En los agitados años que corrieron entre 1973 y el golpe de Estado de 1976, las gargantas peronistas coreaban dos consignas: la alentada por los montoneros decía "Perón, Evita, la patria socialista" y la otra coincidía en la primera parte pero en la segunda reivindicaba "la patria peronista". Abría así una indescifrable perplejidad, porque era absolutamente imposible definir en qué podía consistir una patria peronista. Tal vez, en un exceso imaginativo, se podía suponer que era una propuesta de regreso al pasado, cuando no había nada mejor para un peronista que otro peronista y Perón y Evita eran el Primer Trabajador y la Jefa Espiritual de la Nación. En aquellos tiempos, a quienes no eran peronistas les resultaba difícil acomodarse dentro de esa Patria.
Pero décadas después, cuando en filas peronistas creció un fenómeno que dio en llamarse "izquierda peronista", Perón, aún en Puerta de Hierro, arregló su discurso como para permitir que un "socialismo nacional" -y como tal patriótico- encontrara un lugar dentro de los imprecisos límites movimientistas. Al fin y al cabo, el socialismo tampoco tiene límites precisos. Su práctica puede extenderse desde el comunismo colectivista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la desaparecida URSS, hasta la España capitalista gobernada por el Partido Socialista Obrero Español, fundado por Pablo Iglesias y que en el posfranquismo, bajo la jefatura de Felipe González primero y de José Luis Rodríguez Zapatero hoy, mantiene ese nombre por motivos puramente inerciales.
Tampoco Perón quiso ser preciso en la entrevista que le hizo el cineasta Pino Solanas -hoy exitoso político- en 1971, que fue titulada "Actualización política y doctrinaria para la toma del poder". Preguntado por Pino acerca de lo que era eso del socialismo nacional, el líder exiliado explicó, en pocas palabras, que se trataba de que hubiera menos pobres y menos ricos. La izquierda peronista quedó, si no contenta, medianamente satisfecha con esa definición, hasta que después de la toma del poder el socialismo nacional se identificó con el perfil de José López Rega.
"¿A qué viene todo esto?", se preguntará en tono de queja la gran masa de lectores de esta columna, que muy probablemente desea beber en las aguas del río del Infierno para olvidar ese azaroso pasado. No es ningún secreto: viene porque el dirigente del gremio de empleados de Comercio y secretario general de la Confederación General del Trabajo neuquina, Sergio Rodríguez, se pronunció en contra del proyecto de ley de expropiación de la fábrica Zanon porque significa "avanzar sobre la propiedad privada" (ver "Río Negro" de anteayer, página 12). Una cosa es que haya menos pobres y menos ricos y otra, que los pobres se apropien de lo que pertenece a los ricos. O bien: una cosa es el socialismo nacional y otra muy distinta el internacional, único en el que cree el Partido de los Trabajadores Socialistas, que lidera a los trabajadores de la fábrica y que quiere expropiar todas las fábricas del mundo.
Revelándose como un lector de Carlos Marx, quien escribió que "la lucha de clases es el motor de la historia", el vicepresidente de la Asociación del Comercio, la Industria, la Producción y Afines (o sea, toda otra actividad humana sobre la naturaleza) de Neuquén (Acipan), Edgardo Phielipp, se colocó del lado del jefe cegetista al sostener que la expropiación estimularía "la lucha de clases". Lo dijimos más arriba: la expropiación de la fábrica Zanon no es más que un precedente de la Revolución Mundial que eliminará la explotación del hombre por el hombre (también de las mujeres por las mujeres). Antes, en 1936, el entonces senador Lisandro de la Torre se oponía al proyecto de ley anticomunista del también senador, nacionalista, Matías Sánchez Sorondo. Como en sus fundamentos el proyecto se refería al crecimiento del comunismo en Catamarca, De la Torre se manifestó impresionado y pronosticó que, de ser así, los comunistas no pararían hasta comerse toda la cosecha de higos en esa provincia.
No ha sido la de Phielipp la única revelación. Está también, y con mayor significación, la del gobernador Sapag, máximo responsable del estímulo a la lucha de clases y del ataque a la propiedad privada. Así es como deja claro que ha heredado el pensamiento izquierdista de su padre Elías, quien para disimular esa filiación se hacía llamar "El Califa" y convidaba a sus visitas con champán Pommery.
Está escrito en los fundamentos del proyecto de ley que priva al señor Zanon de su propiedad. Allí el gobernador dice que "es una decisión firme del Estado provincial la de acompañar a los trabajadores en su lucha, proponiendo la expropiación de la fábrica y la posterior cesión a la cooperativa a efectos de que éstos continúen con la gestión obrera como hasta ahora lo han realizado". ¿No es eso un panfleto subversivo? Por fortuna, no todos sus colaboradores lo apoyan. Javier Van Houte, subsecretario del Ministerio de Desarrollo Territorial, en representación del ministro Leandro Bertoya (quien según una fuente fidedigna le dijo "Andá vos, que yo te banco") acompañó a Phielipp.
También está escrito en los fundamentos el artículo 17 de la Constitución nacional: "la propiedad privada es inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella sino en virtud de sentencia fundada en ley". Pero puede serlo mediante "la expropiación por causa de utilidad pública (que) debe ser calificada por ley y previamente indemnizada". Lo mismo, palabras más o menos, dice la Constitución provincial. Sería una exageración sospechar que ambos textos tienen inspiración marxista, pero no lo es tanto si uno se fija en que el Manifiesto Comunista se publicó en 1848 y nuestra carta magna nacional fue aprobada apenas cinco años después.
No faltará quien diga que esta columna está impregnada de pensamientos paranoicos. Hay que esperar y ver. Ojalá que nunca esta expropiación se convierta en el principio de una escalada contra toda la propiedad burguesa en Neuquén (incluido el local de Acipan, entregado al sindicato ceramista) y que tampoco la cárcel de Senillosa, hoy inservible, termine siendo un gulag neuquino habitado por Rodríguez, Van Houte, Phielipp y todo otro disidente con la dictadura de Jorge Sapag.
JORGE GADANO
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