ROCA (AR).- Con la ola de frío polar que sacudió las últimas semanas a la región, cientos de familias de barrios periféricos de Roca se enfrentaron una vez más al desafío que significa, invierno tras invierno, hacer frente al brutal descenso de los termómetros con lo que tengan al alcance de la mano.
A simple vista, ver una casilla de madera con una puerta de tela que poco sirve para frenar el viento helado de la mañana, da escalofríos. Adentro se asoma Verónica Juárez, y dos de sus cinco hijos.
Verónica tiene 29 años y vive, hace tiempo, en la última casita al norte de barrio Nuevo. Sin gas ni nada que se le parezca, la única opción es la leña que entrega el municipio a través de los centros comunitarios, pero que pocas veces llega a destino. "Ya reclamé tres veces y no ha venido el camión, por eso tenemos que salir a buscar por ahí", cuenta.
No es la única. Ni mucho menos. Tampoco vive en ningún paraje aislado de la Línea Sur. Es aquí en Roca, en un sector que sólo está alejado del centro.
Un "lavarropas-estufa"
Pero cuando el termómetro llega a bajo cero y el frío cala los huesos no queda otra que ingeniárselas y rebuscar cualquier manera para calefaccionarse, hasta viejos electrodomésticos y artefactos reciclados. Así lo cuenta Verónica: "Tengo una estufita que mi marido me la hizo con un lavarropas y la usamos para calentar un poco la casita".
Estufas improvisadas, tachos y braseros son los elementos más comunes que sirven para calefaccionar las pequeñas piezas con piso de tierra, y que exponen a quienes allí viven a todo tipo de peligros: los ya conocidos accidentes por inhalación de monóxido y hasta posibles incendios.
"La estufa no la puedo tener siempre prendida, primero para ahorrar y también porque se me puede prender fuego todo", remarca Verónica.
Con un bebé en brazos y una de sus hijas de la mano, explica que la garrafa es otra de las opciones que les queda para aquellos que no tienen acceso a la red de gas. "Me sale 18 pesos y la tengo que usar sólo para cocinar así me dura un mes", dice.
El panorama en las zonas periféricas de Roca, para muchas familias sin recursos, es preocupante.
Un poco más al este de la ciudad la hilera de casillas continúa, alternando alguna que otra revestida con ladrillo.
Un techo de chapa y algunos náilones simulando una rústica pared constituyen el refugio de una familia compuesta por Nancy Zamorano, un hijo y otro en camino. Su padre al lado le corta leña para que pueda hacer la comida del mediodía. El escenario y la precaria casilla se repiten a lo largo de las cuadras y en el resto de las improvisadas manzanas del humilde barrio Quinta 25, ubicado al norte de Roca.
Con una estufa a leña Nancy se las ingenia para calentar la pequeña casilla y cocinar. "A veces cuando hace mucho frío al nene le pongo hasta guantes para dormir", relata la joven embarazada, mientras señala a su hijo, de no más de un año, sentado en un changuito con los cachetes colorados y curtidos por el frío de la mañana.
La rutina de dormir vestidos es una constante durante la época invernal para los vecinos de los barrios precarios que no tienen gas natural, y deben convivir con el frío. Y no con simples pijamas y camisones, sino uno o dos pantalones, camisetas, buzos, camperas y hasta gorros.
Otra de las posibilidades para las cientos de familias de las tomas y de los barrios más carenciados de la ciudad es comprar kilos de leña.
Silvio Rodríguez es uno de los tantos que cada mañana estacionan sus "chatas" sobre un descampado de la calle San Juan y ofrecen bines de leña.
"Este año nosotros pagamos 50% más cara la leña pero la tenemos que vender al mismo precio por que la gente no tiene plata", explica el hombre, a la vez que agrega que cada bin que logra llenar tiene 400 kilos de leña, y cuesta alrededor de 70 pesos. En fin, todas estrategias, duras, para sobrevivir al frío.