"Desde que Pablo desapareció soñé muy pocas veces con él. El escenario repetido implicaba agua, como de mar o río, y arena o calles polvorientas. Pablo se me acercaba desde alguna parte, tal como lo había visto el día en que se lo llevaron, con su sonrisa entre tierna y pícara. Cuando estiraba las manos para tocarlo, abrazarlo, hacia un gesto de "vos sabés que no puedo quedar", como si y entendiera. Y se alejaba. Me despertaba entristecida y, vaya a saber cómo, pero yo creo que evitaba soñar con él. Resultaba demasiado angustiante.
"Anoche volvió a mis sueños. Parecía mayor, tenía la misma sonrisa, idéntica mirada, pero esta vez fue acercando su carita a mi falda, la apoyó y pude acariciarle la mejilla y de uno de sus hermosos ojos brotó una sola lágrima, enorme, que se quedó sobre esa espléndida piel que tenía.
"No me desperté triste sino con una conmovedora ternura, e inmediatamente pensé que escribir este libro me había permitido despedirme de mi hijo".
Este es uno de los párrafos de "La historia íntima de los derechos humanos en la Argentina. (a Pablo)" -editorial Sudamericana- que escribió Graciela Fernández Meijide y que desde hace unos días está en las librerías de todo el país.
A modo de crónica, la autora y madre de un desaparecido relata de modo sobrio y contundente el intenso y inexplicable dolor de la tragedia de la última dictadura militar argentina.
Su lectura se hace más indispensable cuando al mismo tiempo Fernández Meijide plantea que estos tiempos en que se siguen enjuiciando a los militares por delitos de lesa humanidad se encuentre la creatividad necesaria -"la que siempre tuvieron los organismos de derechos humanos en la Argentina", sostiene- para que estos genocidas rompan "el muro que ha sabido armar" y aporten información para el esclarecimiento de lo ocurrido.
Se quiere y aspira a la Justicia de lo ocurrido, afirma pero también esclarecimiento, acota. A los militares procesados que se los injuicie y se los condene, pero en esta última instancia también negociar de algún modo la información que ellos saben y no entregan por los pactos de silencio que rondan y se efectivizan.
Cuando se tiene 78 años como los tiene hoy la autora del libro, expresa esta protagonista de una parte de la historia nacional, se pretende despedirse de la vida sabiendo realmente qué pasó. Máxime cuando se trata de la vida de un hijo.
Para leerlo, volver a reflexionar sobre nuestra democracia y repensar el futuro.
Por Horacio Lara
hlara@rionegro.com.ar