La Corte Suprema, plasmada en el artículo III de la Constitución estadounidense, es el más alto tribunal del país, donde acostumbran a dirimirse las cuestiones más fundamentales y controvertidas del país, como los derechos civiles ante el Estado, el aborto, la pena de muerte, el derecho a tener armas o asuntos raciales.
Está conformado por nueve jueces que ocupan sus puestos de por vida, aunque pueden decidir retirarse, como el juez David Souter, de 69 años, cuya renuncia provocó la nominación de Sonia Sotomayor.
Por este motivo, cada presidente puede nombrar a uno o dos en todo su mandato y la nominación de un juez supremo es considerado un aspecto clave del "legado" político que dejará, lo cual desata fuertes batallas políticas en cada proceso de confirmación.
Como los presidentes, los jueces pueden ser objeto de juicios políticos, lo que puede llevar a su destitución en caso de "traición, corrupción y otro delito", aunque esa situación nunca ha ocurrido.
Desde que fue instituida la Corte, en promedio los jueces ocupan sus sillas 15 años y cada dos años se nombra a un nuevo magistrado.
Numerosos casos llegan hasta la Corte Suprema, pero los jueces tienen la potestad de decidir en cuales fallan. El año pasado el tribunal recibió 10.000 casos, pero hubo sólo un centenar de decisiones. El máximo tribunal tiene la última palabra en temas divisivos que captan la atención de los estadounidenses, como el aborto, la pena de muerte y recientemente lo límites de la lucha contra el terrorismo.
Además, tiene la potestad de revertir decisiones de una jurisdicción inferior y solicitar que se vuelva a estudiar el caso. También estudia peticiones urgentes, como en el caso de una ejecución. (AFP/Redacción central)