Niño, deja ya de joder con la pelota" fue una de las tantas frases antológicas acuñadas por Joan Manuel Serrat. Por aquellos días era frecuente sentir el golpeteo de un balón contra una pared o ver grupos de gurrumines correteando tras el esférico.

El devenir del tiempo, con la desaparición de muchos potreros, la inseguridad, la tevé y el ocio digital, acabó por oxidar el cuchillo pinchapelotas del vecino cascarrabias.

El sedentarismo infantil empezó poco a poco a ganar espacio y hoy hay juegos del ayer que sólo viven en el recuerdo de los memoriosos.

La vorágine de la vida cotidiana, la falta de tiempo y las múltiples ocupaciones suelen ser las respuestas más escuchadas de los padres a la hora de justificar esta carencia.

Podría afirmarse sin hesitar que la cantidad de horas que un niño dedica en la actualidad al movimiento -y a través de él a su crecimiento, descubrimiento corporal e integración social- es hartamente insuficiente. Dicha falencia, a no dudarlo, es de por sí un arrebato al tiempo de la niñez.

Un triste récord Guinness

Mas hay otras prácticas mucho más dañinas por cierto que se ubican en las antípodas de las anteriores.

De ellas ha dado cuenta recientemente la crónica al informar que "un niño boliviano de apenas 12 años de edad se convirtió en el jugador más joven en debutar en una primera división en la historia del fútbol mundial".

Mauricio Baldivieso se transformó así en un triste récord Guinness, con el apañamiento de su propio padre -devenido en entrenador- y de muchos seguidores del Club Aurora en el cual milita.

Que un menor de séptimo grado de la escuela primaria haya sido expuesto a jugar un partido profesional de fútbol es un acto de crueldad extrema y de ignorancia supina.

No hay que ser un experto para saber que un niño a esa edad no ha logrado su desarrollo físico -óseo y muscular- y mucho menos mental.

No se trata de impedir el entrenamiento de un menor, pero éste debe ser con sus propios pares y adaptado a su edad y maduración.

Desde antaño en las carreras de Educación Física se machaca el respeto por las etapas evolutivas del deportista para que la actividad física sea una práctica saludable. Saber graduar las exigencias etarias es, entre otras, parte de la responsabilidad profesional del entrenador.

Sucede, sobre todo en nuestro medio, que al frente de un plantel se coloca a una persona que no reúne los mínimos conocimientos -anatómicos, fisiológicos, psicológicos y pedagógicos- para ocupar dicho cargo y es entonces cuando la improvisación y los abusos afloran. Tampoco las instituciones se preocupan por rodear a dichos sujetos -muchas veces voluntarios- de personal capacitado que los asista debidamente en las áreas que desconocen.

El discurso de la perversión

En tiempos en que cada vez existen más campañas contra el trabajo infantil, la presencia de un niño en una contienda deportiva rentada es una innegable imagen de explotación.

En un gesto destacable, recientemente el público televidente argentino dio la espalda a una propuesta en que los niños bailaban por el sueño de sus padres. A la fecha tampoco se han silenciado las fuertes críticas por los magros ingresos de los niños protagonistas del filme ganador del Oscar "Slumdog Millonaire".

Que personas mayores monten su empresa merced a la gracia o habilidad de un niño es una práctica tan vieja como deleznable.

Jorge Valdano, al ser consultado sobre el caso Baldivieso, contestó: "Hay algunas perversiones, como la de pensar que a un chico de 12 años ya se lo puede tratar como a un profesional del fútbol; se llega a pensar que pueden convertir a un chico de 12 años en sostén de familia...".

Quizás el refinado director general del Real Madrid haya olvidado que son clubes como los que él regentea los que adquieren a jugadores profesionales por 94 millones de euros y reclutan jugadores -tratados como profesionales- desde edades muy tempranas.

La perversión entonces es alimentada por la fantasía que los grandes clubes provocan en la conciencia del hombre medio. Ello de por sí es otro acto de perversión mucho más condenable, porque ha sido milimétricamente pergeñado. ¿O es que acaso alguien ha visto una campaña de estas grandes empresas multinacionales por combatir la captación prematura de valores? ¿A alguien se le ocurre pensar que el tratamiento hormonal dado a Messi desde su niñez fue pensado sólo para verlo crecer sano y fuerte?

Es que, como dice Valdano, "un Messi tiene muchísimo más peso que los miles de Messis que se quedaron en el camino". Visto de otro modo, se pueden tirar varios rollos de fotos mientras haya una sola que arroje los dividendos que hoy genera la imagen del diminuto jugador rosarino.

Las grandes instituciones, en el afán de multiplicar sus ganancias, pagan lo que no vale y fichan a mansalva -como negocio a futuro- preadolescentes de todo el globo terráqueo.

Ello produce un efecto devastador en los padres de las clases sociales bajas, que ven en su hijo su presunta tabla de salvación.

Para cerrar, y a título de confesión, el orador galáctico remarcó: "Esto es una empresa sentimental, no hay que olvidarlo nunca".

De fondo el Nano canturrea: "Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio...".

MARCELO ANTONIO ANGRIMAN (*)

Especial para "Río Negro"

(*) Abogado. Profesor nacional de Educación Física. marceloangriman@ciudad.com.ar