El tema que anticipa el título es tan amplio que corresponde, en primer lugar, delimitar el alcance de esta nota periodística. Para ello, proponemos un concepto estrecho de "Estado", como aquella entidad que ostenta el monopolio del poder. El "gobierno" lo entendemos como el conjunto de ciudadanos elegidos para gestionar el poder del Estado.
En democracia nada es más importante que la libertad del ciudadano; la sociedad civil y toda la estructura institucional deben estar orientadas a proteger la libertad del ciudadano.
Trataremos de mostrar, siguiendo a Francisco Rubiales (1), que los partidos políticos son los generadores de todas las desviaciones éticas imaginables y que sus intereses están por sobre las libertades de los individuos.
Además, consagran sus privilegios en la carta magna (art. 38º) y en innumerables leyes corporativas que apuntan directamente a la conquista del poder del Estado, es decir, a subordinar el propio Estado a sus intereses partidarios. Cubren todos los espacios no regulados expresamente por las leyes e "interpretan" las normas jurídicas de acuerdo con sus conveniencias.
También interpretan los resultados numéricos según sus intereses, ignorando la realidad con un cinismo propio de los que consideran al pueblo como una masa amorfa idiotizada que se puede manipular.
Con un ejemplo imaginario mostraremos cómo se pueden hacer cosas con las estadísticas. "El 80 por ciento de las personas se muere en la cama, el 19 por ciento fallece en accidentes varios lejos de sus domicilios y sólo el uno por ciento muere en accidentes de aviación". Conclusión: el avión es más seguro que la cama. Disparates parecidos son los que utilizan los políticos cuando se refieren al resultado de una elección. Nuestros presuntos representantes pasan años tras años acumulando privilegios, sembrando el miedo, la inseguridad, la división de los sectores del pueblo; se han transformado en adversarios del ciudadano, lo que significa también enemigos de la democracia, todo con la ayuda del único poder al cual temen: los medios de comunicación masivo. Saben que son los enemigos más temibles y, al mismo tiempo, los aliados más poderosos.
La lista de violaciones éticas y jurídicas de los partidos, en ejercicio o no de la gestión estatal, es interminable y aquí sólo contamos con el espacio mínimo para puntualizar algunas irregularidades.
Principio de libertad
Es muy conocido, difundido y enseñado en los colegios secundarios y en las facultades de Derecho el principio que orienta el Estado de derecho en las modernas democracias: "Todo lo que no está prohibido está permitido". Rige para el ciudadano común, para la sociedad civil, no para los gobernantes. Ahora bien, el ciudadano que accidentalmente desempeña un cargo público, como funcionario en ejercicio de sus poderes conferidos y por una razón lógica del sistema democrático, debe administrar el poder público invirtiendo el principio: "si no le está permitido, le está prohibido".
Puede ejercer el poder dentro de los límites establecidos en los sistemas normativos. Es decir, solamente puede hacer aquello que le está permitido o autorizado expresamente; si la ley lo prohíbe o no dice nada, le está implícitamente prohibido.
Nuestros caros políticos, como en el ejemplo de las estadísticas, se burlan del sistema e interpretan que si las leyes nada dicen, ellos puede hacer y deshacer a su antojo. Si sus acciones no se encuentran en el registro de lo que pueden hacer, entonces les está absolutamente prohibido realizarlas. Es una ecuación de lógica pura en defensa de las libertades ciudadanas.
Reflexionemos: en la Constitución hay un listado muy claro de sus atribuciones, derechos y obligaciones; si en esas normas no se autoriza una conducta o acción, entonces está absolutamente vedado realizarla. De otra forma, si no funcionara de esta manera, el gobernante asumiría poderes constituyentes y dictatoriales, invadiendo zonas que están reservadas a la soberanía del pueblo. Esto es lo que ocurre en nuestra querida República.
Algunas reflexiones
Si los partidos políticos no practican la democracia interna, ¿por qué suponer que cuando sean gobierno aceptarán las reglas de la democracia?
Otra desviación. Es lamentable que nosotros percibamos como normal la participación directa de los gobernantes en la actividad partidaria. Se espera que un gobernante en ejercicio de sus funciones separe en forma nítida su gestión de gobierno de la actividad partidaria. Desde el momento en que asumen apuntan a su perpetuación y consideran como algo natural que el presidente de la Nación, o en su caso el gobernador de una provincia, sea el presidente del partido en su distrito. Abusando de su poder utilizan la tribuna pública para participar, desarrollar y hasta crear líneas internas en el aparato partidario. Alberdi lo señaló en "Escritos póstumos", tomo IX: "El mayor ultraje que los gobernantes hacen a la libertad, no está escrito en ninguna Constitución: es el consistente en las candidaturas oficiales, en su intervención en las elecciones, función de soberanía inmediata y directa, exclusiva del pueblo, en el que el gobierno no puede mezclarse sin hacerse culpable del crimen de usurpación de la soberanía popular".
Cuando ostentan el poder utilizan los fondos del Estado para la publicidad oficial y propaganda de gestión, desviando el dinero del pueblo para su perpetuación, sin el mínimo control del Poder Judicial, tan inservible y timorato como lo requiere la circunstancia.
¿Qué hacen los partidos políticos para eliminar las listas sábana? Nada, la ley de hierro del internismo es más fuerte que los reclamos ciudadanos. Nos obligan a votar y nos impiden elegir.
No hay ideologías ni propuestas, todos mienten, sólo tienen como objetivo alcanzar el poder y recibirse de políticos profesionales ocupando los cargos, en ocasiones, sin un mínimo conocimiento de las funciones que asumen. Son intercambiables y "La única verdad es la realidad" es aplicable para justificar sus alianzas con el sector ganador.
No menos significativo es el ejercicio de la retención de los cargos. Diputado, luego ministro, cesa y regresa a su banca. Planta permanente, pasa a ejercer un cargo político y luego regresa a su quintita. Si hay compromiso partidario e identificación ideológica no se puede volver a la situación anterior. Ni hablar de las vergonzosas candidaturas testimoniales. Causa gracia cómo abusan del poder. "No se puede estar a la vez en la misa y en la procesión".
"Muchos políticos empiezan animados por sentimientos altruistas -cambiar la sociedad, conseguir la justicia, impulsar el desarrollo, moralizar la vida pública- pero, en esa práctica menuda y pedestre que es la política diaria, esos hermosos objetivos van dejando de serlo, se vuelven meros tópicos de discursos y declaraciones... al final lo que prevalece es el apetito crudo y a veces inconmensurable del poder" (Mario Vargas Llosa: "El pez en el agua").
En "Políticos, los nuevos amos", Francisco Rubiales señala en la pág. 232: "¿Cómo un ciudadano que es, por definición, un ser libre, soberano, independiente, dueño de su voluntad política y orgulloso de sus valores, puede convivir o someterse a un sistema como el que rige en los partidos políticos, vertical, clientelar, servil, con ribetes totalitarios, en el que el jefe siempre tiene razón y en el que el servicio a la comunidad cede la primacía a las lealtades y complicidades internas, ideadas para acumular poder y privilegio?".
La aberración de convertir el poder del Estado al servicio del partido gobernante sólo puede conducir, sin excepciones, a la pérdida de la libertad del ciudadano y a la corrupción generalizada. Debemos derrotar la oligocracia de partidos y reconstruir la democracia humillada.
ENRIQUE LIBERATI (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Doctor en Derecho
(1) "Democracia secuestrada". Ed. Almuzara, 2005; "Políticos, los nuevos amos". Ed. Almuzara, 2007.