Los enterratorios tehuelches en la meseta patagónica podrían aportar algunas respuestas a la evolución de este pueblo originario, que desde hace varios años no tiene descendientes considerados étnicamente "puros", con la consecuente pérdida de la transmisión oral como fuente de información.
"Algunas conclusiones preliminares se pueden sacar. Por ejemplo, que en los últimos mil años tuvieron la tendencia a realizar enterratorios colectivos, lo cual implica cierto grado de sedentarismo frente a sus hábitos nómades" indicó a Télam Julieta Otero (55), doctora en Ciencias Antropológicas con orientación en Arqueología.
La especialista razonó: "si fueran nómades exclusivamente no nos imaginamos construyendo cementerios, sino mas bien enterrando a los fallecidos de manera dispersa en la medida que avanzaban en el derrotero marcado por la necesidad de comida. Pero notamos que los cementerios se encuentran próximos a cauces de ríos".
Otero lidera el laboratorio de arqueología del Centro Nacional Patagónico (Cenpat) y se encuentra abocada al estudio de los restos hallados recientemente en "Loma Torta", un cerro que se destaca por su forma puntiaguda en proximidades de Gaiman, que llamó la atención de los investigadores.
Se trata de 13 esqueletos, en su mayoría de niños, dispuestos en la parte superior amesetada del cerro que es muy difícil escalar, pues se trata de laderas de greda con tosca suelta ubicada a 110 metros de altura con una superficie que no supera los doce metros por cinco.
El lugar fue destruido parcialmente por los aficionados al motocross. "Bajo las cubiertas del enduro quedaron huellas dañadas para siempre con huesos triturados y evitamos que el daño siguiera, porque una organización indigenista local advirtió sobre lo que estaba ocurriendo, lo denunció y se preservó el lugar impidiendo el acceso", explicó la antropóloga.
"¿Por qué estaría un enterratorio en un lugar tan inaccesible?", se preguntan los investigadores del Cenpat. Por ahora encuentran dos posibles respuestas: los cuerpos se ubicaron en un lugar alto para evitar inundaciones frente a las constantes crecidas del río Chubut, o por tratarse de difuntos pertenecientes a cierta jerarquía comunitaria.
Otero evitó las denominaciones etnológicas y prefirió llamar a los restos humanos como de "cazadores recolectores de la Patagonia" en vez de tehuelches. No obstante admitió que después de todo están investigando a los pueblos originarios de la meseta centro norte chubutense, y de ellos se trata, pues así lo delata la estatura de los ejemplares analizados.
Los restos, a diferencia de los cementerios "huincas" -de blancos- ubicados generalmente en lugares periféricos de los cascos urbanos, no tienen los cuerpos extendidos, sino que fueron depositados bajo la tierra sentados, con las rodillas flexionadas sobre la cavidad abdominal.
"Pero en otros casos los huesos están diseminados, como si hubieran sido enterrados primero esperando un tiempo prudencial para que se desintegre la parte blanda, luego desenterrados y acomodados de distinta manera, por ejemplo en círculo con el cráneo en el medio" explica Otero.
La antropóloga no se mostró sorprendida por esta práctica pues "sería en definitiva como colocar los restos en un nicho luego de permanecer varios años en un féretro, lo que se hace mucho en la actualidad".
El Cenpat tiene censados alrededor de 30 enterratorios tehuelches en su área de jurisdicción y todos responden a patrones más o menos parecidos, excepto uno encontrado al norte de esta capital donde dos cuerpos estaban ubicados boca abajo.
Explicó que "este caso es el que más nos llama la atención, por la forma en que estaban y porque tenían un ajuar funerario alrededor que incluía cuentas de vidrio. Esto revela que ya habían tomado contacto con algunos de los colonizadores que pasaron por estas costas hace 250 ó 300 años" explicó Otero.
Los cementerios de pueblos originarios no tienen, al menos en esta geografía, ningún símbolo en especial que los identifique, y su descubrimiento obedeció en general a cuestiones fortuitas o accidentales.
Télam