-En el trabajo, la investigación que realiza con Gabriel Rafart ("La Patagonia Norte como excepción, sin alternancia y lejos del peronismo. Río Negro y Neuquén 1983-2007"), ustedes señalan que el radicalismo rionegrino ha devenido en un partido de "sobrevivencia" y "provincialización". ¿Cómo vincular lo uno con lo otro?

-En realidad lo de sobrevivencia hace a la teoría de la provincialización de la UCR rionegrina, una categoría que viene de la mano de las elaboraciones teóricas que están vigentes desde hace algo más de una década y que hablan de la desnacionalización o territorialización de la política, es decir, cómo algunas fuerzas con orígenes y despliegue nacional, en lugar de comportarse como filiales del partido para conservar poder en determinados espacios -municipios, provincias, comunas-, se aíslan de alguna manera de los derroteros del partido a nivel nacional y forjan su propia estrategia de supervivencia en el poder. La UCR rionegrina se mantiene en el poder porque se recluye.

-¿Ese recluirse se vincula con el hecho de que haya derivado en una estructura profesional-electoral donde lo que importa no es tanto la calidad de la política con que se gobierna sino el poder y su reproducción incluso con fines personales?

-Se vincula. Y es importante aclararlo: la "provincialización" o territorialización es una estrategia puntual, adoptada en un momento dado de la política, destinada a reproducir poder en el espacio que se gobierna y hacerlo tendiendo al aislamiento en relación con las decisiones de las fuerzas a escala nacional. En nuestra investigación señalamos que "provincialización" -siempre hablando de la UCR rionegrina- nace de la "oportuna separación de los derroteros" de la fuerza nacional a la que se integra, a la cual se pertenece por ideario, por historia. Juan Carlos Torre sostiene que el proceso de provincialización se aceleró en el 2001 y esto es evidente en el caso de la UCR rionegrina a partir del desplome del gobierno de la Alianza, cuya viga maestra era la UCR como fuerza nacional y cuyo presidente, De la Rúa, era radical. Es esa pérdida de competitividad a escala de fuerza nacional que sufre el radicalismo la que alienta a muchos planos del partido a replegarse y buscar un destino por fuera de la tormenta que sacude a la estructura nacional del radicalismo.

-¿El infierno son los otros?

-Puede ser una lectura, una decisión que hizo incluso a salvar carreras políticas individuales e intereses que se crean en ese trayecto.

-Ahora, si se pasa revista a la historia de los partidos provinciales tomando como punto de partida la política que nace no bien se aplica la Ley Sáenz Peña, se encuentra que, cada uno en su momento, el lencinismo mendocino, el cantonismo en San Juan, el sapagismo en Neuquén, por tomar tres casos nada más, nace de disgustos con el poder central.

-Una práctica en la acción y en el discurso que no tiene el radicalismo rionegrino a la hora de lo que llamamos su "paulatina provincialización". Podía quejarse, pero su acción y práctica no hacía del tema federal y anticentralista un objetivo vertebrador de su hacer político.

-¿Ésa es la diferencia entre un partido provincial y la "provincialización" de la UCR rionegrina?

-Una de las diferencias, importante, claro. Este radicalismo, en tanto gobierno de la provincia y debido a las sucesivas crisis financieras con las que sin solución de continuidad gobierna, no pudo tampoco tener un discurso definidamente opositor, por ejemplo, a las administraciones Menem, Duhalde, matrimonio Kirchner. Necesitaba de esas presidencias por las mismas crisis fiscales que arrastra la provincia de Río Negro. Podía quejarse, no más. En nuestro trabajo nosotros concluimos que la UCR rionegrina, en tanto gobierno provincial, derivó en una combinación de su carácter profesional-electoral, con una práctica objetiva de la política que hizo de la territorialización la forma de sostener y reproducir poder. Por eso es una fuerza muy dedicada a mantenerse en los gobiernos locales en términos muy firmes, las comunas o municipios, las organizaciones de distinto orden que, aunque no políticas, tengan inserción social importante? de ahí su política de alianzas. Y siempre encuentra partidos y nichos disponibles a sumarse. Ése es el caso de Julio Salto y el Movimiento Popular Patagónico a partir del 2003?

