El diálogo es un módulo central en la democracia, pero el convite político se gestó en la carencia más que en la certeza gubernamental.
Comunicar, hablar o participar son verbos que el gobierno provincial casi no conjuga, ni para adentro y, menos, para afuera.
La teoría del llamado no fue nueva. Hubo otras tentativas. Al final, tras la derrota, Saiz recogió esa posibilidad.
La ronda comenzó sin temario de parte del gobierno. Todo quedó reducido al listado de reclamos de las entidades y de los intendentes.
El llamado requería un raciocinio provincial. Una motivación de gestión.
Pudo ser qué pensamientos se anidan en las organizaciones y partícipes invitados. ¿Hay políticas para evaluar? Sí. Hay razones colectivas, como guías habitacionales, sanitarias, educativas y económicas. Faltó esa exploración.
Pulularon las referencias sectoriales. Se habló, por ejemplo, de viviendas. Cada uno lo sometió a sus necesidades. Los planes para cada ciudad o la CGT, que exigió su parte gremial a la vez que prometía su apoyo político hasta el 2011. El intendente Jorge Ferreira también narró sus penurias habitacionales, profundizadas por el déficit de la gestión del IPPV y su inexistente vínculo con esa conducción de Vicente Pili.
La dirigencia frutícola y rural repasó promesas de asistencia.
La ronda, así, se transfiguró en una privilegiada oficina de gestión.
Los interlocutores gozosos también por su reingreso al despacho de Saiz. Hasta el jefe viedmense, el radical Ferreira, volvió tras un año y medio de su última visita.
Se actuó para sugerir acción. Nadie, por ahora, sabe aún para qué ni para dónde se marcha.
Ese vacío es el dilema de los ministros. Quieren pero no pueden articular -por sí- una aspiración unánime. La reciente cena que los juntó fue un fracaso. Bastó una semana para detectar que no anudó nada.
Hay rencores, pero la impotencia vuelve a todos más tolerantes. Aun así, no alcanzó. Se volatilizaron aquellos juramentos de mejores tratos y recorridas conjuntas.
Rodríguez instó a avanzar en la reforma constitucional, pero no lo apoyó la mayoría. Se creyó en el llamado al diálogo. El contraste ya surgía frente al análisis más profundo. Hay diferencias personales, pero sus litigios se expresan en sus pretensiones políticas.
Sólo fueron menciones para clarificar posiciones. Hablaban de Mendioroz. "Yo también tengo mi proyecto", deslizó Rodríguez y Barbeito contrarrestó con el suyo. Verani calló. Ahora reprograman una "línea" interna.
Ministros que construyen planes para después del 2011. Quedan dos años y cuatro meses por delante del gobierno de Saiz. Una eternidad.
La fuga de lealtades implica siempre pérdida de poder. El impacto se reduce en Saiz. Desconfiado, casi nunca distinguió entre propios y extraños. Pero la situación hoy es realmente extraña. "Ahí había tres ministros tuyos", le rebatió su interlocutor cuando Saiz ostentó su fastidio por las críticas planteadas en una reunión de dos legisladores -Iván Lazzeri y Daniel Sartor- y tres ministros (Barbeito, Verani y Pega). Ninguno, igual, supo después por Saiz del pataleo.
No hay mejor espacio para crecer. Las usinas de poder se multiplican.
Están aquellas responsabilidades, pero Mendioroz tiene las suyas.
"Arrancamos", lanzó el miércoles en Viedma cuando atrajo a un centenar de dirigentes y militantes. Exhortó a crear equipos técnicos y que su "proyecto ya no tiene colores". Cuidó cada palabra y destacó su apoyo a Saiz. "Nadie llega sin un buen gobierno", fue su trazo central.
Ahí radica la disyuntiva. Queda demasiado. Faltan 28 meses o 835 días para que Mendioroz concluya con la vicegobernación de esta administración.
La proyección hace al plano democrático. El peligro se localiza en la sujeción de las prioridades.
Un empresario se apasionó por la inocultable intención de Mendioroz de contactarse con él. ¿Habría demandas para analizar cierta problemática? ¿Se trataría de un plan legislativo o gubernamental? No. El vice le requirió un sponsor para financiar la participación de un equipo de Viedma en la Liga B de básquet. Metódico e incansable gestor de acciones provinciales, Mendioroz se sumergió últimamente en esa aspiración deportiva. El plan se encuadra también en su intento a la gobernación del 2011 y participa su antecesor, Mario De Rege, quien pretende la intendencia de Viedma. Ambos diseños enfrentan la inquietud de Ferreira.
El deterioro del mando del gobernador no está en la soberanía del andar de su vice. Esta avería persiste últimamente en un virus que se propaga en el gobierno: el desafío de sus hombres a la autoridad de Saiz, sin perturbarse de sus puestos.
No hay mayor degradación que las desautorizaciones de los subordinados.
Anteayer, el subsecretario de Deportes, Ricardo Vélez, cuestionó públicamente que no logró ninguna audiencia con Saiz en su año de gestión. No se irá, dijo. Ellos -Saiz y, su superior inmediato, el secretario general Francisco González- sabrán qué hacer, los provocó.
Esos desatinos no son nuevos. Antes, Mildenberger criticó a su ministro Verani y, lo peor, hoy ni se hablan. Barbeito desafió en pleno conflicto docente a su par Rodríguez, y ambos continúan. Entre otros, la crisis reciente del gobernador y del contador Verani, que se extendió por un mes y creen que nada pasó entre ellos. Le otorgan -estratégicamente- el dictamen final a Saiz. Nada ocurre, entonces, salvo desgranarle poder.
Dos planos paradójicos conviven en el oficialismo: el sosiego en la gestión actual y el frenesí en el camino al 2011.
La oposición no puede zafar de esa coyuntura. Así, la arista Odarda -cuestionada por los suyos por su cercanía con el oficialismo- fue divergente cuando no asistió al lanzamiento de una "agenda legislativa" alentada por el legislador Fabián Gatti, de Redes, y parte del sector de Mendioroz. Otro plano político. Lazzeri aseguró haber hablado con Saiz, pero éste -frente a los críticos- esgrimió que sólo le adelantó que trabajarían en una agenda. Otra vez, dos dimensiones oficiales.
El ímpetu radical se transforma en arrebato en el PJ. Los leales de Pichetto y de Soria ya no reniegan de la lucha. No detienen este tiempo y plantean duelos internos por la postulación provincial.
Esa anemia opositora se manifestó ante el simple llamado gubernamental al diálogo. No pudieron ni con las formas de qué hacer: concurrir o quedarse. Volvió la división en el justicialismo. Ese viejo desajuste que siempre le restó contexto y posibilidades.
Gobernantes y opositores parecen aún no saber de lo ocurrido y de la necesidad de dar vida a otra cosa, a otra expectativa.