Lunes 10 de Agosto de 2009 12 > Carta de Lectores
China en nuestro futuro

Desde que Estados Unidos y los demás países ricos cayeron en recesión, los líderes de los emergentes, encabezados informalmente por el presidente brasileño Luiz Inácio "Lula" da Silva, insisten en que ha llegado el momento para reemplazar el G8 -las siete potencias desarrolladas más grandes y Rusia- por el G20. En Washington, empero, se ha puesto de moda hablar del G2, es decir, Estados Unidos y China, como la única agrupación de este tipo que realmente cuenta. Tal planteo refleja el consenso de que la economía de China continuará creciendo con rapidez hasta convertirse en la mayor del planeta, mientras que la estadounidense, si bien será menos pujante que en el pasado, seguirá siendo por un margen muy amplio la más grande del Occidente y, es innecesario decirlo, tendrá por muchas décadas más un producto per cápita superior al de China. Aunque tales pronósticos son por su naturaleza especulativos, ya que nadie está en condiciones de prever cómo será el mundo en los años próximos, resultaría un error subestimar su importancia. La convicción de que ciertos países, entre ellos China y Brasil, están destinados a desempeñar papeles protagónicos en el mundo del siglo XXI incide en las actitudes y decisiones de todos los gobiernos actuales, lo que beneficia a los consagrados como polos del desarrollo futuro que se ven cortejados por los resueltos a ser sus socios estratégicos. En efecto, fue tanto el entusiasmo de nuestro gobierno por las perspectivas abiertas por el presunto destino chino que, a comienzos de la gestión del presidente Néstor Kirchner, se las arregló para convencerse de que se encargaría de la deuda con el FMI, además de invertir sumas colosales en distintos proyectos.

Aquella ilusión duró poco, pero tanto aquí como en el resto del mundo abundan los políticos y funcionarios influyentes que dan por descontado que China es la superpotencia de mañana y que por lo tanto convendría adaptarse cuanto antes al nuevo orden que a su juicio está perfilándose. Sin embargo, aunque parece más que probable que por algunos años más China crezca económicamente a un ritmo muy superior al alcanzado por la mayoría de los países, esto no quiere decir que sea inevitable que a mediados del siglo deje atrás a Estados Unidos y la Unión Europea. Para hacerlo, tendría que superar algunos problemas gigantescos, de los que el mayor tiene que ver con la demografía. De resultas de un programa draconiano de planificación familiar, dentro de apenas un lustro comenzará a reducirse la población china "activa" y aumentará la "pasiva". Se estima que en el 2050 por cada dependiente sólo habrá 1,6 personas que estén en condiciones de aportar a la economía, ya que para entonces la tercera parte de la población tendrá más de 60 años. Puesto que en China el sistema provisional es precario y, en cuanto exista, está limitado a los centros urbanos, las dificultades que enfrentará el país serán enormes. Por lo demás, una consecuencia de la política de obligar a las familias a conformarse con un solo hijo es que en la actualidad entre quienes tienen menos de 20 años hay 30 millones más varones que mujeres, un desequilibro que con toda seguridad tendrá un impacto social negativo.

Suele atribuirse la propensión de los dirigentes chinos a minimizar la posibilidad de que su país logre desplazar a Estados Unidos de su papel "hegemónico" a su deseo de hacerlo de la manera subrepticia, sin asustar a sus vecinos, pero otro motivo consiste en la conciencia de que podría frenarse pronto el proceso de desarrollo que emprendieron en 1979 al multiplicarse los conflictos internos.

Aunque por sus dimensiones demográficas y por la capacidad innegable de sus habitantes el rol desempeñado por China parece destinado a ser cada vez más significante, sería cuando menos prematuro suponer que el futuro de la comunidad internacional será decidido por su alianza pragmática con Estados Unidos, o sea, por el G2. Por fortuna, todo hace pensar que otros países, incluyendo el nuestro con tal que por fin consiga construir un orden político menos contraproducente que el actual, podrán aprovechar las oportunidades brindadas por un mundo mucho más multipolar que el vaticinado por quienes imaginan que persistirán por mucho tiempo más las tendencias de los años últimos.

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