CINCO SALTOS (ACE).- Desafiando el viento frío que venía desde el lago Pellegrini, unos 2.500 peregrinos renovaron ayer el compromiso religioso y la fe en la marcha hacia la gruta de san Cayetano, con fieles que llegaron desde parroquias desde distintos puntos del Alto Valle.
"Uno se hace el tiempo en el trabajo, en mi caso, abro un poco más tarde el negocio, pero no dejo de venir", dijo Silvia, una comerciante de Allen que no quiso perderse otra oportunidad. "Pido por los que no tienen trabajo, por el mío, y por que no le falte a mis hijos y mi gente", dijo Osvaldo, otro peregrino.
La concentración de fieles se llevó a cabo en la iglesia Don Bosco, de Cinco Saltos, y pasadas las 13:30 salieron desde allí con las imágenes de varias vírgenes que acompañaron la trayectoria del santo del pan y del trabajo.
Las espigas en alto este año fueron acompañados por trozos de pan, que al término del servicio religioso fueron bendecidos, en señal de que no falte la comida en cada uno de los hogares. Hubo parroquianos de Allen, Cinco Saltos, Centenario, Roca, Cipolletti, Senillosa y Neuquén, entre otros; mientras que las agrupaciones gauchas encabezaron la columna de fieles, como lo hacen tradicionalmente.
Trece kilómetros fue el camino de a pie de los peregrinos, ya que la gruta de San Cayetano está ubicada a medio camino de la ruta que termina en la península de Ruca Co, y en la villa turística del Lago Pellegrini.
Algunos fieles optan por no hacer el recorrido, y llegan en autos o en colectivos hasta la gruta, donde junto al padre Carlos Benavídez y el obispo Néstor Hugo Navarro se inicia la misa al cabo del arribo de las delegaciones católicas.
"Somos uno de los países que tienen un particular afecto a San Cayetano", dijo el obispo al abrir la misa y recordar que desde principios de siglo, se pueden recordar imágenes de la gente en procesiones con "niños en los brazos, y las espigas, y los libros".
Destacó la importancia de la fe cristiana "como un pinchazo que nos despierta" y que lejos del aletargamiento social, plantea que el pan "debe ser amado con el sudor de la frente".
En esta línea, el obispo destacó la gratitud de aquellos que tienen trabajo para llevar la comida al hogar, y la intercesión por aquellos "que no tienen trabajo y les han robado el derecho a vivir con dignidad".
"El no tener trabajo y tener hambre en nuestro país, no es una casualidad, no es producto de la mala suerte, han fallado algunos con más responsabilidad que otros, pero somos muchos los que hemos fallado", dijo.
Se refirió entonces a la polémica generada por los dichos del Vaticano (ver más información en página 2) y luego instó a los feligreses a continuar en el trabajo cotidiano, el accionar de Cáritas, la búsqueda de un modelo "de vida cristiana comprometida".
"Venimos en la peregrinación trayendo necesidades...(...) pero no hay que bajar los brazos porque el pan es el alimento que nos impide bajarlos", dijo entre otros conceptos.