-Cuando Salto dice que está cansado de perder?

-De esa reflexión de quien había sido muy duro a lo largo de años con las sucesivas administraciones radicales, el radicalismo saca una conclusión: aquí hay un partido disponible, el MPP. Busca a la dirigencia, le ofrece cargos y, en un juego de pinzas, por un lado capta al grueso del MPP y, en consecuencia, lo neutraliza como fuerza opositora.

-¿Se debe deducir que a la UCR rionegrina le gusta tener el ring despejado para pelear solo con el peronismo?

-Nosotros creemos que ésa es, de hecho, una consecuencia evidenciada a lo largo de la transición: UCR y PJ saben que definen ellos. Cuando surgieron terceras fuerzas con alguna gravitación, caso del MPP para las elecciones del ´91, el radicalismo y su gobierno no hicieron nada por captarlas, lo mismo que en el 2003 con el arriaguismo. En ambos casos sintió y, contemplando los hechos, tuvo razón en que si a alguien perjudicaban esas fuerzas era al peronismo. El radicalismo esperó y esperó que las terceras fuerzas se desgastaran.

-No fue sólo espera, las fue eviscerando de a poco, todo facilitado por el manejo del aparato del Estado y sus recursos. Concretamente: compró a mucha dirigencia opositora con cargos públicos para ellos y para familiares, método seductor de aplicación dosificada pero uniforme. Los compraron de a poco. No sólo pasó con el MPP y el Frente Grande sino con el PPR también.

-El radicalismo rionegrino aprieta, ése es su método a la hora de forjar alianzas. Es una maquinaria que desde su condición de "provincialización", tal cual la concebimos nosotros, tiene una gran flexibilización para establecer alianzas en el orden de lo local que incluso contradigan lo establecido por el radicalismo a nivel nacional. Un caso concreto: en 1999 aprieta la estructura del Frente Grande cuando, por decisión de su dirigencia, franja liderada por Carlos Gadano, decide no hacer alianza con el radicalismo rionegrino. Sin embargo, el radicalismo presiona a Carlos "Chacho" Álvarez y éste viene a hacer campaña a favor del radical Pablo Verani en Río Negro. Todo esto funciona teniendo en claro la doble combinación que ha tenido la política argentina en la transición, dos procesos: el de la metamorfosis de la representación y el de la crisis de representación. El primero tiene alcance mundial, es la transferencia de la democracia de partidos a la democracia de audiencias? de lo público, donde pierde peso específico la estructura partidaria en desmedro del contacto directo entre el elector y los candidatos, proceso favorecido por los medios. Pero a su vez, este proceso permite también la cartelización de la política, su profesionalización, o sea, el interés de la dirigencia por permanecer siempre dentro de la estructura. Estar y estar, alternándose en este cargo partidario o aquél, pero estar. Éste es un proceso muy bien investigado por Inés Pousadella. Y es sobre este proceso que se cimenta la crisis de representación, claramente la del 2001. En el caso del radicalismo rionegrino se da mucho de todo esto? manda nutriéndose de estructuras débiles que se van acomodando en cada elección pero, al mismo tiempo, y esto vale para la UCR, mantiene su homogeneidad originaria como fuerza a lo largo de toda la provincia, lo cual le garantiza ganar o perder aquí pero compensar con esto de allá. A todo esto se suma el tener el manejo del aparato del Estado, claro...

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

Francisco Camilo Vela (Camilo como apellido, aclara él) tiene 37 años. Egresó en 1995 como licenciado en Historia en la Universidad de Sevilla, donde además -en el 2005- obtuvo el diploma de Estudios Avanzados en Historia Contemporánea.

Es, además, magíster en Historia Latinoamericana por la Universidad Internacional de Andalucía.