícola pero en su cabeza cree que es un economista".

La mayoría de los interesados en las vicisitudes del gobierno atribuye la permanencia de Moreno en el cargo que le ha permitido ocasionar tantos perjuicios a la economía y al clima político a que Néstor Kirchner entiende que su eventual salida sería festejada por la oposición como un gran triunfo, lo que podría tener consecuencias alarmantes para el ex presidente mismo porque entonces los "destituyentes" se concentrarían en reclamar que él también se aleje del poder. Tal planteo dista de ser descabellado, pero así y todo reflejaría una cortedad de miras peligrosa porque significaría que a los santacruceños les tienen sin cuidado los destrozos que está provocando la gestión atropellada de un personaje que, por desgracia, desempeña un papel clave en el equipo oficial. Asimismo, supondría que, si bien es posible que a veces no coincidan con las propuestas de Moreno, en términos generales los Kirchner comparten su actitud voluntarista y creen que los únicos que se le oponen son los contrarios al "modelo". De ser así -y todo hace pensar que lo es-, al país le aguarda un período de deterioro económico acelerado, ya que, para citar nuevamente a Lousteau, Moreno "es un economista desastroso".

Si luego de la derrota humillante que sufrieron en las elecciones legislativas, la presidenta y su marido reconocieran que no tienen más alternativa que la de acercarse a la oposición moderada, ya hubieran obligado a Moreno a presentar su renuncia porque no cabe duda alguna de que es el símbolo máximo de todo cuanto la mayor parte de la ciudadanía repudia en el kirchnerismo: el autoritarismo prepotente, la discrecionalidad, la costumbre de improvisar torpemente sobre la marcha sin preocuparse por las consecuencias, el desprecio por quienes piensan distinto, el matonismo y, desde luego, la mendacidad sistemática que durante mucho tiempo ha sido característica del Indec. Sin embargo, parecería que el matrimonio gobernante imagina que el paso del tiempo le permitirá superar la derrota electoral con tal que la traten como un revés pasajero de importancia reducida, razón por la que no les convendría hacer ninguna concesión. Por algunas semanas, el "diálogo" sirvió para que la oposición respetara una especie de tregua tácita, pero la terquedad de la que han hecho gala los Kirchner ha sido tan provocativa que muchos dirigentes de la UCR, la Coalición Cívica, PRO y el peronismo disidente están preguntándose si lo que quiere el gobierno es provocar una ruptura. Al fin y al cabo, a los Kirchner no les sería nada difícil mejorar el clima, ya que bastaría con aceptar que, por lo que representa, Moreno constituye el obstáculo principal en el camino de un acuerdo político que, a cambio de asegurar que Cristina siga en la Casa Rosada hasta diciembre del 2011 sin tener que enfrentar un Congreso hostil, obligaría al gobierno a asumir una postura que la oposición responsable podría apoyar. El que los Kirchner se hayan negado a considerar dicha alternativa y, para más señas, parezcan decididos a dejar que dos aficionados obstinados, el diputado electo Kirchner y Moreno, sigan manejando la economía nacional en medio de una recesión, con inflación otra vez en alza y con una sangría de capitales vertiginosa, hace prever que los más de dos años que nos separan de la fecha fijada para la conclusión del mandato de Cristina Fernández estarán políticamente agitados y, en el frente económico, muy pero muy angustiantes.

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