La pequeña nació en Bruselas. Pero su historia está tan ligada a la Argentina, que es imposible no hacerla parte del país.
Natasha Binder es, en definitiva, heredera de sus bisabuelos Antonio De Raco y Elizabeth Westerkamp, de su abuela, la infatigable Lyl Tiempo, y claro, también de su madre, Karin Lechner.
Con semejante árbol genealógico, Natasha no tuvo mucho que hacer: pertenece a la quinta generación de músicos.
Ella dice que toca el piano desde siempre, cuando su abuela comenzó a enseñarle. Y le es tan natural que el año pasado se presentó acompañada por orquesta con el concierto K 467 de Mozart, en Londres.
Ayer, repitió esa hazaña en La Plata, en un concierto en el que presentó obras de Bach, Scarlatti, Mozart, Beethoven, Schubert, Schumann, Chopin, Debussy y Villalobos.
La pequeña tiene, en su Bruselas natal, una rutina bastante normal para una niña de ocho años que va a la escuela jornada completa. "Vuelvo a casa, meriendo -porque allá el colegio es de doble jornada obligatoria así que tengo ocho horas de clase- y hago las tareas antes de sentarme a tocar", contó la pequeña al diario "Clarín"
Pero esa casa no es lo que se diría un lugar convencional. "Tiene varios pisos y en cada piso hay un piano", describe la niña.
En uno de esos pisos, más precisamente en el que queda en el sótano, su madre y su abuela dan clases. Y allí, incluso, los alumnos dan sus primeros conciertos.
Por si fuera poco, la pequeña Natasha tiene un estímulo extra. Del otro lado de la pared de su casa vive nada menos que la eximia pianista Martha Argerich, que es amiga de su abuela, lo que le garantiza una opinión sabia y exigente sobre sus dotes. (Agencias)