Sin ser una utopía, la misión de Anice Illú tiene el sabor de lo imposible: atraer a los adolescentes a la literatura. En una sociedad en la que la imagen predomina sobre la abstracción de la palabra, su trabajo encuentra una férrea oposición. La cultura predominante nos ha enseñado en las últimas tres décadas que es mucho más fácil ver una telenovela que leer un cuento. La sensualidad de la literatura ha ido quedando olvidada en medio del vigor audiovisual. Pero leer sigue siendo el mayor disparador de nuestra inteligencia. Leer línea por línea nos "obliga" a pintar con colores propios el relato subjetivo de un artista.
Illú, profesora en Letras y docente de Escuela Casaverde, acaba de publicar un libro de profundo compromiso con el arte y la enseñanza: "Enseñar y Aprender literatura a través de proyectos". El trabajo, que se consigue en las librerías de la región, ya ha sido declarado de "Alto Interés Educativo" por el Municipio de Roca.
No es el típico libro "para el público en general" pero si un texto que nos permite ser testigos privilegiados de una experiencia educativa distinta. Illú edificó un puente invisible entre ella, la literatura y los chicos. El libro está atravesado por la impronta de los involucrados. Podemos leer sorprendentes poesías de un grupo de teens, tanto como las fotografías de obras de teatro y representaciones varias que se gestaron en el aula. El método de Illú también se encuentra claramente detallado y será de invaluable ayuda a quien desee aceptar el desafío de provocar en los demás el apetito por la lectura.
-¿Cómo le explicás a un adolescente el sentido de leer literatura en un tiempo en que el disfrute parece estar más afuera (imagen) que adentro (imaginación)?
-Creo que la mejor explicación es la acción directa. El desafío es ese, que todos puedan acercarse a la literatura en su más amplio sentido a través de diversas acciones. Que cada uno descubra géneros, temas, autores, corrientes; más o menos alejados de la historia, la política, la psicología o de lo estrictamente humano. Es allí, con el libro en la mano o con el formato que más les plazca donde podemos realmente entrar en contacto. La experiencia de lector crítico, pasional, no se explica: se siente.
-¿Cuál es el peor de los pecados que puede cometer alguien que pretende enseñar literatura a los chicos?
-Prefiero hablar de elecciones didácticas, más que de pecados? Hay líneas y modalidades entre las cuales debemos optar, elegir con criterio; desterrando las recetas. Enseñar y aprender, como señala Cecilia Bixio, son modos de intervenir en lo más singular e íntimo de cada sujeto; necesita de técnicas y estrategias, pero no se agota en ellas. En esta búsqueda, debemos tener claro nuestra responsabilidad y compromiso como educadores; hay que inventar, crear, pensar, jugar, utilizar todo lo que esté a nuestro alcance -empírico, documental, lúdico- y más, para que los chicos lean. Generar proyectos que pertenezcan a los alumnos y alumnas en los cuales se juegue el esfuerzo, pero también el placer. Cuando se permiten espacios de autonomía y cooperación, cuando hay objetivos comunes, el trabajo y en consecuencia los resultados, adquieren otras magnitudes; la de la identidad, la de la autogestión y sin lugar a dudas, la del placer.
-¿Cómo incentivás el acto de la creación literaria, de la escritura en un adolescente?
-Creo que lo fundamental es ofrecer diversidad de alternativas. Diversas experiencias de lectura desde una perspectiva de obra abierta a las diferentes interpretaciones y construcciones de sentidos. En el caso de los proyectos áulicos, los chicos eligen su proyecto partiendo de un temario en el que se exponen todos los contenidos, textos y autores que se abordan en el cuatrimestre. En esa elección media la intervención docente planteada en términos de ayuda pedagógica y no de imposición. Qué le interesa más al alumno, qué le gustaría conocer de lo que allí se ofrece, que cree que no le gusta y por qué; todo ello en el marco de la planificación diseñada. Es necesario apertura y tiempo para acercarlos de una forma consciente; para ir realizando acuerdos y generar también nuevas propuestas. Vale aclarar que las propuestas que aparecen en el libro con ejemplos concretos de estrategias didácticas llevadas al aula derivan de una experiencia que no se construye en soledad, sino en un espacio institucional y de trabajo en equipo. El trabajo por proyectos es una modalidad que caracteriza el cuarto ciclo de la escuela Casaverde y es producto de las investigaciones y experiencias llevadas a cabo por nuestra asesora pedagógica Cecilia Bixio y por la directora general, Norma Pogliotti.
-La creación es también una forma de llenar un vacío, de establecer límites a una carencia, y cuando se es adolescente, pues, imagino que estas carencias vinculadas a la transformación afloran más intensamente. Y todo esto se observa en los textos de los chicos que reproducís en el libro ¿Cómo se gestan estos textos existenciales, algunos de ellos realmente bien escritos?
-La exclusión y el vacío aparecen hoy naturalizados y adoptan formas increíbles en el espacio educativo. En este sentido, sostengo que la literatura es el puente y la excusa para atravesar y atravesarnos, para aproximarnos a las infinitas refracciones del sujeto y la realidad subyacentes en la obra literaria. Podríamos decir que los adolescentes tienen en estado de "ebullición" un complejo de expectativas, temores, experiencias, sensaciones, ideas, etc. y esto nos habilita de alguna manera a entrar en aquello que algunos teóricos han llamado tercera zona o zona de desarrollo próximo. Una zona intersubjetiva, en la que trabajamos; especulamos, si se quiere, ya no con lo concreto, con lo que vemos a ciencia cierta, sino con el potencial del sujeto. Todo aquello que podría dar, hacer, pensar; se nos abre un mundo que puede ser prolífico, único, peculiar -o se nos cierra, depende en gran parte de la labor docente-. Algunas manifestaciones de estos mundos aparecen en los textos que mencionás. Chicos que nunca habían escrito aparentemente poemas o textos literarios o que escribían en secreto; textos derivados de monografías, de la construcción a partir de palabras claves, de la interpolación de frases u otras propuestas tomadas de autores como Gianni Rodari y Daniel Cassany.
La idea de incluir los trabajos de los chicos y chicas fue mostrar que la teoría puede llevarse a la práctica y que los jóvenes de hoy, a pesar de estar en un contexto tan vapuleado y manipulado por los adultos, pueden leer, escribir, crear y disfrutar del arte.
-¿Cuál ha sido tu mayor satisfacción en este trabajo de enseñar literatura?
-La satisfacción es diaria porque me apasiona lo que hago. Cuando un alumno me comenta que compró un libro o leyó a tal autor, cuando quien dice detestar la literatura se empieza a involucrar, se esfuerza; cuando comienzan a argumentar la lectura de un texto o discutir una interpretación; cuando trabajamos de noche para llegar a las jornadas y traen refuerzos -un amigo, un primo que puede ayudar- y buscan soluciones.
-Qué imagen tenés de vos misma al enseñar literatura e introducir a los chicos en un mundo tan atractivo pero que viene en un formato que para ellos parece lejano en función de los medios que habitualmente conocen?
-Hay una frase que es como un lema que tenemos en la escuela "se puede, se puede"? Creo que el horizonte de expectativa no se puede perder; que la resistencia, a veces, no solo deviene de los jóvenes, por desconocimiento, por distancia generacional. También, solemos ponerla los adultos desde el prejuicio, el directivismo y los rituales que todos conocemos en menor o mayor medida. Obviamente, no vamos a discutir el aporte de la tecnología. En educación es un instrumento mediador, tenemos que pensar cómo utilizarlo para lograr nuestros objetivos.