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Dos trasplantes de riñón para darle una nueva vida | ||
Mirta se recupera de la última operación, practicada en la Fundación Favaloro. | ||
VIEDMA (AV).- Doble oportunidad. Esa posibilidad le dio la vida y la ciencia a Mirta Tapia, una mujer de 48 dedicada a criar sus cuatro hijos en su casa de Conesa, un pueblo al que llegó hace años de su natal Maquinchao. Su delgadez infiere fragilidad pero como muchas otras circunstancias, las apariencias engañan. "Estoy muy bien y no me duele nada", respondió como si su reciente trasplante de riñón fuera una apendicitis. De muy pocas palabras y de tono sencillo, Mirta destacó la atención recibida. Esa forma apaciguada en nada revela la fortaleza de esta mujer cuya vida cambió rotundamente con la aparición de una hepatitis autoinmune. "Fulminante" según su marido. Esta grave patología la puso en poco tiempo en lista de espera para trasplante que se concretó en agosto de 1996. Superar esa instancia no fue fácil y en varias oportunidades su vida corrió peligro. Como si eso fuera poco la medicación indicada para evitar un rechazo del órgano trasplantado generó en Mirta una paulatina deficiencia renal que en noviembre de 2005 se trasformó en crónica y la diálisis -día por medio- fue inevitable. Todo un riesgo teniendo en cuenta que era una paciente trasplantada. Otra vez apareció la donación de un órgano como solución para que pudiera retomar su vida. Hace seis meses Mirta y junto con otra paciente de Viedma emprendieron el viaje sanitario a Buenos Aires. Una de las dos podía tener la oportunidad. Y esta vez no fue para ella. "No me preocupé mucho porque me dijeron que cuando apareciera otro riñón podría ser para mi", dijo como si desconociera lo difícil que es no sólo por una cuestión de compatibilidad sino por una disminución notable en el país de la donación de órganos. Su tranquilidad y confianza en la palabra científica, le aportaron esa certeza que hace 15 días se cumplió. El trasplante se realizó en la Fundación Favaloro. Ocho días de internación y otros de control fueron suficientes para devolverle una vida con calidad aunque el salario del aserradero donde trabaja su esposo deba estirarse con esfuerzo. Ayer fue el primer almuerzo en casa después de varios días. Distinto. Raro por no tener que pensar en el viaje día por medio a Viedma para la diálisis pero también con una sensación de profundo agradecimiento a quienes la contuvieron y no dejaron caer las esperanzas. Mirta y su esposo, lo primero que hicieron fue volver al centro renal a saludar a Carlos Ochoa, el médico que ofreció todo este tiempo la atención que reemplazó el funcionamiento renal y que hoy lamenta la notable disminución de la donación de órganos porque más que nadie conoce el sufrimiento ajeno, la dependencia absoluta a una máquina para mantener la vida. La solución es una decisión solidaria para después de la muerte pero que no todos pueden tomar. | ||
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