Fue un clásico final feliz de Hollywood. Treinta horas antes de su aterrizaje en un jet privado en el aeropuerto Bob Hope de Burbank, a las afueras de Hollywood, las dos periodistas estadounidenses detenidas en Corea del Norte desde marzo temían ser enviadas a un campo de trabajos forzados.
Pero en lugar de ser trasladadas a una de las prisiones más temidas en Corea del Norte, fueron llevadas ante el ex presidente estadounidense Bill Clinton, que había volado horas antes al país estalinista encabezando un esfuerzo diplomático y humanitario para obtener su puesta en libertad.
Las periodistas Laura Ling, de 32 años, y Euna Lee, de 36, pasaron cinco meses en prisión desde que se perdieron en la frontera entre China y Corea del Norte, mientras realizaban un trabajo para Current TV, una nueva televisión por cable e Internet cofundado por el ex número dos de Clinton, Al Gore.
Investigaban una historia sobre mujeres y tráfico de personas cuando fueron arrestadas.
Desde entonces, fueron mantenidas casi siempre en la oscuridad, permiténdoseles sólo breves y ocasionales contactos con sus familias. La sentencia fue dura: 12 años de trabajos forzados.
Finalmente fueron convocadas a un encuentro. Intentando contener las lágrimas al recordar el encuentro, Ling evocó la sorpresa y su eurofia al ver a Clinton en lugar de ser enviada a otro terrorífico destino. "Nos dijeron que íbamos a una reunión", contó ante los periodistas en el aeropuerto de Los Ángeles. "Nos llevaron a un lugar y cuando atravesamos las puertas vimos ante nosotros al presidente Bill Clinton". "Estábamos impresionadas pero supimos al instante en nuestros corazones que la pesadilla de nuestras vidas estaba finalizando y ahora estamos aquí, en casa y libres".
Su sensacional llegada fue emitida una y otra vez en las televisiones estadounidenses. La mezcla de drama familiar, éxito en la diplomacia estadounidense y las imágenes cautivadoras serían el sueño de un productor de televisión. Mientras el sol ascendía tras las colinas escénicas californianas, su jet blanco aterrizaba en un hangar reluciente. Tras un par de segundos, las puertas se abrieron y las mujeres, con los brazos alzados y superadas por la emoción y las lágrimas, bajaron orgullosamente las escaleras del avión.
Lee fue la primera en aparecer, agachándose para mirar a los ojos a su hija de 4 años antes de tomarla en su brazos y fundirse con ella y su marido en un largo abrazo familiar. Al fondo, Ling subía sus puños al aire y se aferraba a su esposo
Momentos después, Ling encontró la fuerza suficiente para realizar algunos breves comentarios. "Pudimos sentir su amor durante todo el camino en Corea del Norte", dijo Ling. "Es lo que nos mantuvo en pie en los peores momentos".